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Los renglones obtusos de dios

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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En el callejón que hay entre el gimnasio y la valla del colegio, cada mañana a las once, entre seis chavales rastreros, canallas, perdonavidas y pendencieros, arrinconan a Mucio y le quitan el bocadillo que su madre, con tanto esfuerzo, porque apenas si les llega para comer, le hace cada mañana con cariño. Más tarde, cuando el colegio ya ha cerrado y las actividades extraescolares han finalizado y cada uno está en su casa haciendo deberes o estudiando, estos seis macarras, aún andan por el parque, móvil en mano, amenazando, insultando, oprimiendo y asustando a Mucio a través de mensajes de Tik Tok, videos subliminales que le envían por WhatsApp o anónimos a través de Instagram.

Mucio es un chaval grandote, alto, voluminoso de cuerpo hercúleo y andares pausados y torpes. Un chaval que a primera vista puede acongojar por su portentoso físico, pelo rizado, nariz aguileña y grandes manos, pero que, una vez se acerca y hablas con él, te das cuenta de que es un trozo de pan. Un muchacho sin maldad, educado en valores como el respeto y la tolerancia y sobre todo el no uso de la violencia ni siquiera en caso de ser atacado. Sus padres, no quieren que su hijo, que ya nació con seis kilos de peso y una mata de pelo que daba miedo, y siempre ha estado en percentiles por encima de la media, se convierta en un matón de barrio. En el abusón de la clase o en el delincuente juvenil que empieza robando el bocadillo a un compañero, sigue amenazándole si no le da todos los días tres euros y acaba matándole accidentalmente en un tiroteo porque sus peticiones son tan excéntricas que el extorsionado es incapaz de cumplirlas.

Los profesores y algunos de sus compañeros, saben que Mucio nació en Clarckrange, una pequeña población del estado de Tennessee al norte de Crosville y que allí pasó los ocho primeros años de su vida. Hasta que un mal día en un tiroteo en la escuela a la que iba su hermano mayor, este fue asesinado y sus padres, hartos de violencia y de un país que resume la libertad en llevar armas y enseñar a sus hijos a usar un fusil con tres años, decidieron volver a España a casa de la abuela Migdalia, madre de la progenitora de Mucio.

Alguno de sus compañeros le tienen miedo precisamente por venir de un lugar en el que la violencia, tratada con normalidad en cientos de series para teenayers que pueden ver en cualquiera de las plataformas a las que están suscritos sus padres o de la televisión convencional, es el pan nuestro de cada día. Ser un tipo grande con manos anchas y cuerpo de armario, no ayuda. Quizá por eso, aún nadie se ha dado cuenta de que de un tiempo a esta parte, Mucio se ha vuelto aun más reservado, sus notas han bajado considerablemente y sus ganas de ir al colegio han disminuido de tal forma que ya han sido dos las ocasiones en las que desde secretaría han llamado a sus padres porque Mucio, desde el patio de entrada, en lugar de ir a clase, se ha dado media vuelta y se ha introducido en el parque cercano a observar las ardillas y los pájaros. Sus padres, creen que todo es debido al cambio de país y de colegio y sobre todo a la muerte de su hermano mayor.

Hace unos días, a la hora del patio, Priscila, una niña karateca de la clase de Mucio, al salir al recreo le siguió extrañada hasta el callejón. Allí solo están los cubos de basura. Es un sitio que algunos niños usan para miccionar en las actividades extraescolares, cuando no les ven los profesores. Entre los cubos de basura y los orines no es un lugar que huela precisamente bien. Como le vio decidido, le siguió a distancia, intrigada. Mucio es un niño educado y correcto, y Priscila no creyó que fuera allí a mear y menos cuando acababa de salir del edificio del colegio. Al acercarse oyó algunas risas e insultos hacia Mucio y se escondió detrás de unos sacos de escombro que había en la esquina. Vio como entre los seis calaveras empujaban a Mucio de uno a otro como si fuera una pelota para acabar quitándole el bocadillo y los tres euros que Borja Mari, el cabecilla de los mafiosos, le exigía cada mañana. Priscila antes de dirigirse a la sala de profesores y contar a su tutora lo que estaba pasando, de una patada de kárate (Mawashi Geri), le quitó el bocadillo al matón y le obligó a devolverle los tres euros.

Reunido el consejo escolar, al director del colegio, un cafre sin tacto ni vocación, sólo se le ocurrió decir que, si no le gustaba España y ese colegio, quizá hubiera sido mejor que se hubiera quedado en Tennessee dónde en lugar de quitarle el bocadillo, le habrían pegado un tiro como a su hermano.

La tutora de Mucio, amenazó con llevar al director ante las autoridades. Y le dijo que la cuestión no era si el acoso a Mucio era mejor o peor que el que sufrió su hermano en USA. La cuestión es que ningún niño debería ser acosado, extorsionado o maltratado por otro. Porque lo demás nos conduce a la sociedad de la selva y a la ley del más poderoso.

