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Madrid o el ataero de una llueca

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análisis

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Antonio Gala, el gran poeta, novelista, dramaturgo y muchas cosas más, y todas ellas de mucho mérito, nos dejó el mismo día de las elecciones. No escogió la muerte un mal día, ojos que no ven, disgusto que te ahorras. No le temía a la muerte, ni tampoco le preocupaba mucho, opinaba como su tocayo Antonio Machado: “mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos. Antonio Gala decía “llega la muerte y se pone ella, y ya no soy yo, y no me va a hacer mucho daño”. Pocos escritores de este país tienen una obra tan rica, variada y abundante como la suya. Pocos tienen una estantería para él solo, con sus obras en todas las bibliotecas públicas y librerías de este país de pocos lectores, pero buenos, eso sí, lo cual tiene más mérito todavía. Pero Gala no ha muerto, vive y vivirá siempre en esas estanterías donde sus libros, hombro con hombro, esperan pacientemente al lector para regalarles momentos únicos, inolvidables, que solo la literatura, la buena literatura, puede regalar.

“Señor Gala, ¿qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida? le preguntó Jesús Quintero en uno de sus ya míticos programas de televisión. Don Antonio le regaló esta joya hecha de palabras: “En principio, yo le diría que irse a una playa, pero en el fondo, de verdad, tengo que decirle que salir de esta especie de laberinto en el que nos han metido. Una vida que no es la nuestra, que no es la mandada, que es una organización que necesita esclavos para seguir manteniendo la pura organización que necesita esclavos, y así hasta el final. Salirse de esa cadena terrible, desencadenarse, a riesgo de la soledad, de la falta de comprensión, irse un poco al campo, en el mejor de los sentidos, y salir de esta extraña y monótona esclavitud de cada día. Darle a cada día su propio afán, pero también su propia sonrisa, su propio gozo, su propio color, su propio aroma. Eso es la inteligencia”.

Eso de salirse de esta especie de laberinto donde nos han metido, de desencadenarse, a riesgo de la soledad, de la falta de comprensión; ese salir de esa extraña y monótona esclavitud de cada día, ha sido algo que a muchos se nos ha pasado alguna vez por la cabeza, pero especialmente después de conocer el resultado de las  elecciones del pasado 28 de mayo, donde la derecha recogió una espectacular cosecha de votos, lo cual significa que tendremos más, y seguramente peor, de lo mismo, sobre todo en Madrid, donde tanto la presidenta como el alcalde, no solo han sido confirmados en sus puestos, sino que se han visto reforzados con sendas mayorías absolutas. Lo que significa que todo seguirá como mínimo igual, si no peor porque a partir de ahora atenderán las peticiones, sus deseos son órdenes para ellos, del poder económico que ha financiado la poderosa “Brunete” mediática” responsable de la exitosa campaña electoral, y ahora hay que  pasar factura a los beneficiarios, cobrar el servicio prestado. Y lo cobrarán bien cobrado. Tienen por delante otros cuatro años más de magníficas oportunidades de negocio a cuenta, sobre todo, del desmantelamiento de lo público, que cada vez va siendo menos público y, lo poco que queda, de peor calidad.

