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Maltratados

Miguel Ángel Cerdán
Miguel Ángel Cerdán
Licenciado en Historia. Profesor de Secundaria en la enseñanza pública. Articulista en diversos medios digitales e impresos de la Comunidad Valenciana.
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análisis

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Los españoles nos hemos acostumbrados a ser maltratados. No sólo son los políticos, son también diversas instituciones y entes. Y los ejemplos se multiplican.

El primer caso del que podemos hablar son los bancos. En un banco cualquiera, además de cobrarte por el mantenimiento de las cuentas, o por las tarjetas, suele ser común que a las once de la mañana cierren con las llamadas “operaciones de caja” y dejen con un palmo de narices a los clientes que necesiten operar con las mismas. Como las tardes de los jueves tampoco pueden atender esas “operaciones de caja”, el cliente que trabaje muchas veces tiene que hacer malabarismos y pedir favores para poder operar con su dinero. Manda narices. Y esto por no hablar de los ancianos, muchos de los cuales no saben manejarse  con internet, y que han visto como han pasado  de hace diez años  ser tratados con amabilidad por su empleado de confianza a ser sistemáticamente ninguneados e ignorados por su entidad bancaria. Ante esto el gobierno, el parlamento, los políticos se inhiben, olvidan el artículo 9.2 de la Constitución y permiten la obscena actuación de unos bancos a los que, recordemos, hemos rescatado los ciudadanos españoles con nuestro dinero.

El segundo caso sería Correos. Resulta que han decidido cerrar los sábados. Con ello, aquellos ciudadanos que están trabajando de lunes a viernes,  y que por lo tanto sólo reciben la comunicación de que ha sido imposible entregarles una carta certificada, se las ven y se las desean, tienen que pedir favores y permisos, para poder recoger la misma. Correos,  recordemos,  es una empresa pública, y que por lo tanto en teoría pertenece a todos los españoles. En la práctica, como se puede ver, no es así.

Podríamos seguir. Los ejemplos de maltrato a los españolitos de a pie se multiplican en nuestro país. Y lo hacen a un ritmo exponencial. La subida vertiginosa de los precios de la energía, los salarios menguantes y los precios crecientes, las promesas que se olvidan al día siguiente de las elecciones, esas gotas malayas que hablan de retrasos perpetuos en la edad de jubilación y de lo mucho que cobran los jubilados,  etc,  son otras facetas de ese maltrato constante. Y es que los españoles, reconozcámoslo, tragamos con todo y aguantamos todo. De ahí la impunidad en la que cómodamente se sienten instalados aquellos que nos deberían tratar como a ciudadanos y que sin embargo nos consideran meros súbditos. Tal vez haya llegado el momento de cambiar eso. Si no por nosotros, al menos por nuestros hijos. ¿No?

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