Los últimos días han traído numerosas noticias en lo que a política internacional se refiere. Tras los atentados y la respuesta estadounidense que mencionáramos una semana atrás, se suma ahora que Estados Unidos decidió desplazar fuerzas propias a la zona de la península de Corea con el objetivo de intimidar a Kim Jong-un.

Esta situación, que de por sí revestía preocupación dado que implicaba una escalada en el conflicto que tiene Corea del Norte con gran parte del mundo, y viceversa, pareció llegar a un punto límite cuando el pasado miércoles comenzaron a circular dos comentarios por demás preocupantes. En primer lugar, ciertos medios periodísticos se hacían eco de la convocatoria realizada a los periodistas extranjeros por el régimen norcoreano en un hotel de Pyongyang porque serían testigos de un hecho ‘único y grandioso’. A la par de esto, y producto inicial de un cable de la agencia rusa Pravda, se informaba que Kim Jong-un había ordenado desalojar Pyongyang ante la inminencia de un ataque estadounidense.

Se había iniciado una guerra de medios y miedos. Nadie sabía que era consecuencia de qué y quién sería quien daría el primer paso para que todo volara por los aires.

Los minutos pasaron y se supo que en realidad la orden de desalojo nunca existió y el hecho único y grandioso se trató de la inauguración de una avenida.

Pero cuando la tensión bajaba, Estados Unidos reconocía que había arrojado en Afganistán la mayor bomba no atómica de la historia, la madre de todas las bombas, que como señala Patricia de Miguel en ‘Los daños causados en Madrid por la bomba MOAD de EEUU’ , se trata de un misil GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast Bomb (MOAB) de 9 metros de longitud y 10 toneladas de peso contenía 8.000 kilos de H6 -un compuesto químico que se asemeja a la gasolina y cuya capacidad destructiva equivale a 11 toneladas de TNT- y cubierto por una capa externa de aluminio para potenciar el efecto de la explosión.

Y no sólo reconocía el lanzamiento sino que afirmaba que como resultado de la detonación en Nangarhar, se había destruido un complejo de túneles de 38 años de antigüedad y se había matado a 36 miembros del Dáesh. La misma bomba que según refiere De Miguel de lanzarse en la Puerta del Sol hubiera provocado alrededor de 47.460 personas fallecidas y 107.430 heridos graves, en Afganistán mató a sólo 36 personas.

Es de preguntarse entonces si efectivamente se lanzó la bomba en cuestión, si se hizo, cuáles fueron las consecuencias reales, o si tan sólo se trata de una puesta en escena como para mostrar de qué es capaz de hacer Estados Unidos para imponer su ley. ¿Es que los hechos ocurren o que ciertos medios pretenden hacernos creer que ocurren ciertos hechos?

Avanza entonces la guerra de medios y miedos en donde con el objeto de tener la primicia se lanzan al aire teorías que el tiempo se encarga de desmentir. Lo acontecido en Corea del Norte así lo prueba.

La situación internacional es compleja y funciona de caldo de cultivo para que este tipo de acciones prosperen. Sólo con responsabilidad podremos evitar contribuir a esta guerra en donde las únicas vñictimas son los ciudadanos.

Desde Diario16 estamos dispuestos a dar guerra a esta guerra.

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