Mabel Lozano: “Nunca ha valido tan barato una esclava como ahora”

Mabel Lozano, periodista y activista, explica cómo ahora son “nuestras mujeres e hijas” las que entran en las redes de prostitución y esclavitud sexual

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Poco más de 24 horas han pasado desde que conocíamos la noticia: la Policía Nacional desarticulaba en Murcia una red de explotación sexual de mujeres, entre ellas menores. La manera de contactar con ellas era utilizando las redes sociales: dos mujeres servían de cebo, contactaban con las chicas para ofrecerles trabajo como camareras y una vez establecido el vínculo, las obligaban a prostituirse.

La noticia ha sorprendido especialmente porque tanto los delincuentes como las víctimas son de nacionalidad española, algo poco común en este tipo de sucesos. Hablamos con Mabel Lozano, mujer comprometida con la lucha contra la explotación sexual, directora que a través de sus películas y documentales da voz a quienes están condenadas en silencio al olvido de una sociedad que las explota.

Desde que, en 2007, Lozano presentara su primer largometraje-documental, su labor y compromiso ha sido incansable. “Voces contra la trata de mujeres”, rodado en España, Moldavia y Rumanía, donde presenta la realidad de niñas y mujeres que son víctimas de explotación sexual, ha sido un trabajo referente en la materia, llegando a ser objeto de análisis y estudio para la formación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y la Fiscalía.

En 2010 rinde homenaje a las mujeres de la posguerra española que dedicaron su vida a luchar por los derechos en una sociedad más igualitaria con “Las sabias de la tribu” y escribe, produce y dirige el corto “Escúchame” sobre la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, desde el punto de vista del cliente –con más de diez galardones, entre ellos, el mejor corto ICCL Human Rights Short Film Dublin (Irlanda, 2011) –. Un año después, nos mostró la realidad del cáncer de mama en “Todavía hay tiempo para verbenas”, seguido de “Madre”, la visión de la maternidad en el Siglo XXI. En el 2013 escribe y dirige “Naciente”, un corto sobre violencia de género en chicas jóvenes. Estos son una muestra de los trabajos que evidencian el compromiso de Lozano con los derechos de las mujeres.

Sus películas, cortos y documentales además de mostrar aquello que permanece oculto, de dar voz a las silenciadas, se caracterizan por estar marcados por un fuerte sentimiento: generan empatía. Ella misma ha confesado recientemente que le traspasa el dolor de sus películas. Y es que consiguen impactar al espectador que, más allá de informarse sobre una realidad desconocida, suele experimentar un profundo proceso de reflexión con las realidades que Lozano pone sobre nuestra piel. Quizá sea por eso, por abordar delicadas cuestiones con sensibilidad y nobleza sin perder un gramo de valentía, por lo que ha sido galardonada en múltiples ocasiones: Premio “Afirmando los derechos de la mujer” Festival de Cine de Málaga 2008, Premio Mujer del Año Cosmopolitan 2010 a la solidaridad, Premio Senda Sénior mejor documental sobre el envejecimiento en positivo 2014… y es que a su trayectoria ya le han dado un Premio de Oro: el Premio Latino a la mejor Directora en Documental Social.

Actriz, presentadora, directora, madre y mujer, Mabel presenta ahora su último trabajo: “Chicas nuevas 24 horas”, una coproducción entre Argentina, Colombia, Paraguay, Perú y España sobre el negocio de la trata de mujeres y la prostitución.

Además de acudir con sus trabajos a festivales, sirve de muestra en conferencias organismos e instituciones internacionales como Naciones Unidas y la experiencia de la directora ilustra a los estudiantes en Institutos de toda España.


 

Según el informe de la Fundació Surt publicado recientemente, de las 1.428 víctimas de tráfico de personas en España, el 98,7% son mujeres. La mayoría de ellas son menores de 25 años. Un tercio son de procedencia rumana (el 34% de las cifras conocidas), el 13% de nacionalidad china, el 10% dominicanas y brasileñas el 7%. ¿Por qué han saltado todas las alarmas con la noticia sobre la red desmantelada en Murcia?

