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Mi novia loca

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análisis

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Aitor salió de su casa y cruzó la calle para sentarse en la terraza del bar que había abierto sus puertas hace tres semanas. Su hija Eva acababa de llamarle invitándole a tomar una caña de cerveza. Ella estaba acompañada por una amiga.

“Hola pa”, siempre se ha dirigido a él así, “te presento a mi amiga Paz”.

Después de una breve inspección visual, y al tiempo que extendía su mano para estrechar la mano de Paz, Aitor le dijo a su hija:

“Tienes una amiga muy guapa y atractiva”.

Al acabar de decir esto, Paz, que ya se había levantado, se acercó a él, abrió sus brazos, lo abrazó rodeándole su cuello y le plantó un beso prolongado en la boca, ósculo que Aitor no quiso interrumpir. Al terminar ese íntimo saludo, Eva, aparentemente muy enfadada, le recriminó su atrevimiento:

“¡Te has pasado Paz, cómo te has atrevido!” A lo que esta respondió, chasqueando sus labios:

“¡Tu padre está buenísimo! Me habías dicho que era viudo, pero no me habías dicho que estaba tan bueno”.

“¡Déjala estar, es lo más dulce que me ha pasado en los últimos años!”, dijo Aitor, quien dirigiéndose a Paz, dijo:

“Chica, ¡eres un ciclón tropical” y añadió: “¿Por qué te llamas Paz, cuando debieron llamarte Palas Atenea o Minerva?”

Ese beso fue casi fatal para Aitor, pues no había soñado jamás que esas cosas pudieran pasar y menos que le pasasen a él. Se pasaba la mano por el pecho; probablemente la emoción le afectaba el corazón. Su querida hija Eva, al presenciar la escena se quedó estupefacta, y no sabía qué hacer.

Paz ayudó a Aitor a sentarse en la silla más próxima a ella y le dijo:

“Eva me había dicho que eras muy mayor, pero qué va: estás mejor que el pan gallego acabado de salir del horno.” Dirigiéndose a Eva dijo:

“No sabía que tu padre fuese tan atractivo y me cuesta creer que tenga la edad que me dijiste ayer.”

Una vez sosegado, pero aun resoplando ligeramente, Aitor se sentó y miró fijamente a Paz, quien le mantuvo la mirada y, de pronto, ambos rompieron a reír a carcajadas, mientras las personas sentadas en las mesas próximas, conocedoras de Aitor y de su hija, rompieron a aplaudir. Luego, permaneció callado mientras su hija Eva lo miraba de soslayo y Paz lo atraía hacia sí. Los vecinos aplaudían, los transeúntes interrumpían su caminar para curiosear, preguntándose qué pasaba allí, y dos o tres personas en las mesas cercanas tomaban fotos del momento, cuando de repente Aitor y Paz se levantaron, cruzaron la calle y entraron en el portal de Aitor, llamaron al ascensor y subieron al tercero… Tres horas después, ya de noche, Eva llamó a casa de su padre; no hubo contestación.

Eva llamó a su hermano mayor que vive en Marbella y a su hermana Ana en Cudillero, Asturias, para informarles de lo acontecido esa tarde y lo que había hecho la loca amiga suya. Los dos le dijeron que no se preocupara, que ambos eran mayores de edad y que al viejo le vendría bien desarrollar una relación con Paz. Esa noche Paz dejó agotado a Aitor. Al final del tercer orgasmo, ella pedía un cuarto, pero Aitor, exhausto, le dijo: “Paz, no puedo más, déjame en paz” y al darse cuenta de la redundancia, ambos se echaron a reír.

Al día siguiente Eva, preocupada, llamó repetidamente a su padre y a su amiga. Los pájaros habían volado. Por fin dio con ellos: Ana le dijo que estaban registrados en un hotel de Cambrils, Tarragona; habían alquilado una avioneta Piper en el aeropuerto de Reus y en esos momentos estaban dándose un paseo por el cielo de Vendrell, el pueblo donde nació el violoncelista y compositor Pablo Casals. Sin darse cuenta habían entrado en una zona prohibida a la aviación deportiva, y la torre de control les pidió que regresaran de inmediato.

En la segunda noche de escapada, fueron a la discoteca Flash Back en Salou donde bailaron los mejores ritmos latinos y los últimos musicales. Al cabo de una hora de baile, Aitor estaba cansadísimo, “para el arrastre”, decía, mientras ella quería seguir.

En la mañana fueron al circuito de automovilismo de Montmeló, donde Paz se empeñó en alquilar un Lamborghini Gallardo de quinientos diez caballos y lo puso a tan alta velocidad que Aitor pensó que se iban a matar. Al final de la corta y peligrosa carrera, Aitor, aterrado, le dijo: “nena, eres un verdadero peligro”, mientras ella daba muestras de alegría y quería más guerra. El responsable de seguridad del circuito felicitó a Paz y le dijo a Aitor:

“¡Tiene usted una nieta que es una magnífica piloto de bólidos de carrera!” Aitor tenía una palidez de papel de impresora y repetía una y otra vez: “¡Es un verdadero peligro!”

Se acercó a ellos el que se identificó como observador oficial del circuito, quien felicitó a la magnífica conductora y al ver la palidez y el temblor generalizado de Aitor, le preguntó:

“¿Está usted bien? Está muy pálido y tiembla; tenga, beba agua”, y le ofreció una botella.

Al cabo de cuatro días con sus cuatro noches, volvieron a Madrid. Estaban en la misma mesa del bar frente a su casa junto a Eva – su hija-, y Aitor le dijo a su novia:

“Paz, al cabo de cuatro días de conocerte debo y siento decirlo: no puedo seguir contigo; me vas a matar y yo quiero vivir”.

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