Los adelantos científicos y tecnológicos han servido para hacer posibles cosas que en otro momento hubieran resultado mágicas, pensaba el médico investigador Boris Pérez mirando a un teléfono móvil. Esos aparatos portátiles llenos de utilidades y que incluso hay quien emplea además para hacer llamadas telefónicas.
Siglos atrás, solo mediante la magia se podría explicar el funcionamiento de los teléfonos móviles. Hoy Boris sabe que es posible construirlos, que la juventud lo usan con mucha soltura y que es una herramienta habitual, pero ya está. Si se estropea uno, se cambia por otro, porque salvo enchufarlo, Boris no sabe hacer otra cosa por ellos.
Cada día la magia nos acompaña y entretiene. Se habla de la magia del cine y también de los efectos especiales, que hacen ver una realidad que no es. Hay magos que hacen trucos grandiosos en los que desaparecen puentes o aviones, o realizan actos de escapismo impresionantes.
Pero la magia que Boris prefiere es la llamada “magia de cerca”. La que se hace sobre una mesa con cartas, monedas y otros objetos pequeños. La que ocurre justo delante, sin tiempo a darte cuenta y que maravilla. Y dentro de la magia de cerca, la preferida por Boris es la magia con cartas, y en concreto los juegos llamados matemáticos. Se trata de juegos automáticos que no necesitan de ninguna habilidad en el manejo de las cartas y que parten de un razonamiento matemático que los explica.
Boris piensa que las personas, cuando son pequeñas en edad, por su propia naturaleza y como todas las crías de los animales, están especialmente predispuestas para el aprendizaje. Todas las cosas son un estímulo para investigar y aprender. Cuando la enseñanza se aprovecha de esa circunstancia, y la pedagogía ya investiga sobre el tema, se facilita y agiliza el aprendizaje.
La matemagia utiliza esta fascinación que tienen los niños y las niñas por, entre otras cosas, los juegos matemáticos. Se atribuye el término a Martin Gardner, que decía que “el mejor método para mantener despierto a un estudiante es seguramente proponerle un juego matemático intrigante, un pasatiempo, un truco mágico, una chanza, una paradoja, un trabalenguas o cualquiera de esas mil cosas que los profesores aburridos suelen rehuir porque piensan que son frivolidades”.
Jugar a matemáticas con las cartas, jugar con los números, jugar con un pasatiempo de cifras… todo es aprender matemáticas jugando, y siempre es jugando, manipulando, incitando a la investigación, concluye Boris, la mejor manera de aprender.