Estos datos son solamente la punta de un enorme y gigantesco iceberg. Esta noticia nos llama la atención porque ahora nos toca a “nosotras”. El lamentable suceso de Murcia nos acerca la trata que siempre nos pareció lejana porque las víctimas eran mujeres de otros países. Llevo más de diez años trabajando en la lucha contra la explotación sexual y siempre he sentido una cierta tibieza al tratar el tema por parte de la sociedad. ¿Por qué esta tibieza? Desde el punto de vista de las mujeres, porque no éramos nosotras, no nos identificábamos con las víctimas; desde el punto de vista de los hombres porque eran los demandantes.

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Y ahora…

Esta noticia nos convierte en víctimas. Hasta ahora éramos explotadores (como país). Ahora son nuestras mujeres: las más pobres, las más vulnerables, las que carecen de herramientas para poder plantar cara a la dura realidad que se está imponiendo en nuestro país. Hay situaciones que convierten a un ser humano en muy vulnerable: la pobreza, la desigualdad, la violencia intrafamiliar. Es esta situación de vulnerabilidad la que se está dando como consecuencia de la crisis. Y nos planta cara a cara con algo que antes nos parecía lejano. Ahora son nuestras niñas, son nuestras mujeres. ¿Qué será lo próximo, vender nuestros órganos?

Desde el punto de vista de las mujeres no nos identificábamos con las víctimas

Pero la explotación sexual no es nueva en España.

En absoluto. La trata lleva instalada en nuestro país 25 años, pero hasta ahora no se ha visto con nuestros rostros. Eran rostros inmigrantes, que han quedado estigmatizados. Ahora se han caído los clichés. Cualquier mujer, sea de donde sea, puede verse atrapada en esta situación: la necesidad, la desesperación, el desconocimiento y, sobre todo, la falta de herramientas, abocan a miles de mujeres a encontrarse en un callejón sin salida. Hay que acabar con la trata, pero también se debe trabajar para ofrecer alternativas a estas mujeres.

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Hay quien sostiene que muchas de ellas ejercen la prostitución porque quieren, que la explotación se podría eliminar si se regulase el negocio. ¿Qué piensas sobre esta cuestión? ¿Abolición o regulación?

Nos encontramos en un momento en el que la simplificación de las cosas importantes trae consigo graves errores, como lo es la justificación –de manera directa o indirecta– de la explotación de seres humanos colocándonos en tiempos pasados, cuando la esclavitud era algo habitual (aunque nunca había sido tan barato como hoy esclavizar a nadie). Es cierto que hay mujeres que de manera libre ejercen la prostitución. Y me parece totalmente respetable. Estas mujeres son las que suelen ser escuchadas porque pueden hablar y yo apoyo totalmente el hecho de que puedan darse de alta en el sistema de la Seguridad Social, paguen sus impuestos y tengan las garantías y protecciones de cualquier trabajador autónomo. De hecho, actualmente no hay nada que les impida hacerlo: trabajan sin tercerías y pueden tomar decisiones por sí mismas. Sin embargo, quienes no tienen voz son las mujeres explotadas, quienes no pueden escapar del terror, del abuso, del silencio, la violencia y la tremenda barbarie que supone su realidad a la que la sociedad da la espalda. Y están ahí, en las mismas rotondas, en las mismas calles, en los mismos clubs que las que dicen ejercer la profesión libremente. Hay quien dice que hay voluntariedad porque hay necesidad económica y prestan un servicio a cambio de dinero. Quien se encuentra en esta situación de necesidad piensa que entra y luego puede salir. Pero no hay salida. Son mínimos los casos en los que las mujeres pueden recuperar su libertad y dejar atrás su vida como prostitutas.

Ahora son nuestras niñas, son nuestras mujeres. ¿Qué será lo próximo, vender nuestros órganos?

 

¿Cómo se acaba con esto?

