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No water, Black life

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Cuestión fe-cal

El cierzo cantarín silba fuertemente al pasar por las rendijas de la puerta. Unos tenues rayos de sol, pintan la negritud de un portal oscuro. Fuera, la nieve cubre un palmo el permafrost de las calles. Hasta bien entrado el mes de abril, el barro permanecerá congelado y hasta casi el cuarenta de junio, no dejará de ser lodo. Dentro de la casa, reina un lúgubre ambiente. Los cuartillos de las ventanas, cerrados, aumentan la tenebrosidad. Si no fuera por las gallinas que picotean alegremente la tierra y sus excrementos en el portal, ajenas a la desazón familiar o por los esporádicos mugidos de las vacas que rumian pacientemente junto a los pesebres, en la cuadra, la casa parecería un lugar inhabitado.

En la cocina, aledaña a la cuadra, en un hogar iluminado únicamente por las incipientes llamas que se alimentan de tres robustos troncos de encina curada, tres mujeres y dos hombres rezan el rosario. Junto a ellos, cercano al hollín que recubre las paredes de una estancia que remata en una gran campana que se va estrechado paulatinamente para embocar en una chimenea que expulsa el humo a la calle, una cuna de madera. En ella, un niño de apenas dos años, de tez amarillenta y ojos hundidos, duermevela entre espasmos y sudores.

La familia, al completo, reza el rosario para que el niño se restablezca y sane. Es el cuarto hijo que enferma en esa casa maldita y, al paso que suceden las cosas, el cuarto que acabará muriendo de unas extrañas fiebres. No han llamado al médico del pueblo. Ellos no creen que pueda hacer nada y además cuesta un dinero que prefieren guardar entre los adobes del desván en espera de que un día pueda hacerles falta. Saben que contra la voluntad de dios solo se puede luchar con la única arma existente en la tierra: rezar. Rezar hasta la extenuación y no hacer nada que pueda ofender al Señor.

Los habitantes de la casa son gente huraña. Conforme fueron perdiendo hijos, se fue acentuando la misantropía. Nunca fueron gentes de meterse en camisas de once varas y por tanto, no gustan de recibir consejos de nadie. Y menos que contravengan los designios divinos y achaquen las enfermedades y muertes de sus hijos a la insalubridad de la casa en la que conviven las personas, las gallinas, diez conejos, cuatro vacas y dos cabras, todos bajo el mismo techo. O que les echen en cara, que la única agua que utilizan es la del cántaro mugriento que dejan en la despensa, junto a la cuadra. Un ánfora que deberían haber sustituido en el momento que se le rompió la tapa, pero que han seguido utilizando porque nunca han sido amigos de realizar gastos superfluos. Deberían tener el recipiente de barro junto a uno de los asientos de madera del hogar, en el hueco que desde el padre del bisabuelo del niño enfermo, está labrado a propósito. Pero lo cambiaron de sitio porque el agua no estaba fresca. Decidieron medio enterrarlo en paja, en una orilla de una despensa que carece de puerta y cuya separación con la cuadra es un dosel de tela.

Allí guardan también las viandas secas como legumbres o patatas y el azúcar con el que untan el trapo que sirve de chupete al zagal enfermo.

Que en niño tenga diarrea y fiebre, a ellos no les dice nada, salvo que son propósitos divinos que el hombre es incapaz de entender. Porque si fuera como las malas gentes del pueblo dicen, ¿por qué ellos no están enfermos también? Ellos también usan el agua del cántaro. Manuela, la madre, lo utiliza a diario para rellenar el puchero que cuece junto a la lumbre. Beber no la beben porque, como decía su abuelo, el agua sólo sirve para hacer agujeros y prefieren el vino. Un vino ácido y seco que sacan de sus majuelos. El azúcar, no lo prueban. Eso son lujos que sólo tienen para endulzar el chupete del niño. Y eso porque el vino es ácido, y el niño está enfermo que sino, ni siquiera.

Tras muchas regañinas, Manuela la madre del niño ha accedido a llevarse a su hijo a casa de su hermana Constancia. Cambiar de aires le vendrá bien han pensado en la familia.  

Tras un mes en casa de su tía, el niño ha empezado a mejorar. Ya no tiene fiebre, las cuencas de los ojos ya no están hundidas ni tienen color negruzco y ha engordado cinco kilos. La hermana de Manuela vive en una casa sin animales. El agua permanece limpia de insectos en cántaros tapados y libres de paja. Y todos los días se cambia por agua limpia traída del manantial que sale al otro lado de la calle.

Para la familia de Manuela, la curación de su vástago es un milagro del Señor, por el que hay que volver a rezar, más y más en agradecimiento.


 

No water, Black life

 

Leo en twitter que un Obispo ha pedido que, contra la sequía, hay que rezar para que «el creador» nos conceda «la lluvia abundante» que necesitamos. Mi sorpresa ha sido mayúscula porque al buscar en Google “Obispo rezar lluvia” me ha dado 368.000 resultados. De ellos, dos en España en los últimos dos meses. El obispo de Guadalajara, el 15 de noviembre y el de Castellón en el mes de Octubre.

