Charlaba con un buen amigo de la Facultad que me decía asombrado la velocidad a la que otro compañero compartía artículos periodísticos en Facebook. Le parecía imposible compartir a esa velocidad. Realmente, a mí también me resulta muy complejo leer tres o cuatro artículos en menos de diez minutos.

Desde que comencé a escribir en este diario, he comprobado que algunos comentarios que me dejan poco o nada tienen que ver, en ocasiones, con el texto que he redactado. Sin embargo, sí guardan relación con el titular que encabeza el escrito, que en muchos casos no es más que un mero título que no engloba la totalidad del argumento, al menos no siempre.

Esto es una realidad muy extendida. Por regla general, con el avance de las nuevas tecnologías y, por ende, la extensión de los nuevos formatos de comunicación, buen número de personas se están conformando con la lectura imprecisa y rápida de un título que se compone de unos pocos caracteres. Por este motivo, acaban cayendo en un mal conocimiento o una información muy sesgada, pues de lo que dice el encabezado a lo que se argumenta puede haber una distancia muy grande, como ya he referido.

Obviamente, los escritores, periodistas, etc. no son culpables de este “problema”, faltaría más. El verdadero dilema es el poco apego que existe en una mayoría de la población con respecto a la lectura, así lo demuestran los baremos nacidos de estudios sociales.

Lo más traumático de esto, en mi opinión, es cuando hay personas que, sin saber de lo que se está hablando, se permiten el lujo de dar lecciones morales y, jactándose de ser conocedores de la verdad absoluta, acompañan sus argumentos de insultos y descalificaciones de todo tipo. Sin lugar a dudas, esta es la parte más patética de todas. ¿Qué digo patética? Para mí es preocupante.

Debo reconocer que me molesta cuando me dicen que para evitar ese tipo de cosas tengo que hacer escritos más cortos para que la gente los lea. ¿Verdaderamente hay que explicarlo todo en los caracteres que te limitan redes sociales como twitter? Es más, ¿es posible resumir tan exageradamente temas tan complejos como la corrupción, el conflicto catalán o la mismísima Reconquista?

Leer, hay que leer. Leer para fomentar el ser ciudadanos. Leer para promover la capacidad de escuchar posturas distintas sin insultar cuando no coinciden con las propias o, simplemente, no te gustan. Sencillamente hay que leer para ver más allá de lo que aparentemente se piensa a la lectura rápida de un titular. Leer para dar opción a nuevos postulados. Leer para no caer en esos simplismos tan comunes.

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