Una pregunta compleja. El ser humano necesita escribir porque está en su ADN, en el ansia de aprender, de explicar el mundo, en su sed de eternidad. Así nos lo hicieron saber las civilizaciones más antiguas (mesopotámicos, egipcios, fenicios, hebreos, precolombinos…) y las más modernas hasta la actualidad. Homero, Herodoto, Tucídides, Dante, Petrarca, Boccaccio, el romancero, la mística, la novela picaresca y de caballería, Cervantes. Shakespeare, Molière, Gracián, la Ilustración, el Romanticismo, Víctor Hugo, Clarín, Pérez Galdós, Flaubert, Tolstoi, Dickens, Marcel Proust, Joyce, Valle-Inclán, García Lorca, Hemingway, García Márquez, Borges, Baroja, Camilo J. Cela, tú…

¿Por qué?

Porque escribir es una necesidad biológica. Sí, biológica, como lo oyes. Escribimos para entender el sentido de nuestra existencia, para amar y comprender por qué nos aman, para investigar y acumular conocimiento. Por miedo, necesidad interior, por dinero. Para sobrevivir en medio de este caos; porque no todo el mundo puede ser tendero, obrero en una fábrica, funcionario público o tener la suerte de cobrar una herencia o de que lo enchufen en una oficina bancaria. Escribimos por costumbre, para matar el tiempo, para sumergirnos en épocas pasadas o para rememorar la propia. O simplemente escribimos como forma de existencia, para construir ficciones y que nos lean.

De ahí que esta pregunta sea la duda de todos los escritores que te han precedido. Escucha a algunos:

Felipe Benítez Reyes: “No sé por qué escribo, ni tampoco tengo demasiado interés en saberlo. En este caso, me preocupa más el cómo que el porqué. La pregunta me parece ociosa, de modo que cualquier respuesta posible no pasaría de ser una pirueta truculenta en el vacío. Aunque -quién sabe- a lo mejor escribe uno para eso: para obtener respuestas sin el requisito de una pregunta previa y, sobre todo, para ensayar piruetas truculentas en el vacío, que es un territorio literario bastante fértil”.

Lucía Etxebarria: Para que me quieran más. Porque cada vez que alguien me dice: Tus libros me han ayudado mucho, por favor sigue escribiendo, me da una razón para hacerlo. Porque al colocar a personajes en situaciones que simbólicamente pueden representar aspectos de mi vida y conseguir que salgan airosos de ellas, de alguna forma me salvo a mí. Porque siempre lo he hecho, porque es natural en mí, y porque es de las cosas que mejor hago, amén de dibujar, cocinar, hacer el amor y organizar fiestas. Escribo por amor, publico por dinero. Por esa razón, no publico ni la mitad de lo que escribo”.

Manuel Vicent: “Si esta pregunta se me hubiera formulado hace muchos años, cuando empecé a escribir, mi respuesta habría sido más romántica, más literaria, más estúpida. Probablemente habría contestado que escribía para crear un mundo a mi imagen, para poder leer el libro que no encontraba en mi biblioteca, para no suicidarme, para enamorar a una niña, para influir en la sociedad o tal vez cínicamente porque no servía para nada más, ni siquiera para arreglar un enchufe. Sin olvidar lo que este oficio tiene de vanidad y de narcisismo, a estas alturas de la profesión creo que escribo porque es un trabajo que me gusta, que unas veces me sale bien y otras mal, pero en cualquier caso la literatura ya forma parte de un mismo impulso vital que me sirve para sentirme a gusto todavía en este mundo, sin que espere gran cosa de su resultado”.

Enrique Vila-Matas: “Ah, ya veo, vuelve la vieja y pérfida pregunta. Pero también podrían ustedes preguntarme por qué acabo de hacer un moño en mis zapatos, y por qué no me he contentado con un nudo que, para el caso, me habría servido igual. En algún tiempo remoto, un antepasado hizo el primer moño. Nosotros no somos más que sus imitadores, un eslabón en la cadena ininterrumpida de la tradición. De modo que a quien habría que preguntarle por qué escribo es a ese antepasado, preguntarle por qué quiso ir más allá del nudo”.

Ahora di tú por qué te apetece escribir.

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