Esto del desguace de lo público es algo que ya empezó hace tiempo, y lo estamos viendo a diario, sobre todo en la sanidad y la educación. Pero  eso  ha importado poco o nada a una ciudadanía que ya dio, y ahora lo ha confirmado, su visto bueno, su aprobación, su respaldo, sin ningún género de dudas, a todo este abandono, esta destrucción programada de los servicios públicos. Me alegro mucho que todos esos votantes se hayan sentido identificados y bendecidos con la cariñosa colleja que recibió el alcalde Almeida de Florentino Pérez, una colleja que les hace sentir que están en el lado bueno, en el de los ricos. Me alegro también que todos los votantes del PP y Vox que, no hace falta decirlo, es una escisión del PP, pertenezcan a una sólida y poderosa clase media a la que ya no les importa un pimiento la sanidad, la educación y el resto de servicios públicos porque los pueden pagar de su millonario bolsillo. Me alegro que no solo no les importe, sino que agradezcan que más pronto que tarde se cambie en su tarjeta sanitaria el logotipo del Ministerio de Sanidad por el de VISA. Sin duda ese cambio llevará aparejado una apreciable bajada de impuestos, unos impuestos con que los malvados rojos del gobierno los maltratan un día sí y otro también. Será el principio del fin de ese odioso “principio de progresividad”, ese abominable argumento comunista de “que pague más el que más tiene”, ¿pero adónde vamos a llegar?. Me alegro también, de verdad, que a tantos millones de madrileños y madrileñas, y muchos otros más españoles y españolas de todo el territorio nacional que han apoyado con su voto la políticas neoliberales del PP, les vaya tan bien que estén  a favor de que se “adelgace” el Estado, como pedía encarecidamente hace años la gran Esperanza Aguirre, la gran ideóloga del capitalismo de amiguetes del que Ayuso y Almeida son sus fieles continuadores, sus discípulos más amados. Aguirre, la carbonera que vivió entre el carbón y jamás se tiznó, la que trabajó duro en sus largos años al frente de la Comunidad de Madrid para adelgazar a ese Estado manirroto, dejarlo cada vez más escurrido, con menos atribuciones, con menos presupuesto porque ella, al igual que aquel consejero de Ayuso, no veía pobres ni necesitados por ningún sitio. Para la inolvidable Aguirre su ideal de Estado consistía en una especie de beneficencia, de convento de caridad para atender a los cuatro pobres que quedaran con alguna limosna, un buen mendrugo y una sopa caliente acompañada de una aleccionadora reprimenda por haber elegido ser pobre, pudiendo ser rico.

Con estas elecciones por fin se ha dado esquinazo a los rojos y sus nefastas políticas de, además de incrementar el gasto en sanidad, educación, servicios sociales…, mejorar la distribución de la riqueza, aumento del salario mínimo, de las pensiones, de acuerdo con el IPC ¿y qué más? ¿un jamón con chorreras?. Todas esas políticas son un error, una gran equivocación, una peligrosa deriva hacia el comunismo, una trampa en que los dirigentes  del PP no van a caer. Y menos ahora que las urnas le han dado todo el poder para avanzar con paso firme y decidido hacia ese maravilloso invento, ¿para cuándo el Nobel de economía compartido entre Aguirre y Rato?, del capitalismo de amiguetes basado en ayudar a los seguros privados, regalar contratos a los colegas, becas a las familias más pudientes y bajar impuestos a los más ricos. ¿Y qué se hace con el llamado Estado del Bienestar?, que se vaya al cuerno, se anula, se suprime para siempre jamás. Todo eso no son más que tontadas, paparruchas, pamplinas, memeces, majaderías comunistas.

Viendo el contundente, el rotundo triunfo del Partido Popular, todos los españoles de bien debemos congratularnos del drástico descenso de pobres en España. Solo un pequeño porcentaje de indigentes, de menesterosos, de pobres más o menos de solemnidad que necesitan a un Estado fuerte que les socorra, han votado a las izquierdas. Es un alivio constatar que la poderosa clase media española ya no necesita de los servicios públicos porque puede pagarlos y elegir la sanidad y la educación que más les guste, elegir a la carta, sin tener que irse a un menú del día, cada vez de peor calidad, más escaso y menos apetecible. ¿Y qué hacemos con esos escasos pobres, esos vagos y torpes, pues sencillamente que se busquen la vida, “que se jodan” como dijo la diputada del PP Andrea Fabra, hija del filántropo Carlos Fabra, cuando el presidente Rajoy anunciaba en el Congreso un recorte en las prestaciones por desempleo. Los cuatro pobres que quedan,  que trabajen y no estén a la sopa boba, viviendo de las “paguitas” del Estado como claman los dirigentes de Vox, el otro gran partido que representa a la adinerada clase media y por lo tanto, defiende que los pobres sean más pobres, allá ellos, ellos sabrán por qué lo son, y los ricos sean más ricos, como debe ser.