Podría parecer increíble que en el siglo XXI, en el que la ciencia medioambiental y meteorológica puede explicar con precisión el fenómeno de la lluvia (y hasta su aparición con exactitud) y del cambio climático, aún haya personas que crean que la sequía es obra de dios y que rezando, como diría Bécquer, volverán las oscuras nubecillas de tu balcón sus lluvias a colgar. Claro que si el propio presidente del gobierno es capaz de decir “Esto no es como el agua que cae del cielo sin que se sepa exactamente por qué”, parece evidente que este es un país dirigido por mamarrachos fetichistas.

Como ya he dicho muchas veces, vivimos en un país en el que, quienes gobiernan, no están por la labor de defender los intereses de las personas en general, sino el de los círculos de oligopolio y lobbies. No es posible entender que España estuviera ausente de la cumbre de Bon contra el cambio climático, COP23, salvo que, como Trump, Rajoy defienda los intereses de petroleras y eléctricas frente a la salud de los ciudadanos, del mundo en general, pero de su país en particular. Como tampoco es posible entender que el Ministro de Industria y Energía, defienda mantener el carbón y la energía nuclear como principales fuentes energéticas de creación de electricidad en el país con más horas de sol de toda Europa y en uno de los que, desde la edad media, se ha venido utilizando el viento como “motor” para la molienda. ¿Alguien en su sano juicio y que no esté cegado por una bandera o un charrán puede entender que Alemania nos de sopas con ondas (ocho veces más) en la creación de energía solar?

El partido del gobierno y sus satélites son los causantes tradicionales de los males del agua en este puñetero país. Han apostado durante años por el pelotazo del ladrillo y campos de golf en la costa levantina. Han apostado y apuestan por los cultivos extensivos de huerta en desiertos como Murcia y Almería con una gestión deleznable del agua: desde pozos ilegales que tradicionalmente han regado por inundación, hasta los modernos riegos por goteo que consumen menos agua pero más de lo que nos podemos permitir. Consideran que los cauces de los ríos son ambientalmente prescindibles, explotándolos hasta su desaparición. Yo, que ya tengo unos años, estudiaba en la escuela que el Segura era el sexto río más importante de España. Hoy es un cauce inexistente. El Tajo lleva el mismo camino. Hasta un periódico de la categoría de Le Monde se hace eco de este desastre. Mientras, el gobierno de este país de banderas y boinas, sigue enviando la poca agua embalsada hacia la huerta murciana. España se está desertizando. Y no sólo porque cada vez llueva menos. La sobre-explotación de los ríos también es causa del cambio climático y de la falta de lluvias. Durante años hemos ido revertiendo la masa forestal para aumentar los campos de cultivo. Durante años, hemos aumentado el regadío en detrimento de los cultivos de secano. Durante años hemos ido tapando arroyos, desforestando caminos, quemando ingentes cantidades de masa forestal y ahora, en lugar de preguntarnos el porqué de esta enfermedad y poner soluciones drásticas, algunos prefieren creer que el hombre no tiene nada que ver y que son designios divinos y por tanto rezar es la única solución plausible. ¡Tontos! Un país que financia con más presupuesto a la iglesia católica que la investigación científica, es un país abocado a la muerte segura.

Estos días, estamos viviendo en Madrid y en otras ciudades importantes como Valladolid, Barcelona, Valencia, Avilés, etc., una situación caótica. Estamos respirando veneno. Un veneno amarillo (dióxido de nitrógeno [NO2], amoniaco [NH3], metano, monóxido de carbono, ozono) que nos produce enfermedades y un tremendo gasto a la Seguridad Social.

Pero, no somos conscientes. Seguimos sacando el coche a diario. Seguimos ciegos, sin ver más allá del momento. Seguimos abriendo el grifo sin conocimiento, pensado que el agua en inagotable. Siguen con ideas sin sentido como construir playas artificiales en el secarral castellano. Algunos siguen pensando que el agua de un río que acaba en el mar, es agua desperdiciada.

¿Qué haremos cuando se agoten los pantanos?

España se convierte en un desierto a marchas forzadas y en un erial demográfico. Corremos el peligro de despoblación por falta de agua. Como cualquier otro problema que atañe a la mayoría de los ciudadanos y en los que haya negocio para los amigos de por medio, el gobierno siempre se posiciona a favor del negocio privado y en contra del pueblo.

¡Lástima que no se hayan inventado las banderas líquidas! Porque van a necesitar muchas y aún más horas televisivas de atontamiento general, muchas tertulias de toreros rubios y de cantamañanas en criminología para evitar que la gente se dé cuenta de que tiene sed.

Que sigan mirando el dedo y sacando santos. Llover no lloverá pero al menos tendrán a la idiocia entretenida.

 

Salud, república, laicidad, conciencia ecológica y más escuelas.

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