No hay alternativa

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No hay alternativa, respondía Thatcher cuando arreciaban las críticas. There is no alternative. La interiorización masiva del memorándum no hay alternativa marchita la esperanza de que otro mundo es posible.

La lectura que se ha realizado al acto organizado por el Consell per la República en Perpignan, ha sido la de acusar a los independentista de vivir en una realidad paralela, en una realidad virtual. Afirmar que están desconectados de la realidad. En definitiva, repetir el mismo eslogan de que no hay alternativa. Espantados por el escarnio que genera ser acusados de desconectar de la realidad, de ser unos ilusos, los encargados de llevar adelante las iniciativas más avanzadas (las fuerzas de izquierdas) se afilian al posibilismo de la Realpolitik, no sea que los votantes concluyan que tienen los pies separados del suelo.

El concepto de realidad siempre se emplea como la antítesis de la ilusión, de la quimera. En el libro El principio esperanza de Ernst Bloch escrito entre 1938 y 1947, durante el exilio del filósofo en los Estados Unidos de América, y luego reelaborado tras su retorno a Alemania .entre (1954 – 1959), que consta de tres tomos y está distribuido en cinco partes, el autor rastrea las rupturas de Ia finitud a partir de las experiencias de futuro encarnadas en Ia esperanza.

Bloch argumentó que la utopía, la ilusión no sufre ninguna falta de realismo, que mantiene una comunión íntima con la realidad, ya que ésta es cambiante, transformadora y abierta. Vista así, la quimera de Perpignan expresada con las palabras del President Puigdemont: “Catalans preparem-nos a començar una lluita definitiva” aparece como la expresión más fiel de la realidad. La tesis de Bloch era que el deseo utópico concreto, bien canalizado, no pretende evadirse de la realidad, sino transformarla. La utopía se justifica mostrando cómo contribuye a mejorar la sociedad. ¿Y cómo se muestra esto? Con relatos históricos que ilustran cómo las ideas que fueron catalogadas de ilusiones vanas en su día (derechos de las mujeres y de los trabajadores, libertad de prensa, sanidad universal, la misma democracia, los derechos humanos…) crearon un mundo mejor cuando se materializaron.

La búsqueda por lo mejor continúa, por mucho tiempo que duren los obstáculos que el Estado oponga. Si lo deseado tiene lugar, va a sorprendernos de todas maneras la noche. Quizá viene algo obscuramente pretendido, lo que buscamos y nos busca a nosotros. Su verificación transforma y mejora todo.

Esperanza. Es el concepto nuclear del imponente sistema filosófico que construyó Ernst Bloch. Y desde ese sistema nos llega un susurro fundamental, un consejo decisivo. Oigámoslo: el desafío del ser humano es saber esperar.

Bloch marca un camino contrario al de la renuncia. Más heroico. La esperanza sería la esencia de la condición humana (y no solo de la humana). Pero no sería una esencia negativa, sino algo que abriría nuevos horizontes: una salvación, digamos, expansiva y, a la vez, puramente terrenal. Social, en el sentido marxista.

Pasar a la ofensiva teniendo el convencimiento de que el mundo podría ser de otro modo. Desactivar la patraña de que no hay alternativa. Sin dejar avasallarnos por el fatalismo, el derrotismo y la inanición. Y pensar que la ilusión es siempre una traición al orden vigente (no hay alternativa)

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