El presidente de Francia ya ha desojado la margarita y lo ha hecho con un guino a la derecha. Emmanuel Macron ya tiene un primer ministro. Se trata de Édouard Philippe, diputado del partido gaullista Los Republicanos.

Por primera vez en la historia Democrática de Francia, un presidente recién elegido nombra como jefe de gobierno a alguien ajeno a su propio partido. La maniobra es audazel objetivo consiste en utilizar a Philippe como señuelo para atraer hacia La Republique en Marche! votos de la derecha y lograr, en las elecciones parlamentarias de julio, una mayoría en la Asamblea Nacional.

Soy un hombre de derechas”, ha dicho en sus primeras palabras en el Palacio de Matignon durante el traspaso de poderes, en el que ha elogiado la tarea y el estilo político de su predecesor en el cargo, el socialista Bernard Cazeneuve, del que ha señalado su origen normando compartido.

Édouard Philippe, hasta ahora alcalde de la ciudad portuaria de Le Havre, es amigo personal de Macron y pertenece a la corriente más centrista de Los Republicanos, encabezada por Alain Juppé. Numerosos portavoces gaullistas subrayaron, cuando empezó a circular como rumor el nombre de Philippe, que se trataba de un «peso ligero» y que su designación como primer ministro no lograría fisurar las filas de la derecha.

La elección de un primer ministro que no pertenece al partido gobernante refleja la voluntad de encuentro de Macron, que con esta jugada debería atraer votos de la derecha para obtener la mayoría en las elecciones a la Asamblea Nacional en junio, condición clave para llevar a cabo sus reformas liberales y sociales.

Con la elección de Philippe, Macron envia una fuerte señal de apertura. Rompe además el esquema de la tradicional división entre izquierda y derecha, en línea con el ideario que ha impulsado con la creación de su movimiento transversal En Marcha!.

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