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No a la mili, nunca más

Juan-Carlos Arias
Juan-Carlos Arias
Agencia Andalucía Viva. Escritor
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análisis

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‘No hay atajos para la paz. La paz es el camino’ Mahatma Ghandi

El reciente anuncio del presidente galo, Enmanuel Macron, de cumplir su programa electoral retomando el servicio militar obligatorio (SMO) conmovió a la sociedad francesa. El paralelo aumento del gasto militar encontró seria oposición hasta entre quienes apoyan al Presidente que laminó el bipartidismo francés. La polémica traspasó los Pirineos. Pero antes las propuestas de Macron se dulcificaron añadiendo ‘civico’ al servicio de armas y reduciendo a un mes la prestación forzosa. La propuesta inicial ya balbucea a la deriva.

De inmediato, en la piel de toro tertulianos sabelotodo, expertos en lo que haga falta, militares en la reserva o jubilados y economistas del bien y del mal entraron al trapo crispando un debate que parte de un dato objetivo. El SMO fue suprimido por el Presidente Aznar en 2001 tras la avalancha de insumisos que ya sufría su antecesor Felipe González (1982-1996). El sevillano admitió sobre ellos: ‘nos llevan a un callejón sin salida’.

Desde 2001 el ejército español es profesional, está a dieta tras aflorar barrigas legionarias, se rejuveneció desprendiéndose de ‘chusqueros’ y brilla en misiones internacionales supuestamente ‘de paz’. Es parte que cuenta de la OTAN por nuestra geo-estratégica posición y sufre carencias presupuestarias al tiempo que opera con armamento y unidades infradotadas según sus técnicos. En su favor cuenta, además, con la UME (Unidad Militar de Emergencias) que salvó miles de vidas en catástrofes dentro y fuera del territorio español desde su creación en 2005 por el presidente Rodríguez Zapatero (2004-2011).

Hagamos historia. La ‘mili’ española pivota sobre idénticas desigualdades que encontramos en los campos de batalla, la política, los negocios y las carteras que se arrimaron las cúpulas sociales de los últimos siglos. En la Edad Media las ‘Hermandades’ fueron semilla en el servicio obligado de armas al regente para conquistar tierras, perseguir bandidos o buscar favores en el escalafón cortesano. Ya había jefes, logreros y furrieles.

Felipe II en Cédula de 1598 reclutó forzosamente a hombres de 15 a 50 años. Sólo un 10% recibía la ‘soldada’, rancho y salario. Ese ejército selectivo de aguerridos súbditos sirvió a los Austrias y primeros Borbones en sus aventuras coloniales, alianzas internacionales y marcar terrenos imperiales. Carlos III creó el SMO afianzando la recluta. La escasa aceptación social, especialmente en el norte español, de la militarización obligatoria se mezcló con la posibilidad de pagar para excluirse de la inexcusable recluta.

Esa realidad, a la par que incómoda verdad, hizo que las clases menos adineradas prestaran en exclusiva tan ‘patriótico’ servicio al soberano de turno. La excepción para vástagos de nobles y burgueses era convertirse en oficiales y jefes militares mientras el clero bendecía las almas del combate. Todos, clérigos y milicia,  rezan al cielo obviando la sangre terrenal.

El siglo XIX convirtió a los antiguos ‘quintos del Rey’ en soldados forzosos durante  4 años. Antes, el SMO era nada menos que de 8 años. El siglo XX redujo a 3 años la ‘mili’ excepto si se pagaba la ‘redención en metálico’, lo que instituía oficialmente ‘dispensa’ a servir a la patria. Estos pagos fabricaron corruptos entre alcaldes que manipulaban padrones, médicos que certificaban falsas enfermedades, familiares de militares y ‘conseguidores’ en una España agonizante del imperio colonial.

El Presidente Canalejas  en 1912 trató de paliar los agravios del SMO. La fórmula fue ingeniosa: Pagando 1000 pesetas sólo se servían 10 meses; con 2000 pesetas, 5 meses. A quienes no pagaban le esperaban 3 años de SMO. Recordemos que, por entonces, la peseta era de plata. Era, en todo caso,  mucho dinero tal ‘dispensa’; una libranza sólo al alcance de pocos.

El siglo XX comenzó con el auge del anarquismo, izquierdismo y luchas obreras. Albergaron apoyo a quienes no quisieron ir a la sangría del protectorado español en Marruecos. La ‘Semana Trágica’ de 1909 en Barcelona rebeló a madres y padres que descartaban mandar a sus hijos a la carnicería. Antecedió al desastre de Annual (1921) que coronaba el declive de un ejército decrépito que entregó Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898.

Los Rifeños, apenas sin armas, humillaron a un ejército con más mando que tropa. La guinda la puso el mismo Alfonso XIII calificando de ‘gallinas’ a sus soldados. Mientras, algunos Generales contemplaron la poltrona como premio a la victoria bélica. Primo de Rivera seguía los pasos de Pavía cuando implantó una Dictadura benévola de obra pública que hasta solventó el conflicto marroquí con el Desembarco de Alhucemas en 1925. La asonada la repite Sanjurjo en 1932, sin éxito, contra la IIª República (1931-38). Le imita Franco con demasiada sangre y odio acompañado  de sus africanistas más curtidos en una Dictadura (1939-1975) que fragmentó España entre vencedores y vencidos. Creó las dos Españas que escribió Machado: la del ferrolano nos heló el corazón.

