La onubense Rocío Galán (Matalascañas, Huelva, 1980) compagina sus dos pasiones, la literatura y la pedagogía, en su cuento Abril Dedil (Punto Rojo), la historia de una niña ninguneada por todos sus compañeros, “inmensamente triste”. Galán nos descubre a través de esta bella y entrañable historia la forma de lograr ser más empático como el camino propicio que lleve a la tolerancia y la solidaridad entre todos. No resulta tan difícil, aunque a veces lo hagamos creer así. Si no lo creen, lean Abril Dedil y lo comprobarán.

 


 

Literatura y pedagogía enfocada a niños son sus dos grandes pasiones. Y su cuento infantil Abril Dedil parece un fiel reflejo de ambas. ¿Satisfecha con el resultado final?

Cuando comencé a escribir la obra tenía dos objetivos claros. En primer lugar, crear una historia atractiva para los lectores, que despertara su interés por seguir leyendo. Debemos ser cuidadosos a la hora de elegir un cuento para nuestros alumnos o nuestros hijos, ya que en estas edades en las que están descubriendo la literatura, si le damos un libro que no les entusiasme demasiado, estamos desaprovechando la oportunidad de que desarrollen su amor por los libros. Y en segundo lugar, ayudar a desarrollar en los lectores la empatía. Esa capacidad de ponernos en la piel de los demás, de llegar a comprender y compartir sus sentimientos. Estoy convencida de que si todos fuésemos más empáticos viviríamos en una sociedad más respetuosa, más solidaria y más tolerante. Sí, muy satisfecha, por la gran aceptación que está teniendo la obra entre el público infantil-juvenil y también entre el profesorado y padres/madres. Ya son muchos los centros de Educación Infantil y Primaria que cuentan con ejemplares de Abril Dedil en sus bibliotecas.

 

¿Quién es, a grandes rasgos, la niña protagonista?

Abril es una niña de nueve años, inmensamente triste, debido al rechazo y exclusión que sufre por parte de su grupo de iguales. No tiene amigos y tiene que soportar a diario las burlas de sus compañeros de clase, que la llaman Abril Dedil.

 

Es una firme defensora de la literatura como catalizadora de una reconquista de valores perdidos ya desde la más tierna infancia. ¿Por qué cree que es la herramienta idónea para hacer ver a los niños que otro mundo mejor sí puede ser posible?

Porque no conozco a ningún niño al que no le guste que le cuenten una historia. La literatura nos ofrece la posibilidad de transmitir valores, de una forma implícita y al mismo tiempo lúdica. Nuestros niños no leen para aprender, sino para divertirse. El objetivo ha de ser ofrecerles lecturas atractivas, que los “enganchen” desde el principio, en las que se sientan identificados, experimenten emociones y vivan experiencias cercanas a su realidad. Solo así se impregnarán por completo de esos valores que estamos intentando transmitirles.

“Las personas no sólo somos una nómina, somos hijos, parejas, amigos, padres…”

 

¿De verdad constata que nuestros niños y jóvenes de hoy ya han perdido la perspectiva de valores intrínsecamente humanos como la honestidad, la amistad, la solidaridad, etc.?

No, no digo eso, digo que en nuestra sociedad, se han perdido estos valores, y debemos recuperarlos para nuestros pequeños. Vivimos en una sociedad marcada por la violencia, el egoísmo, los prejuicios, el materialismo, la intolerancia… y pienso que todos tenemos nuestra parte de responsabilidad en esto. Todos podemos aportar nuestro granito de arena, para construir esa sociedad en la que deseamos que crezcan nuestros hijos.

 

Estos niños no dejan de ser fiel reflejo de lo que sus mayores son hoy mismo, es decir, nosotros los adultos. ¿Qué hemos hecho mal, qué estamos haciendo soberanamente mal?

