El último día de este 2017 se cumplirán 400 años del nacimiento de uno de los pintores más universales del arte español de todos los tiempos. Los óleos del sevillano Bartolomé Esteban Murillo cuelgan de los museos más famosos del mundo y El Prado parece mirar a otro lado en una efeméride tan señalada como esta. La escritora también sevillana Eva Díaz Pérez ha logrado con El color de los ángeles (Planeta) la obra definitiva sobre un genio asombroso y aún desconocido en muchas de sus vertientes personales y artísticas.


 

 

Este 2017 se celebra el cuarto centenario del nacimiento de uno de los artistas españoles más universales de todos los tiempos y usted ha decidido rescatar en forma de novela su azarosa vida, una tarea apasionante pero imagino que titánica a nivel de documentación previa. ¿No ha sido así?

Sin duda, pero por otro lado es una de las tareas más interesantes cuando te sumerges en la vida de un personaje histórico. Durante años he estado investigando en su obra y en su figura acudiendo a los principales especialistas como Diego Angulo, Enrique Valdivieso o Manuela Mena, entre muchos otros. Además del trabajo de reconstrucción de época: hitos históricos, la ciudad en la época, vida cotidiana, historia de las mentalidades, etc.

 

Su novela parte de una anécdota concreta que viene determinada por la necesidad del artista de guardar reposo… y de paso recordar su infancia. ¿Cómo cree que tuvo que ser aquella niñez en aquella Sevilla tan convulsa y apasionante?

Vivir en aquella ciudad tuvo que ser fascinante y terrible. Él era hijo de un cirujano barbero con lo que no pasó miseria, pero sí que la vio en las calles. Y lo plasmó en su obra con sus pinturas populares, aunque lo hizo con escenas amables, con niños que ríen a pesar de su desgracia, que comen aunque no saben si lo harán mañana. Su pintura fue un consuelo en aquella Sevilla de epidemias, hambre y malas cosechas, pobreza, riadas.

“¿Es que el Museo del Prado no se va a implicar en la conmemoración de uno de los más grandes pintores españoles?”

 

Su literatura en general tiene el don, entre otros muchos, de lograr integrar al lector en el cuadro narrativo que describe. Con una adecuada y envolvente adjetivación, con un ritmo estilístico que evidencia un conocimiento profundo de lo que cuenta… Curiosamente, algo muy parecido a lo que lograba el pintor sevillano con los colores y las temáticas mundanas que plasmaba en sus lienzos. ¿Satisfecha por el resultado final?

Muchas gracias por esa lectura tan generosa de mi obra. No sé si existe una comparación entre mi literatura y la pintura de Murillo, aunque es cierto que hay una intención de potenciar lo sensorial. En la novela se descubren olores al entrar en aposentos del pasado, matices de luz como en una paleta de colores barrocos, se pueden tocar ropas y el perfil de las cosas como también se advierte en su pintura. Creo que para el lector es más fácil pasear por el pasado si se describe no sólo lo que se ve, también lo que se siente. Esa ha sido mi intención. El resultado, claro, no sé si ha estado a la altura. De todas formas, yo casi nunca me siento satisfecha del todo con mis obras.

Fotos: Sensi Lorente.

“Sus cuadros respiraban”. Así comienza su novela. ¿Firmaría esta afirmación cualquier crítico de arte del siglo XXI o los haría cualquier mecenas del XVII?

Es un sensación muy subjetiva, pero me parecía hermosa. Creo que Murillo, el gran artista del naturalismo, tuvo que tener esa sensación al pintar sus cuadros y seguro que alguno de sus mecenas también lo tuvo. Por otro lado, creo que también es una sensación muy de nuestra época, muy contemporánea.

 

¿Hasta qué punto Sevilla y las aguas del Guadalquivir influyeron en ese “color de los ángeles” de sus pinturas?

Creo que el paisaje de la ciudad es determinante. La escuela sevillana tenía un color muy particular en sus lienzos a causa del llamado barro del Guadalquivir que se utilizaba en las imprimaciones. Y que era distinto al que usaban, por ejemplo los artistas de la escuela madrileña, que empleaban el barro de Esquivias. Los ocres, pardos y amarillos de esas texturas mezclados con la luz dan ese matiz inigualable de las encarnaduras. Los pigmentos que llegaban del Nuevo Mundo también dotaban de colores singulares las pinturas de los maestros del barroco sevillano.

 

¿Quién fue Murillo a grandes rasgos?