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Los renglones obtusos de dios

Cuando me preguntaron sobre un arma
capaz de contrarrestar a la bomba atómica,
yo sugerí la mejor de todas: La Paz.
Albert Einstein

Una guerra, nunca es una buena noticia. Y menos para los que la sufren ya sea como carne de cañón desde las trincheras o en el frente de batalla. Ya como población civil que sufre en su casa del país contendiente los cortes de electricidad, la falta de agua y de víveres o a miles de kilómetros, el aumento de precios de la energía o los alimentos a consecuencia de la misma. Una guerra es un conflicto por intereses de unos pocos. Un conflicto del que siempre acaban sacando ganancia los poderosos que se niegan a solucionar diplomáticamente las cosas, los mafiosos que incitan a los políticos para que el conflicto acabe siendo armado y en la que siempre perdemos todos los demás.

En una guerra, todo el mundo toma simpatía por uno de los dos bandos. Es algo genético. Pocas personas pueden presumir de ser totalmente neutrales y aunque la mayoría nos declaramos pacifistas y sin lugar a dudas, si de nosotros dependiera, el conflicto nunca acabaría sucediendo, siempre, ya sea por avenencia, por odio hacia uno de los concernientes, ya por ideales, ya por cercanía o conocimiento de alguien del país, siempre acabamos tomando partido por uno de los bandos.

Hasta ahí, todo es correcto e intrínseco al ser humano (resilencia que le dicen ahora). Lo que no es tan normal, aunque parece que si extendido, es esa especie de síndrome de Estocolmo que hace que muchos humanos se conviertan en partidarios del verdugo. Y aún menos que muchos de ellos crean que lo contrario de estar sometido a los caprichos de un régimen que produce pobreza, desigualdad, guerras, golpes de estado, atentados, asesinatos selectivos, insurrecciones, destrozo a la naturaleza y cambio climático, sea estar sometidos a otro régimen en el que además de eso, acaban encerrándote en una mazmorra sin juicio ni procedimiento (hechos por cierto, el régimen que defienden como menos malo también hace. Ahí está el caso del Periodista español Pablo González).

La humanidad se ha convertido en un rebaño de ovejas. En la época en la que es más fácil acceder a la información, resulta que la desinformación, la manipulación y el adoctrinamiento es casi lo único a lo que la gente puede aspirar. Quizá porque a la mayor parte de las personas de mi generación aún les cuesta usar el ordenador, el móvil o la tablet para algo que no sea la mierda del WhatsApp o en el caso de los más modernos el Facebook (ellos consideran moderno el Facebook) y se empapan de horas y horas de mesas camillas llenas de gentuza en las televisiones o de los desinformativos también de la TV. Por otra parte, la generación posterior a los milenians, que usan el móvil, la tablet o el ordenador desde que nacieron, no los utilizan como fuente de información, sino como simple divertimento y forma de relacionarse socialmente. Esto también provoca que sean los bulos transmitidos a través de las redes y de las series y películas hollywoodenses los que forman su pensamiento crítico.

Esta guerra que estamos sufriendo y de la que muchos no se dan cuenta, puede ser el principio del fin. Y puede ser el principio de una nueva época en la que el matón del colegio sea expulsado del centro, o el fin de todo porque acaben llevándonos a la extinción nuclear. Y es curioso porque hay muchos que creen que una guerra nuclear no les afectaría y otros muchos que creen que con pastillas de yodo van a poder sobrevivir a la radiación y a los diversos tipos de cánceres que ello provocará.

Esta guerra por poderes entre USA (USA es el capitalismo, la OTAN, la comunidad internacional y hasta la ONU) y China a través de Rusia y en territorio (de momento) ucraniano, es la guerra de los poderes financieros contra la sociedad civil. Desde que el oro dejó ser el patrón que respaldaba la moneda, USA ha imprimido billetes como el que vende juegos del Monopoly. En realidad, el mundo dónde impera el hijoputismo es un Monopoly viviente. La inflación y el problema actual de la especulación (la falsedad de que el dinero crea más dinero) es consecuencia de ello. El dinero no existe. Sólo son cifras en un ordenador. Los billetes de Dólar, no valen en realidad ni el del papel en el que se imprimen al peso porque su respaldo es ficticio. Pero son y dan el poder. El día que los llamados mercados crean que la economía de USA no es de fiar (y eso está a punto de suceder), tener dólares será como tener hojas secas del bosque. Sólo en 2022, USA ha imprimido más dólares en papel que en toda la historia de ese país. Pero como decía Santiago Niño Becerra y contaba yo en el artículo de la semana pasada, el capitalismo debe mutar ya que está dejando de depender de la especulación porque ya no da más de si. Debe convertirse en capitalismo de acaparamiento energético y de materias primas. Con la era del petróleo llegando al fin de la existencia, el modo de vida del hijoputismo necesita energía y materias primas para mantener el nivel devorador que ha tenido a lo largo de la historia. Si el petróleo se puede saquear montando guerras y golpes de estado y el dinero se puede imprimir sin control, la energía no puede fabricarse de la nada. Porque incluso la producida a través de aerogeneradores y placas solares, necesita materias primas y tierras raras que ni USA, ni sus perritos falderos la UE, tenemos. Quien posee esas materias primas (tanto para la energía como para la agricultura moderna) son Rusia en su territorio y China que, en una estrategia inteligente de amigo protector y no de matón de colegio, ha ido adquiriendo en centenares de miles de hectáreas en África compradas legalmente y respaldadas por proyectos de ayuda en lugar de con golpes de estad y asesinatos selectivos, como la estrategia imperialista tradicional de Europa y de USA. Así las cosas, esos poderes financieros ven como su muerte por inanición se acerca peligrosamente y la única salida que tienen es intentar dividir Rusia en pequeñas repúblicas (vean ustedes esta imagen de Google Maps) que puedan controlar, en las que puedan poner y quitar gobiernos a gusto y con ello, empezar a asediar desde sus fronteras al coloso chino con el fin de acabar haciendo lo mismo. Que China acabe siendo un satélite del poder económico mundial (USA, sus prebostes, sus señores de la guerra y sus mafiosos contratistas).

