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Los juegos del hambre

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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La noche empezaba a extender su manto sobre la dehesa. El rojizo cielo, advertencia sin duda de que algo terrible iba a pasar, iba poco a poco, por el oeste, dejando paso a un velado cielo iluminado tenuemente por una luna gigante. Desde la abertura de la caverna dónde el fuego crepitaba con lastimosa parsimonia, Adán observaba el anochecer entre lejanos ruidos amenazantes de aullidos de lobo, gritos de monos que se pelean por la mejor rama en las acacias, sonidos extraños que nunca antes había escuchado y un desasosiego permanente en el que él y su tribu vivían desde hacía varias lunas nuevas, acrecentado por las continuas predicciones de desgracias de su enemigo en la tribu Set.

Al fondo de la cueva, su hijo se peleaba con la muerte mientras su madre y sus hermanas lloraban desconsoladamente por la impotencia de no saber qué hacer para salvar a su hijo y hermano, que yacía entre gritos, sudores y una calentura terrible. Hacía ya once atardeceres que la inexperiencia, le había llevado a un sendero por el que los jabalíes salían a buscar comida. Sin saber porqué ese trozo de terreno estaba limpio de hierba y matorrales mientras que el resto del campo era intransitable, decidió seguir hacia el este por ver dónde le llevaba. No había andado ni diez metros cuando un enorme macho salió corriendo de entre las aliagas y las jaras rajándole el muslo con sus enormes sables. Tuvo tiempo de subirse a un risco y evitar que el cabreado cerdo le rematara. Sangraba abundantemente. Cuando el jabalí desapareció, bajo de nuevo a la senda y salió corriendo por dónde había venido. Al llegar al primer claro, una hez de búfalo y un charco aledaño le sirvieron para hacer un emplasto con el que contener la hemorragia. Dos días después la herida empezó a ponerse morada y a producir un dolor cada vez más intenso. Después llegó la calentura y más tarde el reposo obligado, entre terribles sueños, en la frescura de la cueva para intentar bajar la temperatura.

Pero no solo era la situación preocupante de su hijo lo que rumiaba Adán en su cabeza. Su cueva estaba situada en uno de los recodos de un desfiladero rocoso por el que pasaban numerosas tribus para acceder a la caza de los búfalos que se encontraban al otro lado en las enormes praderas. Era una situación nueva. Antes, solo podían acceder a las grandes praderas los moradores de la cueva. Pero Adan, en contra de la opinión de Set, decidió que no merecía la pena morir por conservar la posición cuando podían dejar paso a quién quisiera a cambio de una parte de la caza. Así no exponía a su gente a los peligros de perseguir búfalos con hachas, jabalinas y arcos y tampoco a la guerra fratricida por la posición que había mermado notablemente a su clan. Set en cambio abogaba por hacer lo que siempre habían hecho, luchar por la cueva e impedir la caza a otras tribus. Pero la nueva situación adoptada por Adán escondía entre sus entrañas un nuevo peligro no imaginado. Por allí pasaban gentes que antes, con la batalla, no se paraban a hablar. Ahora, con la tranquilidad de no tener que luchar para pasar el desfiladero, los cazadores echaban el rato con sus congéneres, mientras Adán negociaba con los jefes, hablando de las cosas de la vida. Y al parecer, nada le gustaba más a los viajeros que contar calamidades. De su tribu o de otras. Que si han muerto diez hombres de repente, con calentura sin ninguna herida visible. Que si un mal de ojo que te llena la tripa de un viscoso gel que expulsas por la boca mientras se te sale el pulmón en una tos seca se ha llevado por delante a treinta hombres, mujeres y niños tras pasar muchas noches con calentura. Que si un grano en la cara, da lugar a otro, y luego a otro, y otro, y una calentura que al final acaba matando a la mitad de la tribu. Que si en una tribu cercana se les puso a todos la cara como la tripa una serpiente que acaba de engullir un conejo y acabaron muriendo todos después de haber pasado días ensoñando y con mucha calentura. Que si nadie sabe cómo, una calentura rápida con un dolor intenso en el cuello ha dejado postrados en la cueva a una decena de chavales y ha matado a otros tantos. Que si antes en su tribu eran cincuenta hombres para la caza y ahora apenas son quince porque los demás empezaron a vomitar y murieron de calentura…

Lo que preocupaba a Adán eran esas historias que tenían todas en común la calentura. ¿Y si, Set tenía razón y la calentura de su hijo les acababa contagiando a todos y morían de lo mismo?

