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«Mamá, de mayor quiero ser Youtuber»

El poder de instagramers, youtubers, influencers y otros –ers en niños, niñas y adolescentes

Isabel Blasco
Isabel Blasco
Periodista y editora con más de 15 años dedicada al sector editorial. Experta en comunicación cultural. Directora de www.arcopress.com, editorial dedicada a la publicación de libros relacionados con la salud, bienestar, deporte, nutrición, sexualidad y redes sociales.
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análisis

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Vivimos en época de postureo. Nos encanta mostrar nuestra vida y «milagros» a golpe de selfie. En este ecosistema digital los menores utilizan las redes sociales como principal medio para relacionarse y conseguir un like o un Me gusta. De hecho, a los 10 años, el 25% de los menores posee un móvil y el 72% de los niños españoles, entre 6 y 11 años, tiene perfil en alguna red social. Según Unicef , a nivel global, uno de cada tres internautas es un niño.

El poder y la fama lo protagonizan ahora los influencers. Algunos se han hecho famosos de la noche a la mañana conformando una nueva forma de ganarse la vida que parece, a simple vista, rápida y fácil. También han surgido los Youtube kids, los niños nacidos en la era digital que, a su corta edad, ya son capaces de arrastrar a miles de seguidores en masa. Son las estrellas del momento y abanderan, con sus stories, sus directos y sus fotos, un complejo panorama de éxito, dinero y fama al que aspiran a formar parte legiones de niños y adolescentes. Juguetes gratis, patrocinios de marcas, millones de seguidores… El fenómeno de los niños youtubers parece ser un lucrativo negocio familiar como se observa en niños como el estadounidense Ryan ToyReview, que facturó este año cerca de 20 millones de euros sólo por comentar y jugar con juegos y juguetes. En España también hay menores de 10 años –y familias enteras- con millones de seguidores que arrasan también con otras actividades complementarias, como la publicación de libros de sus aventuras siguiendo el ejemplo de youtubers adultos como el Rubius o Vegetta.

Para analizar la cara B de este fenómeno y el papel y el control de padres y profesores en redes sociales, el periodista y escritor David Ruiperez , acaba de publicar Mi vida por un Like (Arcopress), un libro donde analiza el uso que adultos y menores hacen de la tecnología y el rol de padres y maestros para enseñar a niños y adolescentes a aprovechar el potencial de las redes sociales sin perder la cabeza ni frustrarse cuando no logren ser el próximo Rubius o la próxima Dulceida.

«Viviendo en las redes sociales se pierde parte de la esencia de la humanidad y de la vida»

«Nuestros hijos, como nosotros, vivimos pendientes de lo que pasa en una pantalla de seis pulgadas -explica Ruiperez-. Les vemos con el móvil en la mano sin saber si está viendo cómo fabricar un bolso con unos retales, los looks que son tendencia, a unos fanáticos degollando a un inocente o vídeos de personas que se caen y casi se quedan parapléjicos. Por supuesto ignoramos lo que comparten y publican. Con tal de conseguir el éxito en las redes sociales apuestan por hacerse selfies extremos y peligrosos o fotos sensuales de las que se arrepientan toda la vida, que son oro puro para los depravados. Estamos muy ciegos, aunque nos mostremos tranquilos porque está en el sofá de casa y no en un banco de la calle haciendo botellón».

«No todo es negativo –añade-, hay un potencial enorme en las redes para aprender, para divulgar tus habilidades, el arte, la música, pero nadie tiene un manual de instrucciones. Niños y niñas muy pequeños quieren ser estrellas de YouTube o Instagram porque creen que les lloverá el dinero y los regalos caros por un trabajo que les parece sencillo y divertido. ¿Para qué estudiar?».

 

-Una vida irreal, el mundo Disney, todo es happy… ¿Por qué nos gusta tanto el postureo y mostrar un vida irreal en las redes? 

