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“Mirando con perspectiva, el trono de España no ha sido un sillón muy seguro”

Paco Cerdà logra en su novela de no ficción ‘14 de abril’ hacer vivir al lector en primera persona aquella mítica jornada que dio comienzo la Segunda República, no exenta de violencia y muerte, en contra de la alegría y el ambiente de celebración que mostró la ciudadanía en las calles

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análisis

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Aquel fascinante día duró solo 24 horas pero quedó para siempre como una jornada única, interminable, en el imaginario colectivo de millones de españoles y en los anales de la historia reciente de este país, sin ser la única en la que, casi de la noche a la mañana, España se acostó monárquica y se levantó republicana. Pero aquel 14 de abril de 1931 fue especial por todo lo que connota aún hoy, casi un siglo después, en un país que sigue mirando por el retrovisor cuentas pendientes con la Historia nunca cerradas de forma reparadora. Paco Cerdà (Genovés, 1985) logra de manera admirable en 14 de abril (Libros del Asteroide), obra de no ficción con la que ha logrado el II Premio de No Ficción Libros del Asteroide, con un ritmo cercano, cortante y trepidante, que sus lectores vivan en primera persona, hora a hora prácticamente, qué se sintió, cómo se vivieron aquellos primeros instantes de un nuevo régimen que despertaba todas las ilusiones posibles en millones de personas hastiadas del atraso ancestral que se venía sufriendo a todos los niveles socioeconómicos y que personificó en la figura del rey Alfonso XIII buena parte de todos sus males.

En este país, decir “14 de abril” significa a un tiempo llamar al unísono a todas las ilusiones y los miedos posibles. Hoy, casi un siglo después, se puede decir lo mismo sin quitar una coma. ¿Por qué?

Seguramente sobre ese día –tan apasionante y a la vez desconocido, tan lleno de emociones humanas como la esperanza, la ambición o el miedo– pesa demasiado toda la Historia que vendría después: una República llena de tensión, un golpe de Estado, una guerra cruenta, una posguerra sanguinaria y represiva, una dictadura que deformó la memoria del 14 de abril y una Transición democrática que, en aras de la reconciliación, dejó huérfana la memoria republicana. Pero mi interés era aquel primer día. El tajo. El punto de inflexión. Hacer una crónica literaria –algo así como la anatomía de un instante– de aquel día en el que una marea humana tomó las calles de España y acompañó a la proclamación de la República. Y mostrar su lado más humano. Con nombres y apellidos. Con vidas de esa minúscula que cambia la Historia como corriente subterránea.

Apabulla la profusión documental que ha tenido que abordar para poder crear esta impactante novela de no ficción con personajes totalmente reales que vivieron en primera persona aquellas apasionantes 24 horas. Imagino que quedaría exhausto después de recomponer el puzle narrativo de sus protagonistas a partir de los datos documentales.

Sí, ha sido una locura. La no ficción pura entraña un esfuerzo invisible, en tantos casos inútil. ¿Tiene sentido acudir a docenas de periódicos de abril del 31, archivos fotográficos, vídeos, documentales, películas, ensayos, tesis doctorales, artículos académicos, libros de memorias, crónicas, diarios personales, cartas, dietarios, telegramas, radiogramas o cables diplomáticos? ¿Tiene sentido perseguir partes policiales, pasquines políticos, alocuciones radiofónicas, informes de partido, fichas de afiliados, gacetas oficiales, estatutos jurídicos, sentencias judiciales, boletines militares, partes de defunción, registros meteorológicos, órdenes militares, el calendario lunar, estadísticas futbolísticas, textos teatrales, el romancero popular, letras de zarzuela y de los himnos que jalonaron aquella jornada? ¿Tiene sentido todo eso para alimentar con detalles la narración y que se lea como una novela sin ficción? Sinceramente, no lo sé. Lo que sí sé es que tiene mucho de reto. Pero todo eso debe quedar debajo del tablero, en la tramoya del artefacto literario. Que no se note en absoluto. Que la no ficción sea –si me permites– “no fricción”: un género que permite el deslizamiento de una narración de hechos reales sin obstáculos, sin roces ni resistencias. Con las técnicas de la ficción, pero con el compromiso real de la no ficción. El esfuerzo es mayor. Pero deja un gran sabor de boca aportar la imagen completa de aquel día histórico para este país.

“Las últimas muertes bajo el reinado de Alfonso XIII fueron instrumentalizadas de forma impúdica por el Gobierno provisional de la II República”

¿Hay alguna historia concreta de las recogidas en su libro que le haya conmovido especialmente? ¿Por qué?

Sí. Hay un aspecto esencial que domina la narración de 14 de abril. Siempre ha circulado el tópico de que la República llegó sin derramamiento de sangre. Y sin embargo, no fue del todo así. Sí, es cierto: predominó la alegría, los bailes, las manifestaciones al compás de La Marsellesa. Pero hubo quien pagó con su vida, con su sangre, la llegada de la República, y eso es lo que más me ha conmovido. Y este libro rescata su memoria. La memoria de los olvidados de la Historia. Uno de ellos, Emilio Arauzo Honorio, abre y cierra el libro. Un encuadernador en paro, que se desangra lentamente en la madrugada del 14 de abril después de haber sido tiroteado en una manifestación que pedía el fin de la monarquía. Y aporta datos inéditos sobre su caso, la última víctima del reinado de Alfonso XIII. También rescata las historias de Cándida, una pescadera de Moaña; de Teresa Claramunt, la virgen roja anarquista; del joven telegrafista Pàmies, tiroteado aquella noche; de Antonio el jornalero, de Francisco el manifestante, o del militar Eduardo. Todos ellos, vidas rotas en aquel 14 de abril. Es un esfuerzo por restituir su memoria. Partiendo de esa idea de Kant de que todo hombre es un fin en sí mismo y nunca un medio para el uso, el beneficio y la explotación ajena.