A la mañana siguiente, Adán tomó la determinación más dolorosa de su vida. Instigado por las maléficas premoniciones de su enemigo, mandó a su mujer y a sus hijas que se llevaran al fondo de la cueva al enfermo, junto al cortado por el que, en la superficie, antes ponían las trampas para los ciervos. Una vez allí les dijo que, por el bien de todos, despeñaran a su hijo por el acantilado. Según lo estaban haciendo, varias flechas se clavaron en los cuerpos de las mujeres que acabaron cayendo tras el enfermo.

Tras ese día, Adán entró en un estado de tristeza y melancolía que en tres lunas llenas, llevó a Set a convertirse en el macho alfa.

 


 

Los juegos del hambre

 

“El impacto […] en la mortalidad en España es mucho mayor del que registran los datos oficiales”

“Una investigación hecha en Navarra encontró el virus en 18 % de personas fallecidas, cuando solo el 7 % habían sido diagnosticadas”

“[…] no mata a una persona sana, o es muy excepcional, sino a gente que ya tiene otras dolencias”

Estas afirmaciones no son sobre el Covid-19 sino sobre la gripe y son parte de un artículo publicado por eldiario.es mucho antes de la alarma social creada por los correveidiles del hijoputismo con el coronavirus, concretamente el 16 de octubre de 2.019, convirtiera esta enfermedad en la nueva peste del siglo XXI.

Hace unos días leía un twit que decía algo así como “¿Se imaginan esta rueda de resultados hablando de los muertos que provoca la gripe, los infartos o el cáncer? ¡No saldríamos de casa!”.

En mi artículo en este mismo medio de la semana pasada ya exponía que los medios de lo que han tratado desde el primer día es de provocar congoja en la gente a través de la generación de miedo. Pero ¿cuál es la finalidad de ese planteamiento? ¿por qué?

Los sencillos mortales, no sabemos de dónde ha salido esta enfermedad. No sabemos si el virus ha sido creado en un laboratorio o es una mutación de algún coronavirus ya conocido. En esta página del Instituto de Salud Global de Barcelona, se cuenta que el Covid-19 es un virus nuevo del que ya había advertido hace cuatro años la OMS que aparecería denominándolo como “enfermedad X” porque no estaba descrito en la lista de patógenos prioritarios de los que no tenemos vacuna. Por tanto, todo lo que se diga por el común de los mortales es pura especulación.

Lo que si me llama la atención, y es solo eso una evidencia que puede ser o no casual, es que el virus haya aparecido precisamente en China y no en Arkansas o en el deprimido Cleveland (Misisipí). En julio de 2018, la BBC publicaba un artículo con los datos de la guerra comercial que el patán de la Casa Blanca había emprendido contra China. Entonces, la balanza comercial entre China y USA, presentaba un saldo a favor de los asiáticos entorno a los 375.000 millones de dólares, siendo China el mayor socio comercial de los Estados Unidos. En 2017, China exportaba 2.003.514,2 M.€ frente al 1.368.743,9 M.€ de los imperialistas (un 18,62 % frente al 7,92 %). La balanza comercial de China estaba en positivo 371.408,3 M.€. Por el contrario, la de USA tenía un saldo negativo de -763.220,3 M.€. El Índice de Producción Industrial (IPI) a finales del 2019 en el gigante asiático era del 6,9 % mientras que en USA se saldaba con un negativo -0,8 %.