Considero que hemos descuidado la educación emocional y ética, en pro de ciudadanos “exitosos” ¿Las matemáticas son más importantes que el respeto? Conozco a personas brillantes, con carreras exitosas que carecen por completo de habilidades sociales, incapaces de ser felices en sus ámbitos personales. Las personas no sólo somos una nómina, somos hijos, parejas, amigos, padres, vecinos, etc. Al igual que nos enseñan idiomas, deberían enseñarnos empatía, tolerancia o solidaridad. Pienso que aquí radican las principales carencias morales y emocionales de nuestra sociedad, en la falta de una buena educación integral, en la que se tengan en cuenta todos los ámbitos de la persona: cognitivo, afectivo y social.

 

¿Hasta qué punto sufren nuestros hijos, los más pequeños de la casa, las frustraciones de los adultos por unas existencias insatisfechas?

Pues imagínate, por un instante, un hogar actual, en el que el tesoro más preciado es el tiempo del que no disponemos. Los hijos experimentan cada día la sensación de que la prioridad en nuestra vida es trabajar. Trabajar para comprar una felicidad que cada vez se nos hace más inaccesible, porque vivimos en un estado constante de estrés y de malhumor, que inevitablemente descargamos con nuestra familia.

“Si todos fuésemos más empáticos viviríamos en una sociedad más respetuosa, solidaria y tolerante”

Por eso, insisto, tenemos que educar de una forma integral, para que nuestros niños de hoy sean las mejores personas del mañana. ¿Y qué es ser persona? Pues como bien indicabas en una pregunta anterior, ser persona lleva implícitos valores como la solidaridad, la honestidad, la generosidad, la tolerancia, el respeto, etc. Una persona desprovista de lo específicamente humano no es una persona. Debemos apostar por una educación personalizada, es decir, basada en todo aquello que es inherente a ser persona en todas sus dimensiones (cognitiva, afectiva y social). Y debemos hacerlo desde todos los ámbitos, desde la familia, desde la escuela, desde los medios de comunicación, y cómo no, desde la literatura.

 

¿Puede una simple funda rosa en el dedo índice de una niña no dejarla ser feliz? ¿por qué?

El dedil rosa no es el que produce su desdicha, sino el rechazo, las burlas y la falta de aceptación por parte de los demás. Todos necesitamos sentirnos respetados y aceptados en un grupo, son también notas características del ser persona. Mediante la historia de la protagonista, se denuncia una situación, en la que por desgracia se encuentran mucho niños y jóvenes en la actualidad, que tienen que convivir con insultos y agresiones por parte de sus iguales solo por ser diferentes. En Abril Dedil vemos reflejados los “antivalores” de nuestro día a día, a través de los personajes de “Las Mellizas Rojizas”, pero también el valor de la amistad, la generosidad, la bondad y la solidaridad, representados en el personaje de Hugo. La humildad, la ausencia de prejuicios, la tolerancia y el respeto, están encarnados en los personajes de La Señora Setentona y Teófila, que sabrán transmitirlos a nuestra protagonista y todos los lectores.

 

Pero llega su décimo cumpleaños y ya todo cambiará. ¿Habla de venganza o más bien de rebeldía ante las adversidades?

Pues ni de una cosa ni de otra, aunque estoy convencida de que los lectores de Abril Dedil sí desearían un buen escarmiento para las Mellizas Rojizas. Cuando cumpla los diez años, Abril descubrirá un gran secreto, que cambiará su vida para siempre. A partir de ahí, tendrá las herramientas necesarias, no para vengarse, pero sí para hacer justicia.

 

¿Se siente cómoda en el cuento como género idóneo para transmitir sus sentimientos o ya contempla dar el salto a otras herramientas literarias como la novela o la poesía?

Sí, me siento cómoda en este género, ya que, como he expresado en otras partes de la entrevista, el cambio de la sociedad comienza por la educación de los más pequeños y la literatura infantil-juvenil nos ofrece la posibilidad de entretener y educar al mismo tiempo. No descarto en un futuro otros géneros, pero a corto plazo no.

 

¿Futuros proyectos literarios? ¿cuáles?

Abril Dedil es el primer libro de una saga en la que el final aún no está escrito, así que escribir la segunda parte de Abril Dedil es mi proyecto literario más inmediato.

 

 

Abril Dedil
Rocío Galán
Punto Rojo
100 páginas
13 €

 

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