jueves, 28marzo, 2024
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Mis manos acarician igual que las otras

Cruz Galdón
Cruz Galdón
Escritora
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análisis

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Hace unos días, una persona, cuyo anonimato respeto, me contó su historia. Pienso que es digna de traerla aquí, en esta nueva carta que nos une.

Juan, llamémosle así, sufrió una amputación de sus manos por un accidente de moto. Vivía rodeado de todos los placeres que la vida le otorgaba, créanme que eran muchos, sin darle más valor que al gusto por disfrutarlos. Tenía uno de esos puestos de trabajo en los que te mueves como pez en el agua. Departía con personas influyentes del mundo empresarial, conquistaba a toda mujer que se proponía y, era lo que se dice francamente feliz, siendo más o menos consciente de sus privilegios.

La mañana de su cuarenta cumpleaños, decidió salir al amanecer con su fastuosa moto, “la Negra”, como él la llama. Quería ir a coger unas curvas para poner a tono su adrenalina. El sol vespertino, a ras en el horizonte, cegaba sus ojos. Tenía que entrecerrarlos para poder seguir el rumbo de la carretera, pero, como ocurre siempre en la vida, el destino le esperaba al doblar una curva cerrada. Se topó de frente con un rebaño de cabras soñolientas que iban caminando con parsimonia para trepar por la cuneta. No recuerda más. Como en los malos sueños, se despertó en la UCI del Hospital Gregorio Marañón, intubado, rodeado de máquinas, sin poder moverse y sin manos.

 “Aceptar ese instante y agradecer que estas vivo creo que es imposible” me confesó emocionado. “ Siete años después llegas a pensar que más bien hubieras estado muerto” Pero la vida te condena a seguir viviendo, esta vez de otra manera. Rehabilitación, más operaciones, calvario de dolor y renuncias que, finalmente, concluye en prótesis. ¿Cómo se vive habiendo sido triunfador, pasando ahora a ser un individuo mermado, incompleto?

Sin duda la tragedia de Juan es una historia de superación admirable. Pero no es este punto donde deseo acercarme, sino al del amor. ¿Cómo siguieron sus aventuras amorosas? Deseaba escuchar una gran historia, de esas que te erizan la piel, en la que las mujeres demostraran que nos importa más la persona que el cuerpo. Error de apreciación. Como dice  Juan, la cosa no fue nada bien. Esas Manos suyas, que habían seducido a tantas mujeres y tan distintas, estaban solas, frías, pero con la agridulce certeza de seguir sintiendo a través de su corazón.

Cuando una mujer accedía a conocerle, siendo invitadas en los mejores restaurantes de Madrid, no podían ocultar el desagrado que les causaban esas prótesis. No conseguían olvidar esa parte de su anatomía para llegar a sus labios. No conseguían estar más de media hora, excusándose torpemente para poder salir del atolladero. Antes de esa citas a ciegas, Juan no mencionaba que no tenía manos, y que era un “Eduardo Manos Tijeras”. Callaba su vergüenza para tener una nueva oportunidad en el amor, basada en la ilusión de ser visto como el hombre completo que seguía siendo en su alma. Pero al final dejó de buscar, no por los desengaños vividos sino por la necesidad de amarse con sus nuevas manos ortopédicas. Si él se avergonzaba, los demás tendrían la excusa para poder hacerlo. Había un gran trabajo que hacer antes de salir y dar el salto mortal. Aquel que nos condena o nos salva.

Cuando hablamos detenidamente de todo esto, él me dijo que también había sentido ese desagrado en otros momentos de su vida. Recordé unas palabras de mi padre. Mi madre sufrió la polio infantil y uno de sus pies era deforme. Cuando ella falleció, mi padre me preguntó ¿Cuál era su pie enfermo? Más de cincuenta años amando a una persona, tanto como para no recordar dónde tenía su defecto físico.

Entonces le pedí a Juan que me cogiese de las manos y, créanme si les digo que mi primera reacción fue de incomodidad. No voy ni quiero ocultarlo, pero cuando le miré los brazos, sus hombros, sus ojos, sentí tanta vida y tanta energía en mi ser que olvidé estar tocando acero. Por eso prefiero las manos de acero de Juan que esos corazones infranqueables que no saben sentir.

Nota: Juan se ha casado y sus manos saben amar con todo su ser.

Siempre suya

Cruz Galdón

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1 COMENTARIO

  1. Cruz Galdón, como siempre los lectores nos regodeamos con tu prosa sencilla y profunda a un tiempo, que permite ahondar en todos los terrenos del Amor primigenio, a secas, sin egoísmo y sin los aspavientos que hoy algunos utilizan para hablar de él.
    Debo decir que no me suenan extrañas las palabras que enhebran tu relato, ejemplificado con un pasaje de tu Yo Soy Ellas, la novela que escribieras a pincel con tus sentimientos. Que vivas un gran día, escritora. Gracias por ser y estar. Gracias a Cambio 16 por permitir que estés.!! 🙂😊😉😘

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