Es una forma fácil de ocultar nuestros defectos y, aunque sea de forma virtual, mostrarnos cómo nos gustaría ser. Más guapos, con más dinero, capaces de expresar frases o ideas brillantes, emprendedores, entusiastas, deportistas,… En general, felices, cuando en realidad quizá no lo somos tanto.

 

– Ver en un restaurante a los comensales más pendientes de subir a las redes el plato que se van a comer, antes que disfrutarlo se ha convertido en un clásico de las redes…

O en un concierto, grabando vídeos en lugar de disfrutar de la música. Respecto a la pregunta, hay chefs que se ponen de los nervios de ver que la gente no prueba el plato mientras lo coloca en la posición idónea para tomar la foto. Somos idiotas. Generar envidia puede más que el apetito.

«La clave es generar desde los 6 años una relación de confianza y hacerles ver, con ejemplos de gente que los ha cometido, los errores y peligros de publicar información personal o íntima en las redes o en actitudes insinuantes»

 

-¿Deben los padres controlar los teléfonos de sus hijos?

Hay un término medio entre ignorar qué ve y publica tu hijo o hija y cómo usa el teléfono móvil y ponerle un software espía para averiguarlo. Mediante el diálogo y la confianza, que es algo que hay que trabajar desde pequeños, es posible saber algunas pinceladas -no todo- de su vida digital. Lo suficiente para saber si debemos preocuparnos o estar tranquilos.

 

-Obama, recién nombrado presidente, alertó a un grupo de jóvenes sobre los inconvenientes de la sobreexposición en redes. «Pasado un tiempo, buscaréis trabajo, y podría ser un problema aquello que colgasteis sin pensar, años atrás». ¿Dónde está el límite?

Como bien sabemos, los jóvenes viven el presente y no se van a preocupar de lo que pase dentro de dos décadas. Está claro que todas las personas, los adultos también, se arrepienten de algo que colgaron en las redes en algún momento al igual que te arrepientes de muchas estupideces de juventud. El problema es que antes no quedaba constancia de esos errores y ahora todo está documentado para volver en el peor momento y volverse contra ti. Incluso arruinarte la vida. Las fotos íntimas, de fiesta o según en qué actitud o compañía son demoledoras. Lo vemos en los tuits que se publican del pasado de los políticos, por ejemplo. De hecho si los actuales adolescentes llegan a ocupar un cargo público se van a enfrentar a todo ese pasado y en algunos casos esas fotos o comentarios en redes sociales se convertirá en un arma nuclear en manos de la oposición. Lo que ocurre es que ahora triunfan las stories que se borran a las 24 horas, así que no quedará mucho testimonio de algunas cosas, salvo que eso se pueda recuperar de Instagram de alguna manera.

 

-¿Deberían los padres marcar unos «tiempos» al día, para que sus hijos suban «cosas» a las redes?

Empiezan muy pequeños y al principio sí es posible establecer un control como cuando les dejamos una hora de jugar a la consola o a la Tablet si se portan bien y hacen los deberes. En cuando tengan móvil propio colgarán lo que quieran desde la calle o cuando no estemos delante. Resulta imposible evitarlo, así que la clave es generar desde los 6 años una relación de confianza y hacerles ver, con ejemplos de gente que los ha cometido, los errores y peligros de publicar información personal o íntima en las redes o en actitudes insinuantes. Que valoren un poco la privacidad y que, en resumen, se lo piensen dos veces antes de retransmitir cada minuto de su vida en redes sociales.

 

-Y hablando de padres… ¿Qué opinas de los que sobreexponen a sus hijos desde que son bebés? -porque, a veces, la culpa la tenemos los adultos-.

Si tú has colgado fotos de tus hijos desde el día de su nacimiento –o también estás todo el día publicando fotos tuyas poniendo morritos- no tendrás autoridad moral para que ellos narren su vida en imágenes desde los diez años. Creo que, dentro de unos años, habrá personas que denuncien a sus padres por no haber protegido su intimidad. Según el prestigioso abogado Alejandro Touriño, la Audiencia Provincial de Barcelona (Sección 18ª), en su Sentencia núm. 360/2017 de 25 abril manifestó que “La patria potestad otorga a los padres el deber y la responsabilidad de proteger la imagen de sus hijos menores de edad y -según el Tribunal Supremo- será preciso el acuerdo de ambos progenitores para poder publicar imágenes del hijo en común en las redes sociales, pero los padres deben evitar en interés del menor una sobreexposición de su hijo en estos ámbitos”. Por lo tanto, en caso de existir una sobreexposición, podría considerarse que los padres están incumpliendo su obligación de proteger al menor.

