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No somos insumisos

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análisis

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En pocos días el calendario fijará el retorno a las aulas de cientos de colegios, institutos y centros educativos que detenidos en el mes de Marzo cerraron las puertas frente a la erupción de un virus , el Sars Cov 2 que ha ocasionado la muerte de más de 45.000 personas en nuestro país. Así, la llegada de este nuevo desafío, llevó a nuestro país y al mundo al enfrentamiento con un enemigo microscópico en una batalla que aún hoy se está librando con pérdidas humanas, económicas, sociales y de impacto directo al modo de vida de la propia humanidad.

La improvisación, la adaptación, la aceptación  y la acción de esta nueva realidad han sido así las palabras que han perseguido a nuestra sociedad en su conjunto en los últimos meses en la generación de una eufemística  “nueva normalidad” que poco tiene de normal. Hoy, España en su conjunto vive el impacto de una segunda ola, esa que avisada en el mes de Junio por la comunidad científica  y  diferentes organismos nos ha vuelto a golpear con dureza originando  altas tasas de contagio y el aumento exponencial de muertes, personas hospitalizadas y la imposición de nuevas restricciones: La limitación de reuniones a 10 o 6 personas dependiendo las comunidades autónomas,  la obligatoriedad de la distancia de seguridad entre personas de al menos metro y medio en espacios abiertos o la obligación de la utilización de mascarillas obligatorias entre otras actuaciones han venido a fijar un panorama claro de lucha contra un virus que se encuentra presente hoy en nuestro día a día y frente al cual no se ha logrado una victoria.

Es aquí, donde la vuelta a los colegios se presenta en el escenario de miles de familias de nuestro país, pero ante el cual las dudas, la incertidumbre y los miedos lógicos ante la falta de previsión y de seguridad en las aulas en nuestro país se presentan como ingredientes de una acción de oposición de quienes ante todo ven en la defensa de la salud de sus hijos e hijas y de sus familias un elemento primordial.  Y es que, en los últimos días, el debate en la opinión pública, la intervención de las administraciones públicas y de los poderes institucionales han venido a desdibujar la realidad sobre una postura clara por parte de los padres y madres de nuestro país: Educación sí, pero con seguridad y adaptada a las circunstancias de una pandemia global. Educación sí , presencial y a distancia, a primera con medidas apropiadas de seguridad y la segunda opcional para las familias que por sus circunstancias sanitarias, personales, profesionales y familiares puedan llevarlo a cabo con certeza educativa para los menores.

Nadie, niega así hoy la importancia de la educación para los menores de nuestro país, ni siquiera la renuncia a la formación presencial o la adopción de la única vía de la formación online o a distancia como el único camino. Nada más lejos de la realidad, esa en la que parecen querer encasillarnos quienes de los poderes públicos  vienen a dibujar al movimiento de padres y madres por un retorno seguro a las aulas como alarmadas familias con un exceso de miedo injustificado o impulsores de medidas generadoras de brechas socioeducativas. Ni una cosa ni la otra, ni alarmismo ni insumisión, sólo responsabilidad. Obligación inherente a la propia responsabilidad de los padres, las madres y las familias que observamos hoy la incoherencia de una administración pública  que obliga a la adaptación de medidas de reducción de contactos sociales  en el día a día y  que por el contrario quieren obligar a las familias a la asistencia de los menores a los centros escolares, esos que hoy siguen igual que en Marzo cuando fueron cerrados. Sin medidas de distancia  de seguridad entre pupitres, sin sistemas de ventilación específicos para la lucha contra el Covid19 – irrisorio es ver protocolos que indican que se abran las ventanas como medida de limpieza únicamente- ,  con ratios de 20 a 25 alumnos/as en espacios cerrados,  con aulas de pocos metros,  sin inversión en profesorado y sin muchísimas otras medidas que la propia administración ha aplicado al resto de la actividad social en nuestro día a día pero que parecen no ser necesarias para la actividad escolar ¿será que el virus al ver el letrero de los centros educativos no entra por respeto? .

Tal vez no seamos conscientes hoy del aumento de una tasa de contagios que de afectar – aún en menor grado – a los menores  o profesorado como riesgo plausible conllevará el impacto de la pandemia en  los núcleos familiares donde la existencia del riesgo vital estará multiplicado. Y esta afirmación no es alarmismo, es fruto incluso de las declaraciones de administraciones públicas como la de Andalucía o de la de Madrid que han manifestado en boca del Consejero de Educación Javier Imbroda y de la Presidenta de la Comunidad Madrileña Isabel Díaz Ayuso la certeza de los contagios y brotes en los centros educativos.

Pero, aún con todo, surgen aún más dudas en el seno de la comunidad educativa y en las familias, en los padres y madres de nuestro país que no entendemos cómo es posible  que ante la posibilidad de  estos contagios y la utilidad de espacios públicos que  podrían ser reconvertidos en  aulas  sin requerir inversión y que podrían servir para desdoblar las clases a ratios de 10 a 15 alumnos/as: Centros Cívicos, bibliotecas, espacios municipales de otra ámbito, la respuesta de la Administración pública sea el silencio, ese que no responde a una pregunta ¿El problema es de espacios o de inversión económica en profesorado que haga posible la existencia de un retorno presencial seguro a las aulas de nuestro país?. Tal vez, la evidencia dura y clara sea que nos condenan a la asunción del los riesgo de un retorno a las aulas “ Low Cost” con la suerte de quien juega a una ruleta rusa de difícil resultado.

Por todo ello, ni insumisión, ni alarmismo ni absentismo provocado, hoy por contra, los padres y madres de nuestro país pedimos responsabilidad , inversión educativa y seguridad elementos que unidos a una adaptación de las aulas a la realidad que queramos o no está presente, la de la pandemia del Covi19 debe llevarnos a adoptar el sistema educativo a la nueva realidad, igual que hemos hecho en otro orden de cosas en nuestro día  a día , en el ocio,  la  cultura, la empresa, los entornos laborales e incluso en la actividad política con teleconferencias de presidentes, distancias de seguridad y reducción de asistencia a actos públicos o políticos. 

En definitiva, esperemos que la maquinaría de la administración pública del miedo, esa que en los últimos días ha optado por su despliegue masivo y  de respuesta para la represión de los movimientos de padres y madres o de la comunidad educativa que pedimos educación sí pero con garantías, cese en el intento de aplicar protocolos de absentismo – ilógicos en las circunstancias actuales y a tenor de la multiplicidad de argumentos esbozados-  frente a las familias que sólo miramos con responsabilidad por el futuro, la vida y la salud de nuestros/as hijos e hijas, esos que no asistirán a los colegios , institutos y centros educativos mientras los poderes públicos hagan lo que tienen que hacer: Defender a la ciudadanía y cumplir con sus obligaciones, entre ellas garantizar la vida, el derecho a la salud y la protección de quienes les votamos cada cuatro años , esos que hoy estamos tomando nota de su actitud.

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