En países donde se ha establecido la regulación, como Alemania y Holanda, no se ha conseguido acabar con la explotación. Es más, se ha generado un mercado negro aún mayor y más peligroso. Le han dado carta blanca a los proxenetas, ahora son hombres de negocios que venden seres humanos. Estamos hablando de la cosificación de una persona, un trozo de carne para el mercado de la prostitución mundial. ¿Estamos volviendo al siglo 18 cuando se iba con grandes galeras a vender esclavos? Estamos volviendo a una sociedad que tiene sometida en esclavitud al 50%. Nunca ha valido tan barato una esclava como ahora. Sin embargo, en países como Francia, donde se penaliza a los usuarios o en Suecia, donde se ha prohibido la prostitución, las mafias han visto que se han quedado sin espacio para operar.

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¿La prohibición es el camino? Eso no suena nada “progre”, ¿no?

En absoluto. El discurso ante esta cuestión está ahora muy polarizado. Pero recientemente parece tomar fuerza aquél que aboga por la regulación y entre los argumentos principales, el de los beneficios económicos que reportarían al Estado. De nuevo cosificar a las mujeres explotadas. Se nos olvida que argumentar que una mujer se prostituye por necesidad económica y comparar esta explotación con un trabajo es muy perverso. Y estos argumentos se dan por una razón: el desconocimiento absoluto de la realidad. Hablamos de mujeres que pagan por salir por la puerta del club, que se ven obligadas a vestirse de una determinada manera, a hacer determinadas prácticas, a poner en riesgo su salud, a pagar «la diaria». La mayoría de la gente no sabe que hay sistemas de multas, que estas mujeres están obligadas a trabajar todos los días, reciben palizas, no tienen vida, les quitan la documentación, viven con miedo. El discurso comprometido se centra en la erradicación. Nuestro lenguaje llega menos porque vende menos. Es más “progre” regularizar que prohibir. Nos hemos quedado en el discurso simplista. “Cosifiquemos e ingresemos dinero” es lo que suena con más fuerza. Y lo cierto es que estamos ante un caso de violencia de género. Hablamos de delitos. Y eso parece que no se tiene claro aún.

Le han dado carta blanca a los proxenetas, ahora son hombres de negocios que venden seres humanos

La ignorancia de la sociedad sigue condenando a las mujeres explotadas. ¿La información que nos llega refleja la realidad?

Nunca escuchamos mujeres que digan lo que está pasando por el estigma que para ellas supone dar la cara. Una mujer prostituida no puede hablar. Escuchamos al colectivo libre, que es con quien empatizamos y ese mensaje contribuye a distorsionar la realidad. Porque es un mensaje sesgado. La invisibilidad que tienen las que peor lo pasan va en su contra. Nadie las mira, nadie las ve. Solo son visibles para los hombres que quieren comprar sus servicios. Ellas siempre hablan de esto: todo el mundo pasa por delante y nadie las mira, y si se hace, es para insultarlas. De mi experiencia he llegado a la conclusión de que el problema es la desinformación, la falta de formación afectivo-sexual en nuestras familias, en nuestro entorno más cercano.

 

Según los estudios publicados, cada vez son más jóvenes los consumidores de sexo. Parece evidente la relación con lo que señalas, la falta de información y sobre todo de formación afectivo-sexual. ¿Tienes esa sensación cuando hablas con los chavales en los institutos?

En las familias, en las casas no se habla de relaciones afectivo sexuales sanas. Los chavales crecen con estos clichés donde todo se mezcla y se relaciona. Todo es ocio para ellos. Y lo cierto es que no es así: en la mayoría de los casos se contribuye al negocio de la trata, que ha pasado de ser el segundo negocio ilícito que más beneficios genera a nivel mundial –es mucho más fácil “transportar” personas que armas o drogas–. Las tratas de prostitución son mucho más sencillas de gestionar.

 

¿La sensibilización lo solucionaría?