Independientemente del tema legal, me parece una irresponsabilidad por parte de los progenitores. Para muchos es una vía rápida para obtener “Me gustas” y “likes” a sus publicaciones gracias a sus niños “de catálogo de moda”. Por otra parte, hay seres depravados que disfrutan viendo niños en traje de baño en la playa y en según qué casos podría facilitar hasta un secuestro del menor, ya que se dan pistas del nivel socioeconómico y se puede saber en qué colegio estudia ese niño o niña y sus rutinas. No hay mala intención, pero hay ciertas imágenes que deberían dejarse un poco para la intimidad del círculo familiar y la gente las comparte con desconocidos sin freno ni filtro alguno. Todos conocemos personas que suben fotos de los niños constantemente. No es que haya mala intención, pero a veces no tiene ningún sentido.

«Si has colgado fotos de tus hijos desde el día de su nacimiento –o también estás todo el día publicando fotos tuyas poniendo morritos- no tendrás autoridad moral para que ellos narren su vida en imágenes desde los diez años»

 

-¿Es normal que el youtuber que más gana en el mundo sea un niño de 8 años? ¿Qué será de esa criatura con el paso del tiempo?

Resulta imposible que ese niño millonario y ultrafamoso disfrute de una infancia normal y luego eso suele para factura porque lo hemos visto cientos de veces con niños prodigio de la televisión o la música. Suelen tener difícil encontrar la felicidad y por el camino se han perdido muchas vivencias de los niños “anónimos”. No han jugado como los otros, la fama les ha perseguido, etc. Además, que te vaya bien de youtuber infantil no quiere decir que con el paso de los años sigas siendo una estrella de firmamento digital. Esto va muy rápido, puede que el público se canse de este niño, por poner el foco en él, y sus vídeos dejen de gustar y el flujo de dinero se corte en seco. Espero que los padres sean juiciosos al manejar la fortuna que están amasando gracias al pequeño.

 

-Dicen los neurólogos que la utilización de las redes hará que las generaciones millenials desarrollen partes del cerebro que nosotros no llegamos a desarrollar, ¿estás de acuerdo?

Es posible. El cerebro es un órgano del que, en realidad, conocemos muy poco. Sus capacidades reales pueden ser mayores de las que empleamos. Pero si bien se desarrollan nuevas habilidades mentales, como la posibilidad de realizar varias tareas a la vez, como atender a una conversación presencial, escribir un whatsapp y ver un vídeo también se está alertando de que a la vez merman otras cualidades muy necesarias como la memorización de textos largos o la comprensión lectora. Vamos, que no se van a volver superdotados.

 

-Esta época de «postureo», dice Marina que nos llevará a un transhumanismo… Pero ¿será mejor, peor o simplemente distinto?

No tengo la bola de cristal. El mundo cambia y lo hace cada vez más rápido. Caminamos a una cultura de la superficialidad, en la que una imagen define a una persona y nadie mira más allá. Pero no es descartable que el movimiento pendular de las costumbres sociales hagan que la gente se canse –ya ocurre- de estar viendo las poses y la vida edulcorada de sus semejantes y estas fotos dejen de tener éxito y el secreto y la intimidad cobren fuerza frente a la publicidad obscena y permanente actual. Viviendo en las redes sociales se pierde parte de la esencia de la humanidad y de la vida.

