Los españoles creen que sus políticos son el segundo problema más importante del país, según la reciente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La preocupación de los ciudadanos ante la incompetencia y falta de preparación de sus gobernantes no se encontraba en niveles tan elevados desde el año 1985. A fecha de hoy, un 32,1% de los españoles −cuatro puntos más que hace un mes− considera que los políticos, los partidos y la política suponen un serio obstáculo para el avance del país.

Según el CIS, el primer problema sigue siendo el paro con un 62,5 por ciento (64,6 en mayo), mientras que la corrupción cae al tercer lugar en las preocupaciones de los ciudadanos (con un 25,7%). La encuesta fue realizada entre el 1 y el 11 del pasado mes de junio, justo después de las elecciones europeas, autonómicas y municipales, con el Gobierno aún en funciones y pendientes los pactos de cara a la investidura de Pedro Sánchez como presidente.

La primera lectura que se deriva de esta significativa encuesta es que la situación de parálisis que vive el país indigna a los españoles, de tal manera que la desafección y el descrédito de las instituciones democráticas sigue cundiendo entre la ciudadanía. Tras las elecciones generales, los españoles se expresaron con contundencia: prefieren un Gobierno de izquierdas presidido por Sánchez que uno de derechas con Pablo Casado o Albert Rivera al frente. Además, la movilización en las urnas fue espectacular, principalmente motivada por el miedo al ascenso de la ultraderecha representada por Vox. Por un momento los españoles vieron amenazada su democracia después de 40 años y el resultado fue un histórico índice de participación. Sin embargo, el ansiado acuerdo para lograr un Ejecutivo estable no se ha producido finalmente, lo que genera frustración en el país. PSOE y Podemos no han sido capaces de ponerse de acuerdo y nos encontramos en la misma casilla de salida de hace tres años, es decir, de nuevo ante el tan temido bloqueo y con una España sin Gobierno, una España que parece estar siempre “en funciones”. Tan lamentable es la posición de Sánchez −que parece preferir a Ciudadanos para formar un Gobierno (postrándose sumisamente a los dictados del Íbex 35) o incluso fiarlo todo a unas nuevas elecciones que nadie quiere−, como la de Iglesias exigiendo cargos y sillones como un niño pequeño consentido e inmaduro.

Por si fuera poco, las elecciones municipales han venido a agravar aún más el problema de desconfianza, cuando no de rechazo, de los ciudadanos hacia sus políticos. El espectáculo que está dando la clase política roza en ocasiones lo grotesco y eso lo percibe la mayoría del pueblo como una falta de respeto y una tomadura de pelo. Prima el cambalache de pactos en los que ha entrado la ultraderecha en comunidades autónomas como Madrid, Castilla y León y Murcia; el mercadeo de cargos y sillas en numerosos ayuntamientos; el trapicheo descarado, en fin, de una democracia que en los últimos años se ha degradado en lo moral y en lo político hasta límites alarmantes. Así, ahora nos encontramos con un partido como Ciudadanos que mientras asegura públicamente que no va a pactar nada en ninguna institución pública con los ultraderechistas, lo cierto es que en secreto firma acuerdos infames y “trifachitos” con PP y Vox.

En el Ayuntamiento de Madrid la lista más votada fue la de Manuela Carmena pero su gobierno de izquierdas se ha visto frustrado finalmente por una alianza in extremis formada por el trío de Colón, adulterando la voluntad popular y colocando en la Alcaldía a José Luis Martínez-Almeida. El mensaje que se transmite con estas operaciones es demoledor: quien gana las elecciones no gobierna, de modo que el voto del ciudadano tiene escaso valor cuantitativo y cualitativo y lo que realmente importa son las componendas clandestinas de los partidos en la trastienda. El último sainete ha ocurrido en Murcia, donde PP, Cs y Vox juegan al teatrillo del “ahora firmo, ahora no firmo”, ante el estupor de los votantes. Similares vodeviles se han repetido, con los mismos o diferentes actores, en la mayoría de los territorios del país.

El espectáculo hace que cuaje en los españoles la idea de que la democracia ha devenido en un juego de tronos muy entretenido para unas elites poderosas mientras el pueblo queda al margen como simple espectador; que los intereses de una casta y de unos partidos prevalecen sobre la soberanía popular; y que todo, al fin y al cabo, es una farsa muy bien orquestada donde los ciudadanos tienen poco que decidir y donde el bien común del Estado pasa a un segundo.

Así las cosas, en la vida pública se imponen la política basura, el tuit con poca gracia, el insulto fácil (“jeta, acojonado y sinvergüenza”, llama Vox a Rivera) el sectarismo endémico, la descalificación como norma, la mentira como ideología, el mamporrerismo a toda costa y el aplastamiento del rival cueste lo que cueste. Todo lo cual queda reflejado en esta reveladora encuesta del CIS, de la que se desprende la amargura, la preocupación y el hastío de millones de españoles indignados con una panda de políticos que no saben (por falta de preparación, cultura e inteligencia emocional) o no quieren (por ambiciones, mezquindades y mediocridades personales) estar a la altura del gravísimo momento histórico que vive este país.

3 COMENTARIOS

  1. Claro que son el problema más grande del país,todos unos vendidos corruptos,chupones y ladrones,no se porque hablan de VOX,estés todavía no robaron nada,porque les tienen miedo?

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