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Mi padre, mi madre y Pedro Almodóvar

Francisco Villena
Francisco Villena
Doctor en Estudios Culturales. Profesor y escritor. En mis ratos libres toco el bajo. www.circoiberia.com
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análisis

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De la mano de mi madre entré al cine por primera vez. Recuerdo la sala oscura, abarrotada, palpitante: ¡se me salía el corazón de la emoción! Aquel feliz instante de la dicha me llevó a pensar que todo cine es un templo del deseo sin latines ni alzacuellos.

Rondaba los diez años cuando vi Mujeres al borde de un ataque de nervios. Desde el momento en que las luces se apagaron y en la pantalla aparecieron esos títulos de crédito rebosantes de señoritas, ese collage de imágenes sacadas de revistas de los sesenta, supe que ya no había marcha atrás: todo un universo se abría paso ante mis ojos. Esos títulos de crédito de Mujeres me cambiaron la vida. Y de ahí a la evidencia: a mí me criaron mi padre, mi madre y Pedro Almodóvar.

En Madres paralelas, que ha inaugurado el Festival de Cine de Venecia, Almodóvar mira de frente a la dictadura y a la Guerra Civil. Han tenido que pasar más de veinte películas y casi cuarenta años de trayectoria para llegar a una película en la que de lo que se habla en realidad es de la verdad, la verdad íntima y la verdad histórica.

¿Y qué me parece Madres paralelas? Me ha gustado. Siempre me reconforta volver a un artista que ha sabido crear un universo propio tan reconocible. Como sucedía con Julieta y Dolor y gloria, tenemos a un Almodóvar crepuscular y sosegado, en el que lo narrativo cada vez tiene más peso. Dolor y gloria me sonaba a epílogo, pero, afortunadamente, no lo ha sido. Hasta en Los abrazos rotos, que para mí es su obra más floja, hay que quitarse el sombrero ante el dominio del lenguaje cinematográfico apreciable en su estética, en los tiros de cámara, en la edición, en la música y, sobre todo, en el guion. Ver una película de Almodóvar es como viajar en clase business.

¿Cómo compararla con Volver o La ley del deseo? A los que vamos peinando canas Almodóvar nos ha criado y no es justo ni posible compararla, y, además, lo primero que habría que decir y, por encima de todo, es ‘Pedro, te quiero’. No son comparables. Y aún así esta nueva película es grandiosa. Que hacer 22 películas es extraordinario, sí. Que le veo el cartón, sí. Que me parece predecible, sí. Que es un lujazo de principio a fin, sin duda. Tengo que decir que los dos temas no empastan del todo, el de las fosas y el de la maternidad, pero se unen en un final arrollador. Penélope Cruz y Milena Smit están muy bien, pero la que está absolutamente soberbia es Aitana Sánchez-Gijón.

Almodóvar me remueve y me inspira haga lo que haga; para mí es una experiencia enriquecedora y muy íntima. Y lo íntimo siempre es profundamente político. Por eso, al salir del cine me imaginé junto a Victoria Abril en el final de Átame, llorando de felicidad, de vuelta al zarandeo cotidiano.

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