Por fin, el capitalismo de amiguetes, la doctrina definitiva de la iluminada Esperanza Aguirre, ha triunfado. Y lo ha hecho gracias sobre todo al impagable trabajo de sus medios de comunicación, eso que llaman ahora “la Brunete mediática” que se esforzaron al máximo, como suelen, porque están bien pagados y disponen de los mejores medios, miel sobre hojuelas, repitiendo las mismas recomendaciones, las mismas consignas una otra vez, como si se tratara del eslogan de un producto comercial, algo que podría compararse con aquel anuncio de principios de los ochenta de un estropajo cuya pegadiza tonadilla se nos metía sin querer en la mollera y canturreábamos por lo bajo sin darnos cuenta eso de: “Scotch Brite, yo no puedo estar sin él”. Un artículo cuya venta funcionó de maravilla, igual que ha funcionado la marca “PP”, a pesar de que ese “producto” nada tiene que ver con el estropajo, que era y sigue siendo muy bueno. Y puedo dar fe de ello porque durante el servicio militar tuve la gran oportunidad de probar su eficacia durante mucho tiempo en grandes ollas, cacerolas, peroles, sartenes, paelleras y otros cacharros de cocina con más mierda que el ataero de una llueca. Y que gracias a este estropajo, quedaban limpios y relucientes. Gracias al estropajo y, naturalmente, al esfuerzo del que lo usaba, que cumplía de forma intachable el artículo 31 de las ordenanzas de las FAS: “todo servicio, en paz o en guerra, se hará con igual puntualidad y desvelo que frente al enemigo”. En este caso el enemigo era la roña, la  persistente mugre, aunque había otra “mugre” fascista, más fuertemente incrustada todavía, que no se quitaba, ni se quita con Scotch Brite. Habría que usar otro tipo de “estropajo”. Pero ése es otro cantar. 

En estas pasadas y, por propia higiene mental, ya olvidadas elecciones la, como decimos, formidable maquinaria de propaganda de la derecha, ha conseguido una vez más vendernos no solo como buenos, sino como excelentes, algunos productos de muy mala calidad, malos con ganas, como son la fatídica presidenta IDA y el no menos funesto alcalde Almeida. Hoy día, gracias al infantilismo, a la frivolidad, a la indolencia, a la simpleza que se ha apoderado de nuestra sociedad, y a  una impresionante campaña publicitaria basada en esas palpables y manifiestas carencias, es capaz de vendernos cualquier cosa, hasta lo peor. La prueba de todo esto es que la muy insistente e implacable campaña publicitaria, una campaña sin tregua alguna, de los medios de comunicación de la derecha ha dado sus frutos hasta el punto de lograr que una gran mayoría de ciudadanos y ciudadanas, sobre todo de la Comunidad de Madrid, se conviertan en una especie de zombis que se mueven en masa siguiendo ciegamente una consigna, un lema, tres palabras: “Sanchismo, Bildu, ETA”. El “yo no puedo estar sin él” del estropajo ochentero. Unos ciudadanos y ciudadanas a los que con no poca habilidad y puntería se les ha tocado la tecla, el punto preciso, justo y cabal, el punto “G”, pero no el que descubrió el doctor Gräfenberb, y que bautizó con la inicial de su apellido, sino otro punto “G” que es la inicial de una palabra muy utilizada que define a alguien necio y estúpido. Dice el periodista y músico Javier Gallego “Crudo” en un vídeo que debería ser de obligado visionado que “Ayuso es un meme para destruir cualquier conversación adulta”.

