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“Me preocupa más lo que piensa un chaval de 18 años que no vivió en la Euskadi de ETA que lo que pensamos los que sí sufrimos aquellos años”

‘Tierra de furtivos’, la primera novela del periodista experto en terrorismo Óscar Beltrán de Otálora, retrata con todo el vigor narrativo del ‘noir’ la Euskadi posterior a ETA

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análisis

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El reputado periodista vasco Óscar Beltrán de Otálora (Vitoria, 1967), premiado por su trabajo en desentrañar todo tipo de terrorismo organizado, ya sea el de ETA o el yihadista, se adentra ahora en la ficción narrativa con un potente thriller ambientado en la Euskadi posterrorista, Tierra de furtivos (Destino), donde un oficial de una dividida Ertzaintza investiga un reguero de muertes en la Vitoria posterior al fin de ETA. Óscar Beltrán de Otálora nos abre la puerta a una Euskadi en pleno proceso de reconciliación a la que aún le queda mucho por recorrer y donde los claroscuros a veces no dejan ver aún el horizonte.

Del periodismo hecho desde Euskadi en los años de ETA aún viva a la novela negra del posterrorismo con su tierra también como protagonista de excepción. ¿Por qué ese salto a la ficción?

El periodismo es un trabajo fantástico pero la novela era uno de mis obsesiones desde hace décadas. Había hecho algunos intentos nada fructíferos pero creo que esos pasos previos me permitieron llegar a Tierra de furtivos. Creo que la ficción nos permite rellenar los huecos en blanco que deja la ficción, llegar a lugares a los que un periodista no puede entrar porque entra en el terreno de la fabulación, de la imaginación que permite buscar explicaciones o hechos que la realidad no nos permite conocer. El periodismo a veces consiste en quitar las capas de la cebolla para intentar llegar a la verdad. La ficción puede ser todo lo contrario. A un hecho concreto añadirle capas y capas para buscar una obra que emocione al lector y le interese.

¿Teme la implacabilidad de la crítica literaria o está curado ya de espanto con su trayectoria periodística?

El periodismo es siempre una lección de humildad o es un fracaso. Nunca me considero curado de espanto porque siempre hay algo que te asombra o que te hace pensar en cosas de las que no eras consciente. De las críticas se debe aprender y, si no es posible, saber encajarlas también sirve como entrenamiento.

“El periodismo a veces consiste en quitar las capas de la cebolla para intentar llegar a la verdad. La ficción puede ser todo lo contrario”

¿Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia en su novela, o todo lo contrario e incluso se ha quedado corto?

Es un tópico, pero la realidad siempre supera a la ficción. Yo he utilizado datos de la realidad para crear una ficción que tenga tensión y emoción. Como escritor me interesan los personajes y cómo se relacionan con su pasado y su futuro. En todos los protagonistas de Tierra de furtivos utilizo historias reales para buscarles un pasado complejo y situarlos en la historia pero su futuro lo creo desde la ficción, así puedo escribir historias de redención, de ambición enfermiza, de odios irracionales, etc…

Uno de los protagonistas de Tierra de furtivos es un antiguo militante de ETA que se resiste a rechazar el final de la lucha armada en Euskadi. ¿Tiene la certeza de que aún quedan muchos rescoldos de este tipo que apagar?

Existe un núcleo minoritario de disidentes que consideran que fue un error abandonar las armas. Se trata de una serie de personas que, por ejemplo, acusan a Arnaldo Otegi de ser un traidor. Han llevado a cabo movilizaciones por todo Euskadi y en algunos pueblos son muy activos. Aunque hoy por hoy, son grupos muy minoritarios. Para mí, desde el punto de vista literario, resulta muy interesante este tipo de personas que pese a contemplar la derrota de una organización que fue el eje de su vida, en vez de reflexionar sobre la utilidad de la violencia se dedica a defender un terrorismo que ya fue vencido, no les permitió conseguir sus objetivos y solo causó dolor.

Muchos de aquellos que hicieron del terror en Euskadi un modo de vida han debido reciclarse contra reloj para reintegrarse en una sociedad en paz, pero probablemente otros tantos han equivocado el camino adecuado y se han internado por senderos peligrosos que los llevan al crimen organizado. ¿Es así o sólo le ha servido para ensamblar la trama de su noir?

He utilizado datos reales para crear la novela, pero es una ficción noir. En la novela me inspiro en una realidad de ETA. Los corruptos -los ustelak, según los propios documentos de la banda- que existieron. Eran militantes de la banda o de la izquierda abertzale que no tuvieron problemas en estafar a la organización y robar grandes cantidades de dinero de la banda. Desde el punto de vista de la novela criminal, me resultaba fascinante para introducir ese elemento de traición y sospechas dentro de la trama.

Mantener viva la memoria es imprescindible para que el terrorismo no vuelva a germinar en Euskadi, tanto como no utilizar este pasado lacerante como arma arrojadiza. ¿Dónde está el equilibrio perfecto en este sentido?

El pasado es el pasado. Las víctimas quieren que sus historias no se olviden y para mí esta es una de las premisas de lo que se ha venido a llamar relato. No sé si es necesario buscar el equilibrio o simplemente relatar lo que sucedió de la forma más veraz posible y que sean los ciudadanos los que saquen sus conclusiones.

¿Va Euskadi por el camino adecuado hacia la normalidad?

En mi opinión sí, pero quizás el problema sea las distintas interpretaciones de lo que es la normalidad. Es curioso que la historia de Patria, por ejemplo, haya provocado distintas interpretaciones y desde sectores muy radicalizados se la critique, unos por blanda y otros por todo lo contrario. Pero para la gran parte de la sociedad es una novela que ha expuesto la realidad y le ha colocado ante un espejo. Quizás lo normalidad sea ese debate y que la sociedad reflexione sobre su pasado, sin violencia y sin coacciones.

¿Al ritmo necesario?

El ritmo será el que la sociedad establezca. Creo que tanto el periodismo como la ficción o la investigación académica pueden aportar puntos de vista a ese debate y ayudar a que las nuevas generaciones, que en mi opinión son la clave, tengan acceso a una visión no manipulada de lo que sucedió en Euskadi. Me preocupa más lo que piensa un chaval de 18 años que no vivió en aquella realidad que lo que pensamos los que sí sufrimos aquellos años.

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