“La patria potestad otorga a los padres el deber y la responsabilidad de proteger la imagen de sus hijos menores de edad y -según el Tribunal Supremo- será preciso el acuerdo de ambos progenitores para poder publicar imágenes del hijo en común en las redes sociales, pero los padres deben evitar en interés del menor una sobreexposición de su hijo en estos ámbitos”. Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona (sección 18ª) número 360/2017 de 25 abril

 

-Las redes han creado ilusiones ficticias, amigos ficticios, imposturas… pero el acoso no es ficticio, y daña a muchos chavales… ¿Cómo se para esta situación? 

Hay mujeres muy famosas a las que les llueven comentarios de si están gordas, delgadas o feas cuando salen en bikini. Cuando una adolescente cuelga una foto suya en la playa y se desata tal ola de comentarios tóxicos –aunque haya mucho más de cariz positivo- puede sufrir un golpe mortal en su autoestima. Si nos exponemos demasiado tenemos que ser conscientes de que estamos en un escaparate y los que pasan por delante opinan sobre la foto o el vídeo en ocasiones con una crueldad incomprensible.

 

-¿Quiénes son más propensos a la utilización excesiva de las redes: los chicos o las chicas?

Hay matices, ellas se vuelcan más en la moda, las tendencias o el mundo healthy y los chicos, hablando sobre todo de YouTube, apuestan por el mundo de los videojuegos y los vídeos de bromas y retos absurdos.

 

-Antes queríamos ser médicos, bomberos, profesores… Ahora, los jóvenes quieren ser influencers…. ¿Esta moda pasará o ha llegado para quedarse?

¿Cómo no van a querer ser influencers? Si, aparentemente, se gana mucho dinero, estás todo el día recibiendo fantásticos regalos, acudiendo a fiestas, eres famoso, viajas por todo el mundo… Parece que si siguen estudiando en lugar de abrirse un canal en YouTube están perdiendo el tiempo. La realidad es que un mínimo porcentaje de la gente que aspira a vivir de su trabajo en las redes sociales lo consigue. Para la mayoría son sólo un complemento a su profesión principal que les da de comer. Además, incluso asumiendo que acudir a fiestas es mucho más divertido que picar piedra, los influencers tienen mucho trabajo detrás de cada publicación. Para una foto que se publica en Instagram se toman cientos de ellas durante horas, la edición de vídeos es compleja, pero sobre todo, no es fácil generar contenidos interesantes con la frecuencia que exige el público. Todo ello resulta muy estresante.

 

-Pensemos ahora en chicos y chicas en plena adolescencia. Quieren conseguir likes a toda costa para ser más populares, ¿sabemos si se están tomando fotos sexys o provocativas? ¿o selfies extremos y peligrosos? ¿o haciendo retos absurdos igualmente peligrosos?

Ahora el triunfador en la vida –o en su instituto- es el que más seguidores tiene y más gustan sus publicaciones. Que las publicaciones gusten proporciona una placer, una autosatisfacción. Es normal, una conducta humana más, nos gusta gustar, ser aceptados, que nos digan que somos guapos y listos. A los jóvenes les llegan a obsesionar los likes y para conseguir más están dispuestos a hacerse el selfie más impactante o, en el caso de algunas chicas, enseñar más de lo debido o mostrase sexys. Es triste porque esos likes no son de personas que reconocen su belleza o su forma de ser, sino de hombres que la ven como un objeto de deseo. ¿Eso es lo que quiere ser?

 

 -¿Y qué tiene de bueno todo esto? Es decir, ¿qué es lo mejor que pueden aportarnos las redes a las nuevas generaciones? 

Las redes sociales son una herramienta de comunicación sin precedentes en la historia de la humanidad. Permiten estar con contacto y saber de la vida de personas a las que les perdimos la pista hace una década. Mueven campañas solidarias y sociales, difunden información a gente que no lee periódicos –aunque abundan las noticias falsas- … Tenemos también unas posibilidades de entretenimiento increíbles y lo mejor es que se ha democratizado la difusión del talento. Puedes subir tus canciones y que la gente las escuche sin una discográfica de por medio, grabarte haciendo malabares y que te contrate el Circo del Sol o difundir lo que te interesa, por ejemplo, esta entrevista.

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