Brasil es un país que se vanagloria por tener las cosas ‘mais grandes do mundo’, y así se enumeran muchas situaciones que comprueban tal afirmación. En su momento el Maracaná fue el estadio más grande del mundo, es la selección de futbol más ganadora de la historia, y últimamente lo es por su realidad política.

Desde el regreso a la democracia en 1985, enjuició políticamente a dos de sus presidentes, Collor de Melo y Rousseff, y ahora avanzó judicialmente contra gran parte de sus principales políticos y empresarios que pareciera que si no renuncia, se encamina a realizarle el impeachment a un tercero, Temer… que curiosamente ocupa el cargo de presidente tras la destitución de Dilma por el mismo procedimiento. Parece entonces que Brasil también se llevará el título de ‘o maior fabricante de julgamento do mundo’.

Las últimas declaraciones de uno de los mayores empresarios brasileños en los que acusa al actual Presidente de la República de avalar el pago de sobornos por parte del empresariado a diferentes políticos para garantizar la impunidad contextualizan la realidad política del gigante del sur, dado que están saliendo a la luz un entramado de corrupción del que pocos pueden mostrarse al margen. Como una suerte de posmodernismo político en Brasil el eje político no se sitúa entre izquierda y derecha sino entre honestos y corruptos, puesto que las acusaciones y las pruebas trascienden una ideología y la coima se convirtió para muchos en su verdadera ideología.

Casi todos los partidos políticos están implicados en una matriz corrupta que planteaba un esquema ganar-ganar entre empresariado y dirigentes políticos y esquema perder, siempre perder, para la ciudadanía, que miraba atónita como la riqueza de la sociedad se dilapidaba hacia los bolsillos de los delincuentes.

Pero esta vez parece ser diferente a las anteriores. Esta vez no hay dos sectores en pugna avalando o rechazando el enjuiciamiento al primer mandatario. Según encuestas recientes, el 98% de los brasileños quiere que Michel Temer deje de ser Presidente, ya sea por su renuncia, que es la opción más apoyada, o por destitución.

Mientras tanto, el Gobierno Temer hace todo lo posible por permanecer en el poder, desde desconocer las peticiones de renuncia del Presidente hasta la militarización de la capital para impedir las protestas ciudadanas que exigen el apartamiento del primer mandatario. Mientras Temer afirma públicamente que no renunciará, se presentaron 16 pedidos de juicio político ante la Cámara de Diputados, y los principales dirigentes políticos lo dan por renunciado, al punto que tres de los ex Presidentes, los más representativos y de mayor reconocimiento, estarían planificando el día U, es decir, el día después de T.

Luiz Inácio da Silva, Fernando Henrique Cardoso y José Sarney, en representación del Partido de los Trabajadores, Partido de la Social Democracia Brasileña y Partido de Movimiento Democrático Brasileño, respectivamente, están planificando el Brasil que viene tras la caída de Temer. Mientras el PT plantea una elección directa que requeriría una enmienda constitucional previa, porque se sabe ganaron de la contienda, los dos restantes partidos plantean una salida institucional de acuerdo al orden constitucional vigente, es decir eligiendo a un ciudadano para ejercer como Presidente hasta la culminación del mandato. Para estas fuerzas el candidato principal es el presidente del Tribunal Supremo Electoral, Gilmar Mendes, que además debe examinar a partir del próximo 6 de junio una denuncia para anular el resultado de las elecciones de 2014, en las que fue reelegida la fórmula Rousseff-Temer.

Pero mientras esto ocurre, los países de la región que tan preocupados se muestran respecto a la situación venezolana, nada hacen para el caso brasileño. Sin pretender establecer paralelismos ni equivalencias entre ambas situaciones, no se puede obviar que la realidad de Brasil es de tal gravedad que amerita reacciones más enérgicas que las acontecidas hasta el momento.

Los Estados vecinos miran sin ver, escuchan sin oír y hablan sin decir. Son todas reacciones políticamente correctas para el mantenimiento del status quo, sin buscar soluciones sustentables a la realidad que están viviendo Brasil y los brasileños. ¿Pueden decir estos representantes nacionales de las restantes naciones americanas que Brasil cumple con el artículo 4 de la Carta Interamericana Democrática que establece que ‘son componentes fundamentales del ejercicio de la democracia la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto por los derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa.’? Acaso se cumple en Brasil el artículo 5 de la misma Carta que afirma que ‘el fortalecimiento de los partidos y de otras organizaciones políticas es prioritario para la democracia. Se deberá prestar atención especial a la problemática derivada de los altos costos de las campañas electorales y al establecimiento de un régimen equilibrado y transparente de financiación de sus actividades.’ cuando está en pleno cuestionamiento el financiamiento de los partidos políticos y los políticos?

¿No es momento que los Estados Miembros de la Organización de Estados Americanos actúen de acuerdo al artículo 20 de la Carta Interamericana Democrática y que convoquen al Consejo Permanente para realizar una apreciación colectiva de la situación y adoptar las decisiones que estime conveniente.’? ¿No es momento que lo haga el Secretario General? ¿Se puede hablar de funcionamiento del sistema democrático en dónde el Presidente dela República está acusado de avalar el pago de coimas para garantizar el silencio, y por ende la impunidad, de quien comandó desde el Parlamento la destitución de la Presidente anterior?

Pero es claro que Brasil no es Venezuela, ni política ni económicamente. En términos políticos tiene mayor sintonía con los restantes gobiernos de la región y en términos económicos, representa el 21% del PIB de los países miembros de la OEA, sólo superado por Estados Unidos, y el 49,5% del PIB de los países sudamericanos. Por lo tanto es sumamente difícil que alguno de los países vecinos alcen la voz para enfrentar a Brasil, aunque pareciera ser que razones sobran.

Por lo tanto los países vecinos apuestan por el sostenimiento de Michel Temer hasta la realización de las elecciones presidenciales previstas para el domingo 7 de Octubre de 2018. ¿Podrá llegar hasta entonces? ¿Qué ocurrirá cuando la crisis económica que, producto de la crisis política, parece cernirse sobre Brasil y sus consecuencias se derramen a sus socios y vecinos? ¿Seguirán sosteniendo el status quo o Temer será el tercer Presidente brasileño en someterse a un impeachment?

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