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Mercè Rodoreda, la niña que vivía maravillada en lo alto de una higuera

La autora de ‘La plaza del diamante’ también cosechó una brillante trayectoria literaria como cuentista infantil

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análisis

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Mucho antes de que la autora de la archiconocida La plaza del diamante se convirtiera en una de las escritoras de referencia en lengua catalana gracias sobre todo a esta novela traducida a más de 40 lenguas desde su publicación en 1962, aquella niña que fue recuerda que vivió su infancia “maravillada”. Fruto de ese ensimismamiento son estos Cuentos para niños (Siruela), que por primera vez recoge en castellano las narraciones infantiles de Mercè Rodoreda, la faceta más desconocida de su reconocida obra literaria.

Rodoreda publicó estos relatos para niños en el convulso periodo que va de 1935 a 1937, años duros de la historia reciente de este país. Aparecieron en el diario La Publicitat y la revista Moments. Se vivían años tremendamente difíciles, pero su publicación da muestras también del ímpetu creativo de una escritora para la que su propia infancia fue un caldo de cultivo esencial que sirvió después para potenciar su imaginario. En enero de 1939 tuvo que emprender el camino del exilio francés cuando era un hecho constatable que los fascistas vencerían en la guerra civil.

Como se relata en su biografía en esta edición de Sergio Fernández, quien firma también el epílogo, “de pequeña, prácticamente no tenía amigos, salvo Felipet, el niño vecino que trepaba con ella a la higuera y a quien Mercè dirigía en todos los juegos. Solo fue tres años al colegio, y no hizo amistad alguna; todas las niñas le parecían pesadas, le parecían unas mirisabidillas”.

Rodoreda “solo fue tres años al colegio, y no hizo amistad alguna; todas las niñas le parecían pesadas, le parecían unas mirisabidillas”

Los 19 relatos que componen su producción infantil son completamente diferentes al resto de su obra y ya en ellos se pueden detectar elementos sumamente innovadores y desconocidos para la época en que los concibió. Como señala Sergio Fernández en el epílogo, la producción de literatura infantil en catalán fue muy escasa durante varias décadas en aquella época y Rodoreda rompió sorprendentemente una dinámica con cuentos que favorecieron enormemente el conocimiento de la lengua catalana entre los más jóvenes gracias a estas historias dedicadas a los más pequeños.

“Para Rodoreda, la ‘literatura para criaturas’, como ella la denomina, se concibe como un espacio en el que borrar los límites entre la realidad y la ficción”. Fernández apunta que la autora de Aloma o La calle de las Camelias “consigue romper los modelos tradicionales de los relatos infantiles”. En sus relatos, los grandes protagonistas de sus fábulas llegan a ser en cierta medida los propios lectores, al suprimir la identidad del receptor y cualquier tipo de estereotipos de este género. De ahí el carácter innovador de sus cuentos infantiles, como Aventuras de Camús y Tararí, El hechicero y la lagartija, Las hadas o La estrella que murió.

 

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