Matar al mensajero

Si nuestro país es en algo especialista, es en sacarse las responsabilidades de encima, y fusilar de paso al desgraciado mensajero que lleva las noticias de la debacle.

Podemos explicar numerosos casos, pero me referiré al último, las modificaciones al código de circulación.

Y es que es cierto, los muertos están en unos niveles intolerables y los puntos negros han crecido, a la par de los muertos y accidentados.

Y es cierto también que nadie está libre de faltas, como para tirar la primera piedra; pero dicho esto, hay dos grandes problemas que no han sido atacados.

El primero, y no menor, es que nos han vendido, de siempre, los coches apelando a nuestro ego individualista, ofreciéndonos productos que llegan incluso al doble de la velocidad máxima permitida. Responsables, los fabricantes, sin duda. Todo así, los coches que circulan son mejores, más bien conservados y más seguros.

Pero hemos de valorar qué nos diferencia de un país tan cercano como Francia, cuya velocidad máxima permitida en carreteras y autovías es 130 Km/h más un plus para el momento de sobrepasar otro vehículo, cuando aquí se acaba de rebajar a 110 y sin margen para el rebasamiento. Y porcentualmente hay menos muertos en Francia que en las carreteras españolas.

Pues bien, buena parte de la explicación es que nuestras carreteras están hechas una cochambre. Desde 2008, fecha en que, mayoritariamente con fondos europeos se acabó el último plan serio de carreteras, sólo hemos invertido en tapar los baches que iban saliendo. 

Eso sí, hemos convertido nuestras carreteras en una modernísima máquina de sancionar y recaudar; para eso no han faltado fondos. Y este cambio legislativo es una alegría para los fabricantes de radares que van a comisión y para los fabricantes de placas y señales de tráfico, que para todos ellos, no hay crisis.

Lo mismo podemos decir con lo de los móviles, solo los pobres son pillados con los móviles en la mano, los que más pueden tienen Apple Car Play, Android Auto y multimóvil por Buetooth.

Para matar al mensajero, lo único que se le ha ocurrido a la Administración es culpar al conductor, aumentar las multas y reducir las velocidades en todos los ámbitos.

La sangría de nuestros muertos, tiene responsables con nombres y apellidos en la Administración, principalmente en la Dirección General de Tráfico y el Ministerio del Interior y cómplices en Presidencia del Gobierno. De nuevo, el Congreso de Diputados ha sido una comparsa para bendecir democráticamente que se apuñale por la espalda al mensajero. Nadie se ha hecho ninguna pregunta.

Y quizás es hora que por ley todas nuestras multas de tráfico fueran, por ejemplo, a cooperación con el tercer mundo y los países en guerra, como Ucrania.

Y es que, repasen ustedes una de las radiografías más irónicas de España, les hablo de Asterix en Hispania, cuyo dibujo sobre las carreteras españolas es plenamente vigente. Por cierto el cómic de Uderzo y Goscinny fue censurado y prohibido por el franquismo y los coleccionistas tuvieron que irlo a comprar a Perpignan, Francia.