Volviendo a los posicionamientos y las simpatías, debería ser normal que la gente pusiera en duda todo lo que venga de cada bando en cuestión y más en un estado de desinformación y censura como el que nos ha tocado vivir, en el que las que se dicen democracias progresistas, cierran medios de comunicación, oscurecen señales de radio y televisión y amenazan con llevar a prisión a quiénes osen difundir lo que ellos consideran bulos de la otra parte. Pero claro, cuando una de las partes lleva desde 1898 matando personas (fueron capaces de asesinar a 266 de los suyos, volando un barco americano, con el fin de poder tener excusa para declarar la guerra a España en Cuba para quedarse con la isla), montando golpes de estado como el de Pinochet en Chile, o guerras como las de Corea, Vietnam o Los Balcanes, cuando son capaces de convertir un estado próspero en un estado fallido para quedarse con el petróleo asesinando a Gadafi, en mi caso, las simpatías se escoran hacia el otro lado. Si además resulta que el sistema en el que sobrevivimos, es el sistema que ellos nos han impuesto y que sólo ha traído desigualdad y pobreza hasta el punto que la mitad de los españoles (el 49,9 %) se las ve cautas para llegar a fin de mes, y de ellos el 21 % no lo consigue, según datos el informe “El Estado de la Pobreza. Seguimiento de los indicadores de la Agenda 2030 UE 2015–2021” de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES), pues, llamadme loco pero no puedo estar a favor de quienes expolian, asesinan, dan golpes de estado, crean pobreza y lo que es peor, están acabando con el medio natural y si no es con la bomba atómica acabarán con la humanidad a base de esquilmar y envenenar el agua y de convertir el globo en un desierto.

Que mis simpatías no estén a favor del imperio, no significa que la alternativa sea Corea del Norte. Decrecer, repartir, utilizar el agua con sentido y como bien común, la igualdad  y los derechos sociales, dejar de vivir como si la tierra fuera infinita, de tener que desplazarse al sur a trabajar para que los del sur se desplacen al norte, todos los días, consumiendo gasolina sin sentido, educar a la gente para que los sábados, domingos y festivos no acaben colapsando con sus coches los centros comerciales, dejar de exportar sin sentido frutas a miles de kilómetros, de regar desiertos, de tratar semillas con pesticidas que acaban formando plagas para las que se necesitan más herbicidas, de comer cerezas en Navidad y naranjas en agosto, respetar el medioambiente y despoblar las ciudades sería un buen comienzo de una nueva era.

Como cantaba Raimon “El que lo sepa todo, que no venga a escucharme. Siempre he cantado para el que ha querido aprender, porque yo aún aprendo del que me escucha y del que me hace callar o no me escucha, por eso digo: el que ya lo sabe todo que no venga a escucharme.”

Salud, feminismo, ecología, república y más escuelas, públicas y laicas.

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3 COMENTARIOS

  1. Siento comunicárselo, pero las reservas de petróleo siguen estando a grandes niveles, y las que se ‘descubren’ cada día, el cuento de la escasez energética sólo proviene de los que nos intentan meter con calzador un modelo energético costoso, más contaminante e ineficiente…
    Lo que me extrañaría es que usted con este discurso, no esté (y permítame la expresión) chupando del bote como otros tantos, lo que implicaría únicamente dos respuestas a esa cuestión…
    Ni feminismo, ni ecologismo ni más escuelas adoctrinadoras públicas y privadas.
    Apostar por la convivencia entre iguales, por el naturismo, y por centros de enseñanza alejados de dogmas, conflictos de interés y de mediocridades que se dedican a vomitar el discurso de turno a los pobres infantes….

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