El SMO franquista redujo el tiempo en filas aunque repitió vicios del pasado. Ser hijo de viuda, familia de militar, tener alguna enfermedad real o inventada era pasaporte para obtener ‘la blanca’, cartilla que cumplimentaba el servicio de armas. Si bien no había ‘dispensa’ pagadera sí había lotería con excedencias de cupo y ‘enchufados’ que nadie conocía en cuarteles aunque aparecían en listados de tropa.  De todas formas, para muchos mozos hacer ‘la mili’ era salir del pueblo, del microcosmos familiar, aprender a leer, una profesión, operarse de fimosis, vacunarse u obtener licencia de conducir.

Sin embargo, para el colectivo LGTB, huérfanos, padres, trabajadores, estudiantes universitarios, opositores, o reacios al franquismo el SMO era un tormento que hacía perder años en la mejor época de la juventud. La pesadilla, además, podía ser traumática.

Es de Justicia señalar un dato invisible, que intencionadamente se hurta a la historia  por la influencia clerical entre los militares. La valentía insumisa de los Testigos de Jehová durante el SMO franquista fue callada y coherente. Miles de sus fieles penaron años en inmundos castillos su delito: aversión a la guerrera, a las armas y a aprender a matar a sus congéneres.

Muerto Franco, la ideología contraria al SMO la coronan objetores de conciencia desde tiempos del Presidente Suárez (1976-1981). Proponían la desobediencia civil no-violenta. Miles de objetores fueron encarcelados junto a delincuentes y terroristas. Nadie sabía qué hacer con opositores a servir su país empuñando armas sin contemplar otras labores en tiempos que el ejército es más tecnología que tropa, más alianza que estado, más inteligencia que soldadesca. Seremos coloquiales: más maña que fuerza.

Una prestación social sustitutoria (PSS) reguló en 1984 restrictivamente la alternativa al SMO. A la postre eran más meses en servicios comunitarios que en cuarteles. Tamaña injusticia multiplicó la insumisión sobre la objeción. El castigo estaba en la norma.

Rebelde ante tal desvarío legal el firmante consumó insumisión exiliándose en Venezuela tras declararle prófugo por incomparecencia en un cuartel. Mediaba orden de búsqueda y captura policial. Hablamos de tiempos constitucionales con régimen democrático. Ser insumiso hurtaba hasta el pasaporte, que le fue retirado en el Consulado de Caracas a cambio de un salvoconducto para incorporarse al cuartel español. Erre que erre. El disparate se solventó tras acreditarse residencia venezolana. Al ‘supuesto’ ciudadano se le restauraron la libertad de movimientos y derechos.

Desafiar al SMO cuando languidecía salía muy caro y hundía vidas entre rejas, creaba fugitivos y miles de exiliados en países americanos y europeos a quienes costaba acercarse a representaciones consulares españolas atestadas de ‘agregados militares’ con estatus diplomático que perseguían,  espiaban y chantajeaban a los insumisos.

Hoy por hoy nadie apuesta por el SMO excepto algunos nostálgicos que confunden francachelas etílicas y de porretas, novatadas impúdicas, gamberradas cuarteleras o privilegios con un servicio al estado que supuestamente les protege de un enemigo que nadie ve ya, en el siglo XXI, alineado en posición de ataque, desfilando victorias o mostrando poderío

La ‘guerra moderna’, si se permite tal licencia, no se libra ya con métodos conocidos de ataque y neutralización o defensa y ofensa. La ‘seguridad nacional’ inequívocamente ahora es luchar el terrorismo global que plasma ciberataques desde cualquier punto del globo o ataques suicidas con lobos solitarios a ‘civiles’, no a ejércitos, en cualquier aglomeración humana.

Así, los cuarteles son presa de la especulación inmobiliaria, no centran actos castrenses. Los oficiales del ejército equivalen a ingenieros en academias donde lo empírico sobrepasa banderías y golpes de pecho patrióticos. Las alianzas militares, la ONU y otros órganos transnacionales centran en lo humanitario sus desvelos aunque es relativa su eficacia por la hambruna, plagas, millones de refugiados a la deriva y batallas silentes aunque ‘vivas’ en Oriente Medio, África y ex repúblicas soviéticas.

De otro lado, los antaño insumisos no concebimos ya un ejército como al que combatimos pacíficamente. Servir al país ahora es ser cívico, solidario,  tributar, tolerar y luchar el bien común. Más allá de tales tareas no caben más patriotas que sólo cacarean con iconos y banderas su supuesta valentía guerrera en una lucha, en una guerra que jamás conocieron de cerca. De lo contrario, correrían turbados y atrapados por el miedo a fenecer

La ‘mili’ que enterró un Presidente de la derecha rancia, el que sustanció el ‘Trío de las Azores’ junto a Blair y Bush mientras alababa la literatura de concordia de su antecesor Azaña, es historia. Es tan paradójica como lo señalado de Aznar: la ‘mili’ ganó, o perdió tiempo a quien la hizo.

Quienes quieren resucitar el SMO pertenecen a un pasado que hizo soldados a los que carecían de padrinos, ‘enchufe’ o dinero suficiente para ser patriota sin vestir de soldado. El SMO entrañaba estar listo para la guerra, usar armas que asesinan o violentar voluntades que quizá detestan los conflictos no declarados.

El ser humano per se no precisa, en los días actuales, sobrevivir matando a sus iguales. Al Mahatma Ghandi nadie lo desmintió tras escribir que el ‘ojo por ojo nos dejará ciegos’. La Justicia, pugnar por la Paz y el diálogo con mayúsculas y garantías son las mejores armas contra la guerra y la violencia….. Aunque los tiempos actuales lo relativizan todo. Por cierto, en muy poco tiempo.

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