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Marchamalo mirando a Hierro, José Hierro

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Tengo una debilidad por Jesús Marchamalo: me encanta, me cae genial, me gusta muchísimo cómo escribe y cómo es: la sonrisa siempre en los ojos y el entusiasmo en la dicción. No le veo mucho, cierto (creo que la última vez fue en la cafetería Santander, que ya no existe, borrada por la pandemia), pero me da igual, es como si le viese todos los días, o más exactamente: como si fuese mi primo hermano favorito y no necesitase verle o hablar con él para sentirlo cerca y cómplice y amigo. Envidio al portero de su casa en Pardiñas a quien seguro inunda de alegría de vivir cada vez que entra o sale. Y esos libros pequeñitos y divinos que publica con Nórdica: el de Pessoa, el de Delibes, el de Kafka, el de Wolf… son los únicos libros literarios que leo y releo al menor pretexto, y siempre saco matices nuevos, me sorprendo (como me pasa con los Tintines) y doy gracias a los dioses por no tener una memoria de notario, porque a cada encuentro me siguen pareciendo nuevos y frescos; frescos como lo es el tono conversador -docto, bullanguero y burlón- de Marchamalo.

Era 5 de enero y el sobre (una virguería: los sobres, los guardo todos en una caja de gayumbos, en impecable hojalata, de Tommy Hilfiger) estaba en mi buzón. Naturalmente no lo abrí, aunque me apetecía casi histéricamente, sino que lo coloqué bajo los zapatos con el resto de los regalos de reyes que desenvolvería al día siguiente. ¡Y allí estaba el 6 de enero! dentro del sobre: Hierro, HIERRO FUMANDO. Maravilloso. Me lo leí esa misma mañana, por supuesto, e iba a volver a leermelo antes de dictar esto, pero al final he decidido demorar el placer y lo haré cuando acabe de dictar y corregir (¡me lo voy a pasar  en grande!). De Hierro sé algunas cosas, fascinantes, a través de otro de mis inmortales cercanos: Scarpa, Gonzalo Escarpa, a quien le firmó un contrato, el último que firmaba en su vida, en una servilleta de papel.

Hierro fumaba, claro. Hierro estuvo en la cárcel nada menos que cinco años por puro capricho y estupidez del destino, Hierro hacía vinos, Hierro estuvo años callado y sin escribir (amo el barbecho en los creadores), Hierro era incansable y apuró hasta el último minuto de su vida… pero para saber de él lo mejor que puede hacer cualquiera es comprarse este librito estupendo que no se acaba nunca, como todos los libros de esta serie que es un regalo para el mundo.

Y nada más voy a decir ya hoy ni de Hierro ni de Marchamalo, sólo que agradezco que existan, que sus palabras son capaces de hacer que nadie se sienta verdaderamente solo, y que menudo pedazo de regalo me han traído estas navidades -niños y niñas, señoras y señores, fumadores y desahumados- desde el oriente de Nórdica los feéricos Reyes Magos.

Añado: más deslumbrantes que nunca los ilustraciones del señor Santos, Antonio Santos.

(Mecanografía: MDFM)

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