Tras una cadena de graves errores de las dos facciones del partido socialista, el espectáculo impudoroso que han protagonizado ambas hasta la dimisión de Pedro Sánchez, ha sido patético.

Una lucha a cuchillo por el poder y por usarlo para impedir, sobre todo, un gobierno alternativo de izquierda.

Cuánto miedo tienen algunos en la sombra.

No se puede negar que el declive llevaba ya bastante tiempo haciendo mella en el partido, pero ha sido ahora, ni antes ni después, cuando el golpe de mano se ha hecho efectivo.

La izquierda está de luto, apenada y presa de la desilusión.

Le han perpetrado el trabajo sucio a la derecha y eso es imperdonable, pues ni siquiera han guardado ciertas formas, cayendo en lo chusquero y en una notable falta de estrategia para no quedar tan dañados y desposeídos de razón.

Ha sido una agresión y una falta de respeto a la lealtad de la militancia, demostrando, a fin de cuentas, lo poco que les importa.

La política al servicio de los ciudadanos es una anécdota en este país tan escasamente educado en ello.

Aquí funciona y es hábito perder la racionalidad y parte de la cordura por el ansia de poder personal.

Oligarquías dentro y fuera de los partidos políticos.

Modelos de capitalismo sin freno ni vergüenza.

A dos meses de unas posibles elecciones, el objetivo final está claro, y no acaba en los comicios porque no los habrá.

¿Quién llenará este hueco dejado, argumentará para hacerse con él y lo alimentará?

¿Quiénes mueven los hilos más allá de lo aparente y de las fronteras?

Para los que brinden en noches aciagas como ésta, en la creencia de poder respirar tranquilos, que recuerden que la vida sólo es una sucesión de ciclos.

Y la verdad siempre emerge en las consecuencias.

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