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“Mi voz se metamorfosea, como si mi cuerpo gritara. Cuando canto en francés, estoy sola, cuando canto en español parece que somos miles”

La cantante francesa de origen español Olivia Ruiz debuta en la narrativa con ‘El color de tus recuerdos’, un bello homenaje a sus antepasados, que vivieron en primera persona el horror del exilio durante la guerra civil

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análisis

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El debut literario de la compositora e intérprete musical francesa Olivia Ruiz, El color de tus recuerdos (Duomo Ediciones), tiene el marchamo de las historias que se guardan muy dentro, en una zona muy íntima, pero al mismo tiempo están deseando salir a la luz pública para compartirlas con los lectores. Así ha ocurrido con esta historia, que parte del silencio que siempre guardaron tres de sus abuelos, de origen español huidos durante la guerra civil. Ahora, Olivia Ruiz viene de triunfar en Francia con más de medio millón de lectores. Rinde un emotivo y bello homenaje a sus antepasados, protagonistas de una historia que siempre sigue muy presente en generaciones sucesivas desde aquellos hecho atroces.

¿Cuándo sintió la necesidad de contar la historia de El color de tus recuerdos?

Siempre me ha llamado la atención la manera en que mis tres abuelos españoles parecían querer mantener su historia en secreto, y ese hecho azuzó mi curiosidad desde la infancia. En la escuela, con la esperanza de encontrar respuestas, me sorprendió —y también me apenó— darme cuenta de que, en la clase de Historia, el ciclo que evocaba los dictadores destacados no mencionaba a Franco. Por suerte, una increíble profesora de Español me prestó libros y películas para acercarme a esa historia. Más tarde, escribí canciones sobre el tema, permaneciendo en un cuestionamiento, revivido por los migrantes de hoy, espejo terrible de la retirada. Luego coescribí una tragedia musical titulada Volver con el coreógrafo Jean-Claude Gallotta, sobre la inmigración italiana, que bailé y canté en la bienal de danza de Lyon y en el Palais de Chaillot. Por tanto, El color de tus recuerdos es parte de un continuo. Al igual que lo es el espectáculo Bouches Cousues [Bocas cosidas], un homenaje al extranjero, al resiliente, al colectivo, con el que actualmente estoy de gira.

¿Qué hecho concreto la movió a escribir esta novela?

En 2019, mi amigo Mathias Malzieu me instó a terminar la novela que había comenzado quince años atrás, para ayudarme a sanar la melancolía que había en mí en ese momento. Y, efectivamente, el hecho de imaginar e inventar a todas las mujeres que faltaban en mi vida, pero vistiéndolas con los colores de las mías, me cuidó. Le estaré eternamente agradecida a Mathias por este impulso, por la confianza que me brindó y por su entusiasmo.

¿Le ha ayudado a saber de dónde vienen sus raíces y cuánto de ellas hay en usted misma?

No, y a fin de cuentas, no es muy importante. Algunos de los primos de mis padres conocen gran parte de la historia. Yo me quedo con eso, como si estuviera frente al último caramelo de la bolsa. Me ilusiona imaginar ese momento en el que nos sentaremos y me transmitirán lo que saben. Lo que hay de ellas en mí se revela cuando canto en su idioma. Mi voz se metamorfosea, como si mi cuerpo gritara. Cuando canto en francés, estoy sola, cuando canto en español parece que somos miles. Además, mi abuela Pepita, no sé muy bien por qué, cuando hablaba de mí, siempre decía con una mezcla de desesperanza y orgullo: «¡Ella, es la más española de todos nosotros!». Yo sentía su amor en esas palabras y me gustaba mucho.

Como nieta de exiliados republicanos españoles, ¿es este libro de corte autobiográfico el mejor homenaje que ha podido rendirles?

Yo quería rendir homenaje a mi familia, pero también a un pueblo, a sus heridas, a los españoles, a sus colores, sus aromas, a los que se quedaron y a los que se fueron… y la ficción me lo ha permitido, sin tener el peso de trabajar en la transcripción fiel de una historia real.

“El hecho de imaginar e inventar a todas las mujeres que faltaban en mi vida, pero vistiéndolas con los colores de las mías, me cuidó”

Usted ha asegurado que su vida lleva las cicatrices de su exilio”, el de sus abuelos. ¿El sentimiento de desarraigo es algo que no se pierde nunca generación tras generación? ¿Por qué?

Creo que mi sentimiento de ilegitimidad permanente, mi sentimiento de tener que hacer siempre el doble que los demás, es una de ellas. Creo que no me pertenece, sino que me fue transmitido. Incluso cuando me coronaron Mejor intérprete femenina del año en las Victoires de la Musique, a la hora de recoger el premio, ¡seguía pensando en lo que todavía tenía que demostrar! Sin embargo, vengo de un pueblecito de setecientas almas, con parientes anónimos, y todo lo que he conseguido lo he logrado sola, trabajando duro. Sin embargo, no me siento desarraigada, sino todo lo contrario. Me siento anclada, enriquecida gracias a una familia y a la tierra de donde vengo: el Aude, en Occitania, ambos cálidos y protectores refugios.

Los objetos hallados en una enigmática cómoda sirven a la protagonista para desenmarañar los enigmas que aún guarda de sus antepasados. ¿Por qué son tan importantes estos objetos?

El tacto es un sentido esencial para mí. Incluso puede liberar la expresión. Mi abuelo Pedro tenía alzhéimer, y la caricia era el único medio de comunicación poderoso que nos quedaba al final. Así que el objeto revive la memoria dormida, genera imágenes, tiene un inmenso poder evocador. Me gusta creer en la memoria del material con que está hecho, lista para transmitirse con el mínimo roce.

Los recuerdos son un arma de doble filo: pueden tener su parte positiva y también su envés. ¿Cómo detectar los que sirven para sumar y no restar?

La memoria es una corriente de aire, que toma el olor y el color de quien la revive, la mezcla con la del momento en que reaparece, luego con la de quien la escucha… y así una y otra vez, sin fin. Así que definir la utilidad o la molestia de una cosa en perpetua mutación sería difícil. La nieta de Rita hereda toda una vida, sin clasificación ni filtro anterior, porque Rita considera que toda prueba y toda tragedia también tienen algo que enseñar.

Usted es nieta de una generación de exiliados españoles de la guerra civil que, poco a poco, van desapareciendo en su totalidad, y de los que apenas quedará el recuerdo. ¿Hasta qué punto siente que las autoridades españolas han sido distantes e incluso injustas con unas personas a las que les debemos el mayor de los homenajes?

No sigo las noticias diarias de España, pero le puedo decir que en Francia acogimos con mucha emoción la iniciativa de trasladar los restos de Franco, al igual que la visita del Gobierno español a los campos y al cementerio de Argelès… El director y dibujante Aurel, con su Josep Bartolí, el cantante de El Comunero, y otros, como yo, llevan un deber de memoria que vive en sus obras, y espero de todo corazón que sea suficiente para no olvidarlos. Cuando vi el documental El silencio de los otros, producido por Pedro Almodóvar, lo recomendé día y noche porque me parecía crucial que esta película se viera en Francia. Relata muy bien la función reparadora, para las víctimas y sus descendientes, del reconocimiento de estos crímenes de guerra, y ayuda a recordar cuánto debemos trabajar cada uno de nosotros para que esta historia sea conocida y reconocida enteramente, no en particular para los míos, los que huyeron, sino para todas sus víctimas, y en todas partes.

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