Cuando se ensalza aquel histórico día, se olvidan al mismo tiempo los afanes represores del régimen establecido para impedir lo imperdible, que no era otra cosa que la caída de la monarquía y el advenimiento de la república. ¿Es un blanqueamiento premeditado o el paso del tiempo todo lo edulcora?

Es curioso: aquellas últimas muertes bajo el reinado de Alfonso XIII fueron instrumentalizadas –a mi juicio de forma impúdica y muy cuestionable– por el Gobierno provisional de la Segunda República. Un intento por crear esa primera memoria colectiva que recordase la peor cara de la monarquía que se dejaba atrás. Sin embargo, pasaron tantas cosas –buenas y malas, ilusionantes y terribles– durante los años de la República que fueron como un vendaval que barrieron la memoria del 14 de abril, de aquel cambio político tan apasionantes de conocer: la audacia de los republicanos saltándose la legalidad y tomando el poder, la huida del rey por las carreteras nocturnas de España, el miedo de la aristocracia, la tensión de los presos políticos saliendo de las cárceles aquella jornada. Es interesante saber cómo un país se levanta con rey y se acuesta sin él sin que nada augure ese cambio repentino.

“Hubo quien pagó con su vida, con su sangre, la llegada de la República, y eso es lo que más me ha conmovido”

A grandes rasgos, ¿qué concatenación de errores de la monarquía llevó a la amplía mayoría de la ciudadanía a abrazar de nuevo la república?

Me permitirá la prudencia: no soy historiador. Soy cronista, escritor. Sería demasiado atrevido por mi parte hacer un examen de ese tipo. Ahora bien: de todo lo que he leído para entender mejor aquel día, aquella única jornada, me quedo con una imagen que rescato en el libro. Los poblados chabolistas, el analfabetismo, las desigualdades, el caciquismo, las redes cientelares que enmohecían la política, el abuso de poder, el desgaste de la figura del monarca, su apoyo a las dictaduras que rompían el pacto constitucional. Pero en el 14 de abril, el poder de las masas y la audacia de los dirigentes republicanos fueron clave.

Como recuerda en su libro, los cuatro Borbones que precedieron a Alfonso XIII sufrieron el exilio. Y el que lo siguió se ha decidido por el destierro ‘voluntario’. Sin contar el exilio que vivió su padre Juan antes de abdicar… ¿Es el destino ad aeternum de esta familia de sangre azul en un país que se levanta o acuesta monárquica según soplen los vientos?

Mirando con perspectiva, el trono de España no ha sido un sillón muy seguro. Supongo que Alfonso XIII lo sabía. Había nacido rey por la gracia de Dios. Un rey criado, además, muy al antiguo régimen dentro de las paredes aislantes del Palacio Real. Aquel día debió de ser traumático para él. Su huida. Para la reina también. En un fragmento del libro reconstruyo esas despedidas, con la pobre Victoria Eugenia recluida en un Palacio que parecía cárcel mientras la multitud amenazaba con asaltar el palacio y quién sabe qué habría pasado.

“En el 14 de abril, el poder de las masas y la audacia de los dirigentes republicanos fueron clave”

¿Qué influyó para que los pueblos y ciudades de este país vivieran aquella jornada de 1931 completamente diferente entre ellos?

El papel de la fuerza armada. En algunos sitios, con cargas de caballería. En otros, dejando hacer a las manifestaciones. En ese sentido, 14 de abril es un viaje a un solo día. Pero no a un solo lugar. He intentado que sea un mapa de historias sucedidas en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Granada, Salamanca, Tarragona, Eibar, Jaca, Huesca, Palma, Cartagena, Moaña, Huelva, Cádiz o Melilla, así como sus repercusiones en París, Roma o Washington. Precisamente, por lo que sugiere su pregunta: para mostrar la desigual evolución de los hechos en un sitio y otro. Las cargas de caballería en Granada o Huelva, con un muerto, o aquella niña de doce años ingresada grave en el hospital en Valencia después de celebrarse de noche la mascarada de una procesión que simulaba el entierro del rey, con cirios y ataúd incluido. Un sinfín de historias desconocidas que muestran el trajín de aquella jornada.

En uno de sus capítulos, narra la conversación que mantuvo el conde de Romanones con Niceto Alcalá-Zamora, cuando este le aseguró que ya había logrado la adhesión del general Sanjurjo, entonces jefe de la Guardia Civil. ¿Fue el momento clave que puso la puntilla a la monarquía en España?

Sin duda. Hay un fragmento del libro donde subrayo que el poder es la capacidad de infundir miedo. Miedo lo infunden las armas. Miedo también lo infunden miles de gargantas en plazas y calles clamando por la República y exigiendo la salida del Rey. Y si no había una Guardia Civil o un Ejército para contrarrestar esa marea humana en las grandes ciudades, esas gargantas eran poder. El poder de la ilusión y la esperanza por construir otra España.

¿Qué factores tienen que confluir en un futuro más o menos próximo para que este país vuelva a experimentar otro 14 de abril en sus calles y plazas?

No tengo ni idea. Tampoco es el objetivo del libro aventurar nada al respecto. Ahora bien: sumergirse en aquel martes de primavera con luna nueva, en aquel 14 de abril para la Historia, resulta inspirador por ver qué sucede cuando un país acumula el combustible que más prende: la ilusión. La esperanza colectiva. Y ver, al mismo tiempo, su reverso: ¿Cómo tanta expectativa no iba a trocar en una cierta decepción?

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