Imparable. El binomio Mercedes-Hamilton funciona como una máquina de precisión. Sin fallos. Sin margen para el error. Una auténtica máquina de competición capaz de imponer su ley una carrera tras otra de forma indiscutible. Incuestionable. Ese es el resultado de sumar el talento del 44 a la tinta de los ingenieros de Mercedes para calcular y poner en práctica las estrategias; pura habilidad que, de forma irremediable, conducen al éxito como el cosechado en la carrera de hoy en el Circuit de Barcelona.
¿En qué estarían pensando en Red Bull? Después de que Verstappen aprovechase la salida para hacerse con la primera posición y liderar la carrera hasta su tercio final, no han sabido leer la maniobra de Mercedes para llevar a Hamilton a boxes y hacerle salir con ruedas nuevas. Estaba claro que el bueno de Max tendría problemas en las últimas vueltas, que sus neumáticos no iban a durar eternamente y que apenas podría defenderse de la dentellada del actual campeón del mundo, que venía detrás a un ritmo de vértigo, como un obús, recortando más de un segundo al holandés en cada giro.
Que Mercedes ha estado brillante, no vamos a discutirlo. Pero para que la estrategia funcione es necesario contar con un piloto capaz de llevar a la práctica lo que se ha dibujado en el papel; y en eso Hamilton es un seguro. No falla.
Hoy, en el Gran Premio de España, el heptacampeón del mundo ha vuelto a demostrar que es un auténtico depredador, un adicto a la victoria con una aptitud que le ha llevado a conseguir su noventa y ocho triunfo en Fórmula 1 y que le abre, aún más, las puertas de la leyenda… Aunque les escueza a muchos.
Grande Hamilton. Enorme Mercedes.