Si estos temas se abordasen, si se sensibilizara a los más jóvenes, estoy segura de que se contribuiría a eliminar esta lacra. Sin embargo, cada vez más se considera parte del ocio: celebraciones, fiestas que suelen venir acompañadas de abusos de muchos tipos, también de mujeres. No podemos dar el mensaje equivocado a los jóvenes, que confunden la trata, la prostitución, la pornografía: todos lo confunden con el ocio, con divertimento. No saben que detrás está el abuso, la explotación, la violencia. No lo saben. Y es nuestra obligación, de los adultos, hacer que lo sepan. La normalización es un serio obstáculo que cada vez está haciéndose más fuerte.

 

Entiendo que las familias son el núcleo fundamental, pero en la sociedad de la información el papel que juegan los medios de comunicación tiene una importancia casi mayor. ¿Crees que hay un compromiso real o vende más el morbo que a su vez perpetúa estas prácticas?

Los medios de comunicación vuelven a cosificar estos asuntos utilizando siempre la imagen desnuda de las mujeres. El problema es que ni siquiera el lenguaje empleado es correcto no es lo mismo ser prostituta, que prostituida. Y, por otro lado, hablamos de clientes. A las mujeres las hacemos víctimas doblemente pues confundimos los términos. No es lo mismo ser prostituta, ejercer libremente la prostitución, que ser prostituida, es algo muy diferente y prácticamente nunca se observa un uso adecuado de los términos. Los clientes, sin embargo, son usuarios. El lenguaje es perverso. Y los medios de comunicación tienen una gran labor educativa al respecto. Sin embargo, es más “vendible” la desnudez de un cuerpo que la desnudez de derechos de una persona. Va siendo hora de afrontar cada uno su responsabilidad.

Nadie nunca más sabrá cómo tienen que hacer frente estas mujeres a su vida

¿Cuál es?

Cuando se habla de desarticulaciones de mafias los medios de comunicación no preguntan después dónde están esas mujeres y esas menores. Cómo se reconstruye la vida de un ser humano. Ningún medio de comunicación se preocupa por ello. Nunca se da esta noticia con una perspectiva de género. Nunca jamás se vuelve a informar días después para saber qué ha pasado con estas mujeres. Nadie nunca más sabrá cómo tienen que hacer frente estas mujeres a su vida. Las lesiones físicas y psicológicas no le interesan a nadie. Debe ser que eso no da morbo. Triste ver a una sociedad a la que no le interesa.

 

Existe un Plan Integral de lucha contra la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. ¿No es suficiente?

Estamos hablando de esclavitud, de delitos, de víctimas que sufrirán durante toda su vida las secuelas de la explotación. No es un asunto para “planes” sino para leyes. Con la regulación de quienes ejercen libremente la prostitución no es suficiente. Estas mujeres a día de hoy ya tienen posibilidades a su alcance para cotizar y tener cobertura. Pero es necesario hacer leyes para proteger a la mayoría, que son las más vulnerables y no son libres: en nuestro país la mayoría es quien sufre abuso, violencia, trata. Es quien necesita ayuda. Insisto en algo fundamental: la trata no es “un problema”, sino que es un delito. Y hay que actuar en consecuencia. Tenemos planes, pero insisto en que necesitamos LEYES que pongan el foco en los seres humanos por encima del dinero, de la mercantilización. Todos los gobiernos destinan miles de millones al combate contra la droga, contra las armas, pero prácticamente nada para acabar con la trata de personas.

 

Conocer la realidad es difícil cuando solamente vemos la punta del iceberg. A través de tus películas y documentales podemos bucear e intuir que el problema es bastante más grande. Sin embargo se manejan cifras todos los días. ¿Es posible tener datos fiables con semejante iceberg bajo el agua?

Los números no son ciertos: las que denuncian son las menos y esta cuestión conduce a una necesaria reflexión: ¿qué está pasando para que las mujeres no denuncien? ¿Cuáles son los fallos del sistema para que las mujeres explotadas no encuentren vías de protección? Son víctimas del silencio y del miedo. “La práctica más antigua del mundo no es la prostitución sino mirar hacia otro lado” dice siempre una amiga mía que consiguió dejar atrás este infierno, y tiene toda la razón.

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