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Mi cole, el Arcángel

Gonzalo Osés
Gonzalo Oséshttp://www.gonzalooses.es
Soy abre puertas, se me da bien conectar necesidades con soluciones. Me rijo por tres frases: la de mi madre “la vergüenza pasa y el provecho queda en casa”; la de mi padre, “la persona más feliz es la que menos necesidades tiene”; y la mía, “para crear valor hay que tener valor”. En plan profesional, soy FEO (Facilito Estrategias Operativas), cofundador de Xaudable, conecto innovación con el mercado, mentor y docente en @eoi y @SEK_lab. Emprendedor con mi startup de comida rápida saludable. Autor libro “abre puertas, cómo vender a empresas”. Miembro de @Covidwarriors. En otras décadas organicé en IFEMA la feria Casa Pasarela y fui gerente de un concesionario oficial en Madrid de motos Honda. Licenciado en Dirección y Administración de empresas por CEU San Pablo, diplomado en diseño industrial por IED (Instituto Europeo Di Design), master de comunicación aplicada en Instituto HUNE.
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análisis

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El viernes pasado volví a ver la cabina de mi primera nave espacial. Si, la de la foto. Para pilotarla eran necesarios dos astronautas, así que mi amigo Ignacio y yo éramos los elegidos para tamaña aventura, allá por el confín de la galaxia, donde se pliega el universo y parece todo del revés. 

Aunque el despegue era emocionante, más de una vez tuvimos que abortar el mismo, debido a que se movía la carga, en la enorme panza de la nave detrás de nuestras espaldas. Había que salir de la cabina, bajar de la plataforma por las escaleras, para acceder al portón de carga. Pero todo compensaba cuando os veíamos a lo lejos, como una bola más en la mesa de billar a la espera que la bola de fuego de nuestro Sol os iluminará.

Más que estudios universitarios lo que te daba acceso (literalmente) a poder pilotar esta nave espacial, era el reducido tamaño de los laterales de la cabina. Entrabas sentado en el suelo de la plataforma a su alrededor, y creo que por aquella época no mediríamos más de un metro. Tamaño necesario para conectar los motores de la nave a nuestros tanques de imaginación, los cuales eran alimentados y turbo creados por los científicos que nos impartían enseñanzas sobre lo especial que era el espacio vital en el que nos movíamos de 9 a 1 y de 3 a 5. 

Aquellos admirados científicos de la vida eran Mari Carmen, María del Puerto, la madre de Mariela, Juanita, Pilar, Miguel, Alejandro, Julián, Daniel y la becaria Marta, comandados inicialmente por Manolita, que cuando yo tenía 3 años y mi madre fue hacer la entrevista para ingresar en su academia interestelar, Manolita le dijo a mi madre «Aquí formamos personas». Perfecto. Cuyo marido Ángel, yo pensaba que daba nombre a la calle del cole, Ángel Ganivet. 

Esa rechoncha nave espacial me enseñó que por mucho que la mayoría diga que es imposible, siempre puedes crear una llave que pliega el tiempo y construir tu propia escalera vital, subiendo peldaño a peldaño disfrutando del presente cual regalo de un futuro anterior que no ves, pero presientes.

Hace 34 años que deje la academia interestelar que es mi cole, el Arcangel y es un orgullo que Marta con su equipo haya liderado la nave hasta hoy para que el Arcángel siga siendo una de las referencias de los coles en Madrid, y Javier lo haga por otra veintena de años lineales.

Para hablar del Arcángel actual cedo mi columna a Juan Antonio Orgaz al que conocí en el foro IP, cuyo hijo Guille organizó con sus compañeros este viernes la fiesta de sexto para financiarse el viaje de fin de curso, y debido a las circunstancias que estamos, diría que la fiesta de la cosecha o de la celebración de la vida en comunidad sin mascarillas mentales. Por cierto, era un placer ver a Guille con los cordones de una de sus zapatillas sueltos, de aquí para allá sin tropezarse ni una sola vez. Es uno de los raros equilibrios que alcanzamos los pilotos del Arcángel.

Juan Antonio Orgaz

Hace un tiempo leí la frase sobre el valor de las familias en la educación de Jesse Jackson: “un sistema escolar que no tenga a los padres como cimiento, es igual a una cubeta con un agujero en el fondo”. Y cada día que pasa me doy cuenta de que es más verdad. Las familias, en el que los profesores y los niños son quizás los protagonistas más visibles, son el soporte sólido y silencioso de una gran escuela. Y en el caso del Colegio Arcángel  es evidente. 

En este colegio he podido comprobar como padre cómo muchas familias: primero, apostaron por elegir un colegio diferente, que pone a los niños y a las niñas en el centro (frente a otros que ponen los resultados académicos formales en la cima), segundo, se involucran en complementar y enriquecer la vida del colegio (que, ya por sí mismo, vale mucho), y tercero, que piensan que la felicidad y la buena educación en los primeros años es la mejor semilla para vivir bien el resto de su vida (lo que he podido comprobar con mis propios hijos).

Luego se suma que el colegio Arcángel tiene una extensión maravillosa que es el campito (un pequeño parque público que está al lado), lugar donde viven muchas familias la extensión de lo aprendido en las clases y donde se disfruta del deporte y de la vida. 

Termina la experiencia de mis hijos en el colegio en menos de un mes y me siento muy contento de todo lo vivido por ellos, también por nosotros como familia. 

Es verdad que no soy antiguo alumno, pero seguiré siendo del Arcángel, porque lo vivido en estos once años es parte de mi vida, de su educación y de nuestra familia.

GO! 

GO ¡Guille Orgaz! 

Hasta el infinito y más allá.

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