Uno de los puntos en los que Donald Trump está demostrando su ineficacia como presidente es en la política internacional. Ha basado sus modelos de negociación en la amenaza, algo así como los «matones de colegio» o los «macarras de discoteca». El problema es que ese sistema se está convirtiendo en un patrón cuyas consecuencias serán más negativas que positivas, no sólo para Estados Unidos, sino para el resto del mundo.

¿Cómo actúan Trump y su equipo de gobierno? En primer lugar, desencadenan una crisis con duras amenazas si no se cumplen sus condiciones. En segundo término, acelera el pulso en la medida en que los amenazados no se rinden, hecho que coincide con las conclusiones de analistas que advierten de las serias consecuencias que tendrán esas amenazas. Para terminar, firman un acuerdo imperfecto o que roza la ilegalidad constitucional para reclamar la victoria.

Este patrón es el que se está aplicando contra China, México u otros adversarios «imaginarios».

En el caso de México, Trump no ha logrado lo que pretendió en un principio con las amenazas de imposición de nuevos aranceles. Los negociadores mexicanos no han aceptado los puntos en los que se daba carta blanca a Estados Unidos para poder rechazar sin razones las solicitudes de asilo de los migrantes centroamericanos. México, sin embargo, ha decidido enviar 6.000 soldados adicionales a su frontera con Guatemala, medida que provocó que Trump reculara y eliminara su amenaza de aplicación de nuevos arenceles.

Sin embargo, aunque Trump se ha querido apuntar el éxito, la realidad es que esas medidas fueron iniciativas que México ya ha emprendido y, además, con la garantía por parte de López Obrador de que se respetarán los derechos humanos de los migrantes, hecho que Trump ni siquiera ha tenido en cuenta en su lucha contra la inmigración ilegal.

Por tanto, lo que Trump ha querido vender como un éxito, es un nuevo fracaso de su política exterior.

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