“Sube y sube, pero ten

cuidado, Nefelibata,

que entre las nubes también

se puede meter la pata”.

Esto escribía Antonio Machado en el “Cancionero Apócrifo”. Y   el siempre imaginativo con los usos de la lengua, Rubén Darío, también nos dejó su punto de consideración sobre esta palabra rara, nefelibata, que solo fue admitida en el Diccionario de la RAE a medados del los años ochenta del siglo XX;  en el poema titulado “Epístola”, que dedica la a esposa del también poeta Leopoldo Lugones, el nicaragüense escribe:

“…Por eso los astutos, los listos, dicen que

no conozco el valor del dinero. ¡Lo sé!

Que ando, nefelibata, por las nubes… Entiendo.

Que no soy hombre práctico en la vida… ¡Estupendo!

Sí, lo confieso: soy inútil. No trabajo

por arrancar a otro su pitanza; no bajo

a hacer la vida sórdida de ciertos previsores”.

Por tanto, nefelibata, si nos atenemos a lo que afirma el DRAE, es un adjetivo, que si se dice de una persona, se la califica como soñadora y que no se apercibe de la realidad. En estricto sentido etimológico sería: persona que camina por las nubes.

Mirando la realidad y sus circunstancias, ¿no será que estamos gobernados por un cúmulo de nefelibatas? Son tantos los ejemplos que uno ya no sabe qué pensar,  porque tontos no parecen quienes llevan toda su vida subidos en la cresta de la ola mirándonos los bolsillos. Se meriendan la hucha de las pensiones y no se dan cuenta, deben ser nefelibatas; llenan el país de turismo barato para que se enriquezcan unos pocos (bastantes) y otros vivan con sueldos de esclavos y les parece que el sol brilla maravilloso, deben de ser nefelibatas; dejan que pasen años y años trasvasando  el agua del Tajo, el rió más largo de España, que en un tiempo remoto fue incluso aurífero, hasta convertirlo en una cloaca inmunda, antinatural, maloliente, infernal y degradadora del medioambiente, y siguen tan anchos y tan orondos fumándose un puro y mirando las gaviotas glotonas y las marchitas rosas, deben de ser nefelibatas. Hay más empleo pero se trabajan menos horas (qué contradicción), se cobra ni para ir tirando, y la riqueza se reparte de manera desigual, los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres, y los que mandan parecen tan contentos en su deambular ¡interesado! por las nubes, acaso son nefelibatas. Y así podríamos seguir con lo de las naciones y el podrido problema territorial, mientras no parecen querer posar los pies en el suelo, deben de ser nefelibatas…

Don Antonio Machado y don Rubén Darío anduvieron finos en aquel tiempo lejano utilizando una palabra que nos describe tan bien nuestro mundo de hoy, lleno de nefelibatas en las nubes y metiendo la pata.

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