El sacerdote recordó en la Navidad peruana, entre nacimientos en choza de paja de los Andes, que pocas semanas atrás había visitado a la novia de Arafat, a quien había prometido unirse en matrimonio, sagrada promesa que el no poder cumplirla tenía como explicación que los tiempos de guerra con Israel impedirían la paz de su patria Palestina, que, al ser atacada por Israel, negaba construir la Paz en el mundo.

Palestina es parte esencial y relacionada con la investigación del Jesús histórico. Su objetivo es reconstruir el ambiente en el que nació el cristianismo y describir los aspectos políticos, culturales y sociales de esa época que faciliten su intelección.

En la época de Jesús, el pueblo judío estaba sometido al poder romano que ejercía su dominio a través de un procurador o gobernador. Las autoridades romanas exigían tributos personales y territoriales para el César, y aportes en especie para el mantenimiento de sus tropas de ocupación.

Las primeras comunidades cristianas vivieron en este mundo judío-romano, o simplemente pagano. La actuación de Jesús de Nazaret afectó de un modo u otro la vida, sus instituciones, sus distintos grupos sociales, religiosos, y la política por entonces ligada con la religión.

Cuando se escribieron los evangelios canónicos habían transcurrido por lo menos de 35 a 60 años desde la muerte de Jesús. El ambiente cultural en que los evangelios se escribieron tiene un universo conceptual y simbólico, y modos de expresión muy diferentes al de nuestros días.

Jesús estaba en contra de las «inmoralidades, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraudes, desenfreno» (Marcos 7,20-23) que existían. No aprobó que los romanos opriman al pueblo judío. Pero en esos tiempos, quienes imponían cargas más pesadas al pueblo, desasistiéndolo y arrojándolo a la pobreza, impotencia y desesperanza​ eran los jefes religiosos-políticos de su pueblo que, según Jesús, en lugar de ser pastores eran «ladrones y bandidos asalariados». Jesús escuchó los clamores de los marginados por la religión y sociedad de su pueblo, y optó por ellos aún a costa de su vida.

Palestina, desde su embajada en Lima, remite  el siguiente documento de fecha 15 de diciembre 2018,  en el cual señala que la paz es aún un sueño no realizado:

Hasta el amanecer del jueves pasado, el ejército israelí ha detenido a más de 100 palestinos en Cisjordania ocupada y en Jerusalén oriental, según afirmó la Asociación de Presos Palestinos en una declaración el viernes.

La situación en Palestina ocupada se tensa cada día más. Toda la ciudad cisjordana de Ramallah está bajo el cordón de seguridad impuesto por el ejército israelí después del asesinato de al menos dos soldados israelíes por palestinos que, según fuentes israelíes,

lograron escapar. Este hecho tuvo lugar después de que el régimen de Israel asesinó a Ashraf Naalwa y Saleh Al-Barguzi, los que fueron acusados de herir a varios israelíes en duros enfrentamientos el pasado domingo.

La paz sigue siendo una  quimera no descartada por el ser humano. En esta ocasión converso con el jurista, músico y un promotor sin pausa de su país en Sudamérica, empezando por su tierra natal, Huaylas, al pie del Nevado Huandoy, parte de la Cordillera que une desde la Patagonia hasta las montañas que desaparecen en las playas del Caribe.

David Flórez Vásquez nos dice, en el umbral de la Navidad, «he decidido escribir algo sobre esta fecha universal para saludar a amigos y, para eso, se ha aislado voluntariamente del mundanal ruido encerrándose en una cápsula mágica que, haciéndome invisible me permite, no obstante, ver todo lo que ocurre afuera».

Confiesa que inicialmente ha querido avanzar, pero he desistido en el acto porque lo que he visto por delante solo se tiñe de violencia, de vanidad, de soberbia, de odios, envidias; competencia, mucho alboroto, profusión de luces, regalos… Sin embargo, ¡Qué pena!, es notoria la falta de amor, imprescindible en estas fechas. Todo tiende a lo externo, a lo que se ve, pensando más en  el “qué dirán”, los regalos  o la cena ostentosa, sin Jesús,  olvidando que hay gente que no come, simplemente  porque no tiene.

No obstante todo esto, deja  que ingrese el beneficio de la duda; pues, es verdad: Conviene recordar siempre que el futuro es incierto. Pero de eso se aprovechan, lamentablemente,   los que predicen el futuro, los que adivinan, los políticos, los que engatusan con promesas que la gente, cansada de tanto sufrimiento,  espera con notoria ilusión. Pero en la hora presente, hasta los más optimistas ven,  preocupados,  un panorama sombrío porque el alma humana se va envileciendo cada día más  y la inocencia y buena fe cada vez están más distantes. Entonces surge la obligada pregunta: ¿de qué valen tantas luces y adornos si todo, finalmente, es solo ilusión momentánea?

Por eso, frente a este preocupante panorama, ha decidido  retroceder en el tiempo para acariciar mis recuerdos y así lo he hecho. Me quedo con la inocencia de los niños, con sus risas y su alegría. Me quedo sin contestar aún  la pregunta de mi nieto que un buen día, con sus tres añitos, corría tras las palomas en el parque en el afán ingenuo de apresar alguna. Por cierto que no pudo pues cuando estaba cerca, éstas alzaban el vuelo. Entonces él se volvió hacia a mí y preocupado me dijo en su tierna y admirable filosofía: “Abuelito, ¿Qué hacemos? Nosotros no tenemos alas”.

Dándole la razón en ese instante hubiera querido, no obstante, explicarle que sí las tenemos: Que las tenemos en la mente y en el corazón y que con ellas, si deseamos,  podemos transformar el mundo. Pero…, él no me hubiera entendido.  Entonces, hasta  hoy, sigo dejando en suspenso la respuesta, ya que  eso lo sabrá a su tiempo.

Así pues, retrocediendo más y más me he dado de pronto orando de niño, con las manos juntas, en el viejo templo de Huaylas (Ancash), mi tierra, tras los niños que vestidos de pastores llegaron a media noche a adorar al niño Dios, recién nacido. Veo después en la casa familiar nítidamente a Casilda, mi madre, sirviendo afanosa un chocolate caliente «para el frío» y distribuyendo alegre entre los chicos del barrio   bizcochos lugareños.

Entre tanto, muy distante, se escucha como música de fondo, a los «pastorcillos» que se alejan cantando: «Venid pastorcillos, venid a adorar, al Rey de los cielos que ha nacido ya…»

Ya aletean las luces de la madrugada… Salgo de mi cápsula. Vuelvo a la realidad y,  en verdad,  no puedo evitar que se humedezcan mis mejillas.

Perdonen pues amigos que, finalmente, haya teñido de nostalgia este saludo, pero no puedo evitarlo porque así sale de mi corazón cuando les digo con todo cariño: ¡FELIZ NAVIDAD! Inicialmente quise saludarlos con rebosante alegría. Pero igual:  Deseo que el Niño Dios llegue a vuestro hogar y que la paz, tan ansiada por todos, realmente inunde el mundo.

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