Desde que este extraño virus apareció en el país de los guerreros de Xian, el PMI (Purchasing Managers Index) índice de referencia en gestores de compras ha caído 14,3 puntos, un desplome récord, ni siquiera alcanzado en la estafa financiera del 2008. La industria manufacturera, ha retrocedido hasta niveles de 2005. El coste para la economía china será, solo en el primer trimestre de 2020, de 280.000 millones de dólares. En palabras de este articulista de la BBC, «es peor que la crisis financiera del 2008 y una paralización de la fábrica del mundo».

Eso sin contar las pérdidas económicas y de oportunidad que van a suponer para las compañías chinas contra las que el zafio de la Quinta Avenida ha emprendido una guerra como Huawei, One plus o Lenovo.

También me llama la atención que el segundo mayor damnificado sea Corea del Sur, otro país en constante guerra comercial con el perdonavidas del flequillo. Siendo además el país de las innovaciones tecnológicas en telefonía y del mayor competidor telefónico de Apple, Samsung o un constante competidor del sector automovilístico con fabricantes como Hyundai, Kia o Ssang Yong.

Estos son datos. Nada más.

Y ahora es cuando vistos los datos, me pregunto si dada la trayectoria tramposa, poco ética, a todas luces inmoral del chanchullero camorrista convertido en presidente de los Estados Unidos a base de dólares, los datos solo son eso, datos o hay algo más detrás. Porque parece bastante evidente que la carrera comercial y económica de China que, aunque los datos del hijoputismo liberal digan que es la segunda economía mundial, hace tiempo que va en cabeza, va a sufrir un parón importante cuando no un zarpazo del que ya veremos cuanto tiempo tardan los discípulos de Mao en recuperarse y que va a afectar, de nuevo a toda la economía mundial.

La OCDE ya avisa del peligro de recesión en la Europa común y en Japón debido al Covid-19. Algunas fábricas plantean ERTES temporales por falta de suministros desde China. Los cantamañanas del hijoputismo ya están advirtiendo que la paralización del turismo chino, está repercutiendo en las reservas de los hoteles. En palabras de uno de los representantes de la patronal del sector, si no hay turismo, no hay puestos de trabajo. O las de la CEOE que aprovechando que el Arlanzón pasa por Burgos, vuelven a la cantinela del salario mínimo y a su inevitable rebaja por la recesión provocada por esta pandemia informativa.

Por último, otro de los datos que me llaman la atención es que este virus no afecta a todos por igual. Los expertos dicen que las personas sin otras patologías, en general no tienen nada que temer. La mayor parte de ellas, pasarán este virus sin percatarse de que lo tienen. También parece que los niños son menos propensos al contagio. Y sobre todo, me llama la atención que el 90 % de los muertos sean personas mayores o enfermos crónicos. Parece como si una cabeza maléfica hubiera encontrado la solución hijoputista para quitarse de en medio a quiénes más necesitan del estado social y por tanto quiénes más recursos económicos consumen. Pero esto sí que es una locura. Una teoría de la conspiración inaceptable bajo la moralidad de personas normales. Aunque, por lo que vemos en Twitter todos los días, la hijoputez está a la orden del día y hay quién define a los enfermos mayores de Covid-19, como «putos viejos decrépitos que solo provocan gasto al estado» y quiénes anteponen la repercusión económica en las empresas a la vida de las personas.

Para finalizar, y dado que al parecer siempre dejo un poso amargo en mis escritos, le voy a dar una buena noticia, querido lector. El Covid-19 es bueno para la Pachamama. Desde el pasado 23 de febrero, la nube de contaminación en China se ha reducido drásticamente. Vean la foto de la NASA que encabeza este artículo. Los niveles de CO2 han caído contundentemente gracias al parón del turismo y del comercio y a la reducción del consumo de petróleo. La globalización hace aguas y los niveles de consumo se relajan hasta niveles menos exigentes para la naturaleza. Estamos más cerca de salvar la tierra y lo que es mejor, de extinguirnos como alimañas víricas depredadoras del planeta.

Salud, feminismo, república y más escuelas (públicas y laicas).

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