Fue un gran pintor de su tiempo que influyó intensamente después de su muerte. Gozó de fama y fortuna, pero que después de ser el más importante artista español cayó en desgracia a finales del siglo XIX. Ha sido interpretado de una forma miope, con una lectura tergiversada por cada época. Creo que fue un artista total que abordó todos los géneros y del que nos ha llegado sólo una parte, una lectura muy pobre y mediatizada.

 

¿Qué representó para el arte del siglo XVII y qué tuvo que ver aquella Sevilla de puerto de Indias en su personalidad?

R: Creo que revolucionó muchas cosas. Por un lado, fue el creador del imaginario amable del mundo de la Contrarreforma. Frente a las pinturas religiosas lúgubres, de martirios macabros de otros pintores coetáneos, él pinta la dulzura. Crea una religión para el alivio y el consuelo. Además, es también el creador del imaginario popular de nuestro Siglo de Oro. Creo que el puerto de Indias influye en su visión completa del mundo, en la curiosidad que tiene en narrar las cosas de otra forma. Ese puerto al que llegaban, además de riquezas, frutos, animales y objetos de un mundo desconocido tuvo que abrir su mente y su mirada.

“La crisis parece haberse instalado para siempre en nuestro país como coartada para disfrazar la despreciable desidia de España con su cultura”

 

¿Dónde se puede encontrar al Murillo más desconocido?

Creo que en el Murillo de las escenas populares. Hay que tener en cuenta que en esa época en España este tipo de pintura no estaba bien vista, al contrario de lo que ocurría con el Norte de Europa, donde sí se produce la gran revolución artística de lo cotidiano y de los personajes anónimos frente a la pintura histórica, mitológica o bíblica. Sin embargo, él apuesta por esa pintura influido por los mercaderes flamencos y holandeses. Esos lienzos salieron pronto de España, en el equipaje de los comerciantes extranjeros. Por eso, esos lienzos cuelgan ahora en los museos de todo el mundo. Además de los que fueron expoliados a lo largo de los siglos, claro.

 

¿Cuál ha sido su más sorprendente descubrimiento en este sentido?

Pensar que me enfrentaba a la vida de un pintor con una vida plana y descubrir que Murillo fue un hombre de su época con todas las consecuencias, con gran profundidad de campo, revolucionario frente a la ortodoxia con la que se le ha encasillado. Y que tuvo una vida atormentada a pesar de la fama que tuvo.

 

¿Fue realmente un pintor beato y cursi, como aún lo catalogan muchos expertos?

No, insisto en que era un hombre de su época y en esa época el hombre del barroco es profundamente religioso. Él intenta dotar con un nuevo aire el mundo de la Contrarreforma y la dulcifica. Quiere consolar con una divinidad humana a sus coetáneos que viven en un siglo terrible. Ese Murillo beato y cursi nos ha llegado de esa ola posterior con la que el nacionalcatolicismo utilizó su obra en estampitas y almanaques. También por esa factoría en serie en malas reproducciones que se realizó en las cajas de membrillo y otros productos populares, por ejemplo. Afortunadamente, la mayoría de los expertos actuales no caen en esa mirada limitada que sí dominó los ambientes académicos de finales del XIX y comienzos del XX.

 

Seguramente esta pregunta ya se la habrá hecho y no habrá obtenido respuesta: ¿por qué el recientemente celebrado Año El Greco tuvo una resonancia casi planetaria porque las instituciones públicas de este país se empeñaron en ello y este Año Murillo parece que entra como en sordina, casi sin querer molestar?

Sí, que me la he hecho y estoy muy sorprendida. Murillo es uno de los grandes pintores españoles y con obra en los museos de todo el mundo. ¿Por qué parece que su centenario va a pasar de puntillas? En Andalucía hay previstas diversas actividades y exposiciones que arrancarán a finales de año, ya que él nació el último día de 1617, pero ¿y el Ministerio de Cultura? ¿Qué tiene preparado? ¿Es que el Museo del Prado no se va a implicar en la conmemoración de uno de los más grandes pintores españoles? Espero que esto se solucione, aunque ya parece bastante tarde. Murillo ha tenido mala suerte, a la incertidumbre política se ha unido el retraso en las asignaciones presupuestarias, además de la crisis que ya parece haberse instalado para siempre en nuestro país como coartada para disfrazar la despreciable desidia de España con su cultura.

El color de los ángeles
Eva Díaz Pérez
Planeta
352 páginas
20 €

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