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Los países de Occidente contribuyen a la maquinaria de guerra de Putin con 3.000 millones de euros a la semana

Todo el mundo sabe lo que hay que hacer para finalizar con esta guerra, pero varias potencias occidentales anteponen sus intereses económicos y los de las grandes empresas a terminar con la carnicería en Ucrania

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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En el mundo actual es ya una obviedad que el mejor modo de imponer la voluntad sobre los países pasa por el ahogamiento económico. Eso ocurrió, por ejemplo, durante la crisis del 2008 en la Unión Europea y las políticas de austeridad que sólo sirvieron para beneficiar a las élites económicas, financieras y empresariales y para aumentar las tasas de pobreza. Estados libres y soberanos como España, Grecia, Portugal o Irlanda fueron pisoteados por el neoliberalismo radical de Alemania y se prefirió salvar bancos antes que salvar personas. Aún se están sufriendo las consecuencias de esa decisión porque los ricos son más ricos y las clases medias y trabajadoras se ven obligadas a sobrevivir.

Otro ejemplo palmario es el embargo perenne de Estados Unidos a Cuba que ha tenido como consecuencia la creación de un país con elevadas tasas de pobreza y con el endurecimiento de la dictadura cubana, es decir, lo contrario de lo que pretendía ese embargo.

La invasión rusa de Ucrania y las sanciones económicas impuestas a la Federación son la muestra de que el sistema se sigue aplicando por parte de los gobiernos occidentales. Sin embargo, mientras la voluntad de los países es la de ahogar económicamente a Rusia, la realidad es que «los amos» del mundo, los que controlan realmente a la humanidad, han decidido que a Putin hay que colocarle una soga al cuello pero no apretar demasiado. Hay mucho dinero en juego y no están dispuestos a perderlo.

Todo el mundo sabe lo que hay que hacer con Rusia para que retire sus tropas de Ucrania. La solución diplomática ya se ha demostrado inútil, por más que desde sectores de la izquierda o las organizaciones pacifistas crean que ese es el único modo de resolver el conflicto bélico.

Por tanto, el único modo de terminar la invasión de Ucrania es ahogar económicamente a Vladimir Putin, pero de verdad, y no con las actuales sanciones que, aunque parecieran muy duras sobre el papel, no están afectando como Occidente pensaba.

Para paralizar absolutamente la economía rusa y, por tanto, frenar la maquinaria de guerra de Vladimir Putin la única solución es la del embargo total. Ahí se incluye, evidentemente, la compra de petróleo y gas. Ese es el paso que Occidente no quiere dar y, en consecuencia, Rusia seguirá teniendo ingresos milmillonarios cada semana. El mejor ejemplo de ello está en la Unión Europea, donde una importante mayoría de países está apostando por esa solución pero se encuentran con el veto de la todopoderosa Alemania. Hay mucho dinero en juego que las compañías germanas y sus socios occidentales pueden dejar de ganar si se cierra el grifo de los combustibles fósiles rusos.

En una entrevista a la BBC, el exasesor económico de Vladimir Putin, Andrei Illarionov, afirmó que Rusia no se tomaba en serio las amenazas de sanciones de los países occidentales porque en Moscú saben que estos países seguirán comprando petróleo y gas.

Illarionov fue claro al afirmar que si los países occidentales «intentaran aplicar un embargo verdadero a las exportaciones de petróleo y gas de Rusia… apuesto que probablemente en un mes o dos, las operaciones militares de Rusia en Ucrania, probablemente cesarían, terminarían».

3.000 millones de euros a la semana

La semana pasada, el vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, afirmó que cada día se le estaban pagando a Putin 1.000 millones de euros, una cifra demasiado hiperbólica, aunque lo de las exageraciones es muy propio de Borrell. Sin embargo, los analistas internacionales dan otros datos más cercanos a la realidad.

Fue el propio Illarionov quien, en la misma entrevista, afirmó que «cada dos días y medio, 1.000 millones de euros ingresan a los bolsillos de Putin. Eso es extremadamente útil para que continúe manteniendo su sistema en funcionamiento, para continuar financiando la guerra. Una vez que se interrumpa este flujo de divisas, Putin tendrá que repensar sus políticas porque no tendrá muchos recursos para financiar más agresiones».

Es decir, que cada semana, los países occidentales están pagando a Rusia una cifra cercana a los 3.000 millones de euros, cantidad con la que el presidente ruso puede, evidentemente, mantener una invasión que está teniendo un elevado coste para Rusia.

Quiebra e impago selectivo

Standard and Poor’s (S&P), a través de un comunicado, ha calificado en las últimas horas la deuda soberana de Rusia como «impago selectivo», es decir, que sus acreedores no han aceptado el pago de la misma en rublos.

A consecuencia de la invasión de Ucrania, Rusia tiene sus cuentas en dólares, euros y otras divisas bloqueadas en Estados Unidos y en el resto de países del continente. El pasado 4 de abril tenía un importante vencimiento que el gobierno de Vladimir Putin intentó pagar con rublos, algo a lo que los inversores se han opuesto por la dificultad de convertir la divisa rusa a dólares u otras monedas.

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