Esta impecable y exitosa campaña publicitaria, cuya ingeniosa estrategia  está basada en esas tres mágicas palabras “Sanchismo, Bildu y ETA” ¿para qué más?. han sido el “Ábrete Sémano” para el PP en estas elecciones. Éste es, sin duda, un fenómeno paranormal que se estudiará detenidamente  en las escuelas de publicidad, además de en las facultades de parapsicología y en sociedades de ciencias ocultas. Y quién sabe si quizás algún día se pueda explicar cómo una campaña tan profundamente estúpida, tan ramplona, tan simple, ha conseguido encandilar, excitar, turbar, hacer vibrar y emocionar a tantísima gente. Una ciega y arrolladora emoción que  ha conseguido el milagro que, sin saber exactamente por qué, les ha llevado a abalanzarse sobre las mesas donde están los montones de papeletas como si fuera el primer día de rebajas, buscando entre ellas el fantástico producto con que se les ha ido moldeando su voluntad a lo largo de muchas semanas. Como de la economía del país no se podía hablar, porque va razonablemente bien, ni tampoco se podía hablar de la mala gestión de la pandemia, de todas las muchas y muy acertadas medidas que se tomaron en aquellos dificiles días, la campaña publicitaria se ha centrado en, como decimos en mucho bulo, mucha mentira, mucho ruido, mucha bronca, y mucho “Sanchismo, Bildu y ETA”. Hasta han llegando a llamar terroristas a todos los miembros del gobierno, intentando y finalmente consiguiendo, que una gran parte del electorado asociara a la izquierda con el terrorismo etarra, a pesar que ETA hace ya catorce años que se disolvió, pero eso daba igual, aunque hubiera hecho cincuenta años también se seguiría con la misma estrategia, la misma idea, porque no tienen otra, no tienen nada más decir ni ofrecer a la ciudadanía. Pero a millones de esos ciudadanos y ciudadanas les ha gustado mucho este vergonzoso sacar provecho, rédito político, de un fenómeno que causó mucho dolor y que ya pasó felizmente a la historia. Y ahora más que nunca recordamos las palabras del añorado Jose Luis Sampedro: la gente no está loca, la gente está manipulada.

La derecha, de la mano de su poderosa maquinaria mediática capaz de convencer de casi lo que sea a millones de personas, ha ganado las elecciones con la misma facilidad con que se le quita un Chupa Chups a un niño dormido. Y para sobrellevar este triste y penoso trance, nada mejor que unos versos del poema: “Nuestras derrotas no demuestran nada” de Bertold Brecht: “Cuando los que luchan contra la injusticia están vencidos, no por eso tiene razón la injusticia. Nuestras derrotas lo único que demuestran es que somos pocos los que luchan contra la infamia. Y de los espectadores, esperamos  que al menos se sientan avergonzados.

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3 COMENTARIOS

  1. La eterna superioridad moral e intelectual de la izquierda, condensada en una artículo de opinión. El pueblo es sabio si vota lo que yo creo que se debe votar, y está manipulado cuando vota lo contrario de lo que yo creo que se debe votar. Yo soy la sabiduría y la verdad.

    No te confundas. A los españoles nos han puesto en la disyuntiva de tener que elegir entre lo malo y lo peor y hemos elegido lo malo.

    Menos soberbia amigo.

  2. Sr. Ortiz, quizá prefiera la humildad, la prudencia, el respeto a las demás opiniones, las convicciones democráticas de gigantes de la verdad absoluta, la libertad, igualdad y fraternidad como Alfonso Usía, Marhuenda, Giménez Losantos…. para qué seguir…. Ay Sr. Ortiz.

  3. Sr. Ortiz, quizá prefiera la humildad, la prudencia, el respeto a las demás opiniones, las convicciones democráticas de gigantes de la verdad absoluta, la libertad, igualdad y fraternidad como Alfonso Usía, Marhuenda, Giménez Losantos…. para qué seguir…. Ay Sr. Ortiz.

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