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Me aprendo de memoria un poema de Luis Alberto de Cuenca

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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No había intentado aprenderme un poema de memoria desde los tiempos del colegio; o quizá sí, en algún momento; porque me suena que le di vueltas a un clásico de Walt Whitman, pero se me escurrían los versos como agua de lágrima y no lograba retenerlos.

Sin embargo este verano extraño, el más extraño (pero esa es otra historia), ninguna prosa de ficción conseguía engacharme suficientemente, y dejé que la mano entrase en la zona de la biblioteca donde son felices los poetas. Había varios libros de Luis Alberto, es ami amigo y le aprecio; y le admiro. Hasta la fecha había leído su obra al modo de los saltimbanquis: abriendo sus libros al azar y posándome aquí y allá. Empecé igual en esta ocasión. Volví a su famoso BÉBETELA, disfruté con CUCHARADA, ambos en una antología, e inopinadamente pasé a su CUADERNO DE VACACIONES. Me lo leí entero y de modo -casi- ordenado, y allí estaba el poema fantástico, magnífico, inolvidable, retrato indiscutible de lo que somos todos sin apenas excepciones, y marqué la página. Luego memoricé el número, la 94. Y entonces sucedió: algo me impulsó a aprenderme de memoria el poema. Aún no sé si voy a pegarlo al final de este artículo o simplemente citar el título y que quien quiera leerlo se busque la vida y bucee en internet para encontrarlo.

No es fácil memorizar poemas. A cada poco me acordaba de Emilio Pascual, uno de mis grandes, de mis inmortales, y su capacidad alucinante de memorizar cualquier cosa: un día me contó que iba en el metro, se había olvidado el preceptivo libro de compañía, y comenzó a memorizar el texto de un anuncio.

Me ha costado una semana entera, todas las noches antes de acostarme (casi amaneciendo como es mi costumbre). Me sabía el poema, claro, pero mi tendencia natural era cambiar palabras, recitarlas según mi propio oído; hacía algo parecido cuando estudiaba derecho, y aprobaba siempre cuando me hacían cantar los artículos del código civil o penal, porque los comprendía y recitaba con soltura, pero lo hacía a mi modo; la extravagancia o exceso de personalidad fue la razón por la que jamás se me premió con ninguna matrícula.

Con el poema de Luis Alberto me pasaba lo mismo y tenía que buscar trucos nemotécnicos para recordar que corruptos iba antes que cobardes, o enfermos antes que débiles (el truco ahí fue pensar que la primera letra subvertía el orden del alfabeto) y que el verso de los tres mil años primero iba precedido de un durante y luego de un llevamos. Pero ya me lo sé. Y hace dos días, subiendo de Mad Madrid con Max, mi hijo, conseguí recitárselo sin demasiados trompicones (aunque tampoco es imposible que fallase con alguna palabra y la sustituyese por otra).

El poema se titula BASURA GENÉTICA.

No voy a copiarlo. Y tampoco voy a poner ningún enlace directo. Si a mí me ha costado tanto aprendérmelo pienso que quien lo quiera leer debe hacer también algún esfuerzo: pequeño; basta poner en goguel Luis Alberto de Cuenca seguido de Basura genética, y aparece.

Lo que sí voy a hacer es recitarlo ahora y para mí mismo, aunque nadie me escuche.

Lo he hecho, pero he tenido que pararme un montón de veces y utilizar mis torpes trucos nemotécnicos.

De ahí venimos todos

dice uno de esos versos que he memorizado. Gracias por haberlo escrito, maravilloso Luis Alberto de Cuenca.

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