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No busco un empleo

Francisco Javier Pérez Martínez
Francisco Javier Pérez Martínez
Orientador para el empleo, la formación y el emprendimiento. Formador. Promotor del cambio. Más de 8 años de experiencia como técnico de empleo en el Instituto Aragonés de Empleo (INAEM). Orientación individual y grupal, tanto presencial como online. Objetivo: el empoderamiento de las personas en su búsqueda activa de empleo, que las haga conscientes de todo su potencial profesional y de cómo pueden aportarlo al mercado laboral al que se dirijan, siendo proactivas en su oferta de servicios profesionales.
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análisis

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En épocas de crisis como la que actualmente estamos viviendo, la búsqueda del futuro profesional es el gran caballo de batalla para miles de personas.

Es manifiesto que existen ciertos factores y prejuicios sociales que acentúan la dificultad en el acceso al empleo. La edad, el género o la cualificación profesional, constituyen algunas de las principales barreras.

A pesar de todos esos retos generales, externos a la voluntad de las personas en búsqueda de empleo, existe un factor que sí depende de la propia persona: la actitud (positiva o negativa) a la hora de afrontar los diferentes procesos de selección.

La mayoría de las personas de mi generación crecimos educadas en la creencia de que destacar nuestras virtudes era “de mala educación”, algo que resultaba inconveniente. Nuestros mayores nos aconsejaban ser discretos y sobre todo no “presumir” de nuestras fortalezas, algo considerado una mala práctica.

Contrariamente a esta filosofía, el mercado laboral actual y el ejercicio de cualquier actividad profesional exigen todo lo contrario: saber “vender” los conocimientos, habilidades y competencias profesionales.

Actualmente, posiblemente este sea uno de los aspectos más difíciles para la mayoría de las personas en su camino hacia el empleo o para darle a este un nuevo rumbo. Muchas de estas personas no son plenamente conscientes de las múltiples capacidades personales y profesionales que poseen y que pueden aportar a las empresas. Y aun en el caso de serlo, no ven clara la manera de transmitirlas. Probablemente, creen que los empresarios se formarán una opinión negativa acerca de ellas si declaran poseer un nivel competencial alto, o quizá tienen miedo de ser tildados de arrogantes o prepotentes; aunque la arrogancia nada tiene que ver con el nivel de autoestima de la persona.

En un mercado laboral tan complejo y tan competitivo, el candidato o candidata debe sentirse capaz de mostrar todo el potencial profesional que va a ofertar a una empresa. De este modo, debe huirse de la actitud de ruego, de “pedir trabajo”. En mis años de experiencia como orientador en las oficinas de empleo, he conocido muchos candidatos/as que se dirigían a las empresas “a ver si les daban un puesto” o venían a la oficina para que les “diéramos un trabajo».

Dado este comportamiento tan extendido, comprensible en función del grado de desesperación de la persona, especialmente en caso de desempleo de larga duración, desde los servicios de orientación debería fomentarse la actitud contraria.

Si analizamos con rigor el funcionamiento del mercado laboral, una persona que busca empleo, en realidad está ofertando sus servicios profesionales, y esa debería ser su manera de actuar. Por otra parte, las empresas demandan determinados servicios profesionales, con unas características específicas, necesarios para llevar a cabo su proceso productivo.

Aunque tanto la tradición como nuestra actual ley de empleo denominan oferta de trabajo al proceso mediante el cual una empresa demanda trabajadores y demandantes de empleo a aquellas personas que están realmente ofertando sus servicios profesionales, resultaría conveniente reflexionar y, en su caso, plantear la inversión de ambos términos. La explicación sería sencilla: el actor que requiere y paga los servicios profesionales es la empresa (demandante) y quienes realizan dicha oferta profesional son las personas en búsqueda de empleo (oferentes)

Este cambio de enfoque, junto a una adecuada orientación profesional, podría favorecer la adopción de una mentalidad más positiva de muchas personas a la hora de enfrentarse al mercado laboral, aumentando su autoconfianza y empoderamiento personal. Con esta nueva filosofía, podría dejarse de hablar de “busco un empleo” o “a ver si me dan un puesto trabajo” para manifestar “presento mi candidatura al puesto X”

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