Septiembre llega, como casi siempre, sin avisar. Atrás quedaron las vacaciones y como cada año me incorporo a mi puesto de trabajo en un Instituto de Enseñanza Secundaria con las pilas cargadas y con ganas de hacer una de las cosas que más me gusta: dar clases a mis alumnos y alumnas.

Hace tres o cuatro años que en estos días que preceden al comienzo de curso, se viene repitiendo, como si se tratara de un ritual, la visita de un antiguo alumno cuya historia paso a contarles a continuación.

Se trata de la visita de Pablo, un chaval genial al que le di clase en su último año del ya extinguido PCPI (Programa de Cualificación Profesional Inicial). La historia de Pablo me encanta y siempre la pongo de ejemplo. Un chaval defenestrado por el sistema educativo, cargado con una mochila de fracaso escolar, que terminó por sacar el título de Secundaria cursando un PCPI de Cocina y que después, tras meditarlo mucho, decidió matricularse al año siguiente en Bachillerato, no sin reticencias por mi parte, ya que creía que no estaba preparado para ello. Pero cúan grata fue mi sorpresa al comprobar que durante sus estudios de Bachillerato Pablo aprobaba las asignaturas sin problemas y que además en muchas de ellas era el mejor de su clase.

Ayer, en este principio de curso, vino a visitarme, como es habitual, para contarme cómo le va con la carrera de periodismo que actualmente cursa en una universidad de Madrid.

¿Sabéis que con la LOMCE un chaval como Pablo no podría haber estudiado Bachillerato y por lo tanto nunca habría podido estar haciendo la carrera de periodismo en Madrid?

Este es uno de los motivos, entre muchos otros, por lo que la LOMCE es una ley segregadora que discrimina a un cierto tipo de alumnado y no ofrece soluciones a los que se han perdido en el camino y que en un futuro, cuando tienen más madurez, vuelven a encontrarlo.

Imaginad este mismo caso pero con una alumna de 4º de ESO que logra con mucho esfuerzo aprobar la etapa de Secundaria y se encuentra con una reválida que no logra superar, por lo que se ve sin derecho a obtener el título y abocada, por narices, a estudiar FP Básica. Y es que la LOMCE lo que pretende es cerrar puertas al alumnado con más dificultades y no dar la oportunidad de que un chaval o una chavala de 16 años pueda reconducir su futuro si desea hacerlo.

Las famosas reválidas a lo largo de 2017 serán todavía un ensayo en nuestro país pero a partir de 2018 contarán para sacarse el título. Lo más sangrante de esta situación es que más del 80% de la comunidad docente, los principales sindicatos y hasta las asociaciones de directores de instituto rechazan las reválidas. Esta es otra más de las “marcas del PP” que una ley como la LOMCE lleva grabada a sangre y fuego. Unas reválidas que además no potencian el aprendizaje continuado del alumnado, ya que se vuelve a caer en el riesgo de enseñar a pasar un examen en vez de adquirir conocimientos y habilidades en lo que se supone que debe ser la enseñanza: un proceso de aprendizaje y no el hecho puntual de pasar una prueba.

Como todo lo que huele a Partido Popular, lo de las reválidas de la LOMCE también trae un tufo en su vagón de cola que a mí me tiene muy escamado. Porque estas pruebas serán encargadas a entes externos al propio centro de enseñanza, es decir, a empresas privadas, y aquí viene mi sospecha, que visto lo visto, y por la manera en que actúan los populares, se convierte en casi una certeza, y es que estas empresas externas mucho me temo que serán nombradas con el sistema al que el Partido Popular nos tiene acostumbrados: el sistema del dedazo, como recientemente ha hecho el señor Mariano Rajoy con el ex ministro Soria al nombrarlo alto cargo del Banco Mundial.

Todo esto tiene una lectura clara: El PP pretende desmantelar el sistema público de enseñanza, como están haciendo con la sanidad, privatizando en este caso la evaluación del alumnado, como ya vienen haciendo con otros servicios públicos o también apoyando de manera descarada a la enseñanza concertada (magnífico eufemismo para referirse a un sistema escolar exclusivo pero pagado por todos) en detrimento de la pública. Desgraciadamente y, aunque el PSOE está en contra de la LOMCE, esto de privatizar servicios externos y apoyar a la concertada también se hace mucho por Andalucía, señora Susana Díaz.

Lo cierto es que la LOMCE debe ser derogada, no metida en el congelador como quería el señor Albert Rivera, entre otras cosas porque no se puede paralizar si no se deroga. La solución política a este desastre educativo la pueden tener las Comunidades Autónomas oponiéndose radicalmente a no llevarlas a cabo. Dentro de este marco me parece buenísima la iniciativa que ha presentado la Parlamentaria andaluza de Podemos, Libertad Benítez , en la que se solicita la derogación del Real Decreto por el que se regulan estas pruebas finales que sólo traen al sistema educativo más exclusión, más desigualdad y por lo tanto, menos democracia.

Pero otra solución contra la LOMCE y contra otras leyes nefastas impuestas por el PP se otea en el horizonte: que en el gobierno de España no sea presidente Mariano Rajoy. A lo mejor soy un iluso. No lo sé. Yo no lo veo tan difícil.

Sea como fuere veo marcharse a mi antiguo alumno Pablo de su visita anual de principio de curso. Dentro de un par de semanas volverá a Madrid para seguir con sus estudios de periodismo.

Alguno me dirá que es un ejemplo aislado, pero casos como el de Pablo serán imposibles de ver con estas reválidas que propone esta nueva ley educativa neofascista impuesta por el Partido Popular.

¡Que te vaya bonito, Pablo! Nos vemos el año que viene a principios de septiembre.

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