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Manfred Weber trumpiza al PP europeo

La derecha del viejo continente también radicaliza su discurso, sobre todo en asuntos como el cambio climático y la defensa de parajes protegidos como Doñana

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análisis

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Tras la Segunda Guerra Mundial la derecha europea se civilizó. Derrotado el nazismo, democristianos, liberales, conservadores y centristas se aliaron para conquistar el poder en los diferentes países. Todos tenían un ideario común, patriotismo exacerbado, conservadurismo, anticomunismo (la Unión Soviética se convirtió en el nuevo enemigo para ellos), sumisión al emergente imperio norteamericano, debilidad por el libre mercado sin control y un cierto espíritu renovador en lo social, de clara influencia católica, que a fin de cuentas no era más que una nueva forma de populismo. Fue así, democratizándose en apariencia (aunque muchos siguieron llevando por dentro su pasado fascista), como se subieron al carro de la creación de la Comunidad Económica Europea. Y en algunos países, como Alemania, Italia y Reino Unido, la fórmula triunfó (no así en España, donde cuarenta años de dictadura franquista y falangismo duro lastraron para siempre a la derecha).

En la actualidad, la corriente trumpista que arrasa en todo el planeta está cambiando esa tendencia política, esa evolución de los conservadores hacia la civilización, y el péndulo vuelve a moverse en sentido contrario rumbo a la radicalización. Lo estamos viendo estos días con Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo, que ha arremetido contra el comisario de Medio Ambiente de la UE al acusarlo de “ponerse la camiseta roja” sanchista en su defensa del parque nacional de Doñana. El 5 de enero de 2018, en una convención de su partido, la CSU, este hombre llegó a asegurar que “el tema europeo central es la solución final para la cuestión de los refugiados”. Solo el hecho de que hubiese elegido el término “Solución Final”, que recordaba tanto al Holocausto judío, hizo temblar a los demócratas de bien, que temieron un retorno a los malos tiempos. Cierto es que Weber puso un tuit en el que calificó a quienes se echaron sobre él de haber mal interpretado sus palabras. Pero ahí quedó el tic nostálgico.

Hace una década, afirmaciones de ese tipo en boca de un líder conservador habrían sido imposibles, ya que los conservadores asumían las reglas del juego, respetaban las directivas comunitarias y se mantenía ordenados, respetuosos con el adversario y en su sitio. Hoy ya no. Hoy se han echado al monte, se han convertido en antisistema, han adoptado el lenguaje políticamente incorrecto y faltón de Trump y ya se mueven por los pasillos de Bruselas sin complejos. ¿Ha vuelto el fascismo a las instituciones europeas? Es pronto para saberlo. Pero, de cualquier manera, es evidente que el giro radical hacia una derechona más extrema está ahí. Los gobiernos ultraderechistas de Hungría y Polonia ya influyen en las instituciones de la UE, donde la voz de Víktor Orbán y Mateusz Morawiecki se ha normalizado en el día a día y en asuntos tan sensibles como el recorte de las libertades a las mujeres y a la comunidad LGTBI, la islamofobia, el endurecimiento del discurso antiinmigración y la mordaza a los medios de comunicación. El proceso es similar en otros estados como Estonia, Letonia y Eslovaquia, único miembro de la UE que, además, cuenta con presencia neonazi en su parlamento. Nacionalismo, identitarismo, tradicionalismo, xenofobia, discurso antifeminista forman parte de los mensajes que se escuchan en la tribuna del Parlamento Europeo. Suecia y las democracias escandinavas, peligran; Italia ya está en manos de la gran fan de Mussolini, Giorgia Meloni. Y Macron se encuentra a un paso de caer derrotado en Francia frente al clan Le Pen. En España, tenemos fresco ese fenómeno que ya no es noticia.

En ese contexto, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha respaldado al comisario de Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius, después de que el Partido Popular Europeo le acusara de hacer campaña por Pedro Sánchez en el asunto de Doñana. “La Comisión está cumpliendo su papel de gestionar un expediente sobre la base de la legislación”, asegura un portavoz de la Unión Europea, que recuerda que el papel del Ejecutivo comunitario “es estrictamente institucional”. “Nunca reaccionamos a declaraciones de responsables políticos”, ha afirmado el portavoz al ser preguntado sobre las críticas de Weber contra Sinkevicius. Una defensa tibia ante el recrudecimiento de una retórica ultra que no puede traer nada bueno al viejo continente y al más que maltrecho proceso de construcción europea. Esa posición explicaría muchas cosas, entre ellas por qué aquí, en España, Feijóo ha abandonado la senda de la moderación y el centrismo que dijo emprender al comienzo de su mandato para experimentar también, en algunas materias políticas, con el trumpismo rampante. Malos tiempos para la lírica.

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1 COMENTARIO

  1. A la derecha europea en general, no le gusta nada esta UE. Quieren volver al Mercado Común, una organización puramente comercial, con “libertad” para empresas, mercancías y capitales, y nada más. Por eso se ha puesto de moda el concepto de “soberanía”. ¿Qué es eso de que alguien de fuera venga a decirnos qué debemos hacer con “nuestras” mujeres, “nuestros” extranjeros, “nuestros” homosexuales, “nuestros “ niños, “nuestros” animales, “nuestros” bosques, ríos y costas? Las oligarquías locales de cada país occidental, quieren recuperar su poder omnímodo tradicional, y están regando de dinero a todos los movimientos fascistas de Occidente. El objetivo de la derecha europea, es desmontar la UE.

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