El gobierno de derechas de Andalucía, el famoso ‘trifachito’, está dando muestras evidentes de lo que le espera al país si Pablo Casado llega a la Moncloa el 28A. De entrada, el gabinete de Juan Manuel Moreno Bonilla ha eliminado el impuesto de sucesiones para que los ricos paguen menos. Acto seguido, ha subido 14 euros al mes por niño las plazas de guardería y ha recortado las horas docentes a seis, demostrando así que el mantra de la derecha de que es preciso apoyar a las familias no era más que un eslogan de campaña. Pero es que además, para terminar de rematar la faena neoliberal, el Ejecutivo andaluz ha decidido aplazar la presentación de los presupuestos autonómicos hasta después de las elecciones del 28 de abril, una medida que hace sospechar cuáles son las verdaderas intenciones del gabinete de Moreno Bonilla: un nuevo tijeretazo al gasto social, más recortes, menos dinero para el Estado de Bienestar.

La derecha ha asomado la patita a la andaluza, por debajo del vestido de sevillana, y lo que está ocurriendo ya en San Telmo es el preludio de lo que podría suceder si el PSOE no lograse reunir una mayoría suficiente para gobernar y Casado fuera investido presidente con el apoyo de Ciudadanos y Vox. Resulta evidente que el candidato popular tiene una agenda oculta, o quizá no tan oculta, ya que ha dado varias pistas en esta precampaña sobre su programa real si llega a gobernar. Su populista y demagógica propuesta de bajar los impuestos, lejos de generar certidumbre y seguridad, debería sembrar de inquietud en todo el país, ya que cuando el PP habla de tocar los tributos (casualidades de la vida) siempre es para beneficiar a las rentas más altas, a los que más tienen, de forma que paguen menos, mientras el grueso del IRPF termina recayendo sobre las clases medias y trabajadoras.

El discurso ‘trumpista’ de que se pueden rebajar los impuestos sin menoscabar el gasto público en servicios sociales como la sanidad y la educación no solo es una falacia ideológica, también es un imposible. Un Estado democrático de derecho solo se puede sostener en la medida en que quienes más tienen más contribuyan, según los principios de redistribución de la riqueza, progresividad, equidad y justicia fiscal. Pero parece que Casado, ese político que no solo toca el bajo, sino que apunta a perfil bajo, ya ha puesto la directa a un nuevo plan de recortes para la próxima legislatura. Recuérdese lo que sucedió cuando Mariano Rajoy llegó a la Moncloa en 2011. El registrador gallego alcanzó el poder con el mismo discurso que ahora pone en juego Casado: bajar los impuestos, contener el déficit, austeridad y reducción del gasto social. A los pocos meses, los españoles empezaron a sentir en sus carnes las consecuencias de un determinado tipo de políticas y a notar el frío de las tijeras de Mariano. El Estado de Bienestar, construido tras 40 años de sacrificios de los trabajadores, sufrió el mayor retroceso desde que se instauró la democracia.

El 20 de diciembre de 2011 Rajoy fue investido presidente del Gobierno y el 21 juró su cargo ante el rey. No tardó ni diez días en acordar una fuerte reducción del gasto público para controlar el déficit presupuestario, tal como exigía Bruselas. El cuerpo le pedía aplicar con urgencia el ricino neoliberal. Después ya sabemos lo que ocurrió: la reforma laboral de 2012 que condenó a la precariedad y a la pobreza a millones de personas; la congelación de los sueldos de los funcionarios; la pírrica subida del 0,25% de las pensiones; el estancamiento del salario mínimo interprofesional; y finalmente una fuerte subida de los impuestos en contra de lo que había prometido en la campaña electoral. Mariano nos había dado gato por liebre gracias a su plan B, al programa subterráneo que solo él y sus colaboradores conocían de primera mano.  Y es que la cabra siempre tira al monte ultraliberal.

Como era de esperar, las criminales políticas de ajuste, que se cebaron con la sanidad y la educación, no sirvieron para frenar una segunda recesión (2011- 2013) ni para impedir que un millón más de españoles terminaran en la cola del paro. Desde que el PP comenzó a gobernar, España pasó de 5,2 millones de parados al récord histórico de 6,2 en marzo de 2013 (con una tasa de desempleo del 27,1% y otra de paro juvenil del 57,22). Por supuesto, todo era culpa de la maldita herencia de Zapatero.

Rajoy tenía una agenda oculta que como es obvio no hizo pública durante la campaña electoral. Ningún candidato gana unas elecciones diciéndole al pueblo que las va a pasar canutas. Ningún gobernante llega al poder anunciando a millones de personas, sobre todo de las clases más desfavorecidas, que van a lamentar haber nacido tras ver cómo se arruinaban de la noche a la mañana. Solo cuando llegó a la Moncloa, Rajoy dijo la verdad con toda su crudeza: “Los españoles hemos llegado a un punto en que no podemos elegir entre quedarnos como estamos o hacer sacrificios. No tenemos esa libertad. Las circunstancias no son tan generosas. La única opción que la realidad nos permite es aceptar los sacrificios y renunciar a algo; o rechazar los sacrificios y renunciar a todo”. Lamentablemente, los sacrificios los hicieron los de siempre, los de abajo, mientras el número de ricos se incrementó durante los años de la crisis, la desigualdad alcanzó una brecha insalvable y la banca siguió ganando dinero después de ser rescatada con 60.000 millones de euros de dinero de los españoles.

La agenda oculta de Casado, que por cierto tampoco va por ahí pregonándola a los cuatro vientos en sus mítines políticos por todo el país, no difiere demasiado de la de su antecesor. Prueba de que esa agenda existe es que a Casado le entra un grave ataque de asma cada vez que Pedro Sánchez firma un nuevo decreto social. Es como si al PP le doliera en lo más íntimo ver que la vida de millones de españoles mejora gracias al dinero público. El guion se repite. Estamos ante la misma película neoliberal que venimos viendo desde 2008. Próximamente de nuevo en sus pantallas: Casado Manostijeras (con el permiso de Abascal y Rivera).

2 COMENTARIOS

  1. Señor Casado lo tiene crudo para reparar el daño que an echo los Rajoy de Guindos y etcétera llamase banco popular-Santander el robo de guante blanco con la complicidad política.

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