Manuel Vicent y el Mediterráneo viven un idilio permanente desde que ambos se conocieron, desde que el escritor castellonense miró un buen día el horizonte del mar y vio que ahí estaba el futuro nunca escrito de la humanidad. También la historia cantada por el bardo Homero en tiempos inmemoriales. Y aunque parece que hace mucho de todo ello, sigue sucediendo ahí, en nuestros mares, como la eterna ola que rompe una y otra vez sin desmayo sobre la orilla.

Por ello La regata, su nueva novela, publicada por Alfaguara, emprende una odisea de la posverdad con el viento soplando a favor y los mismos demonios en el fondo del mar que hace tres milenios hicieron dudar al mismísimo Odiseo después de sus hazañas en Troya. Para ello, el autor de Son de mar o Tranvía a la Malvarrosa lo hace recorriendo al detalle, como sólo Vicent es capaz de hacer con un buen adjetivo a mano, un buen puñado de males que aquejan a esta sociedad decrépita y enferma: la corrupción institucionalizada, la degradación moral de los opulentos, el contraste indolente entre ricos y pobres, el compromiso moral de pasarela y la falsedad de una ética ausente por completo de rigor y palabra de honor.

Ya desde aquellos últimos estertores del franquismo y después con los primeros políticos y empresarios de la cacareada Transición democrática haciendo de las suyas, el escritor valenciano ha sabido plasmar con una asombrosa hiperrealidad pictórica las miserias de una clase social que no ha cambiado tanto con el paso de algunas décadas. La corrupción es ajena a modas y se repite continuamente por los siglos de los siglos.

El tiburón financiero hecho a sí mismo que se comía el mundo y a los que en él habitaban durante los años de vino y rosas de nuestra democracia sigue siendo el mismo que hoy continúa sacando tajada de los rescoldos del desfalco. Y los cadáveres que van quedando por el camino también son siempre los mismos: los desposeídos, los humildes ajenos a tejemanejes auspiciados por caníbales de tres apellidos con guiones y varias conjunciones en su árbol genealógico.

Aquella mujer florero que tomaba el sol sobre cubierta del yate con la tranquilidad que le daba tener a un héroe rapiñador como capitán de nave sigue echándose cremas de alta gama mientras su ladrón de guante blanco cierra a través del móvil la última operación especulativa al tiempo que da buena cuenta de las raspas de una caballa con escalivada. Y todo ello mientras graban las miserias de los parias hacinados sobre botes de goma asombrosamente flotando en alta mar, unas aguas inmensas que tanto tienen de bravas como de amables, dando lugar incluso a escenas amorosas primorosas bajo un manto estrellado de constelaciones.

Este es el universo de Vicent. Así es su mundo y también el nuestro. Pero sólo él es capaz de escribir escenas tan bellas y personajes tan crueles como los que describe, y hacerlo todo ello con la maestría y sinuosidad con que Penélope tejía y destejía mientras esperaba a su esposo.

 

La regata
Manuel Vicent
Alfaguara
240 páginas
18,90 €

 

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