El presidente Juan Manuel Santos, junto con todo su gobierno, es el gran perdedor ante el resultado adverso en el plebiscito convocado para refrendar los acuerdos de paz. Le han dicho que No a la cara y debería de dimitir, pues su responsabilidad política es total en el fiasco y había dicho que se iría si perdía. Pero no lo hará. En su afán de protagonismo sin careta y liderazgo del proceso de paz, Santos utilizó todos los recursos del Estado para defender el Sí, se empleó a fondo desdeñando el diálogo con sus adversarios, en la creencia de que arrasaría en el plebiscito, y mostró un triunfalismo insultante hasta que los resultados le fueron contrarios a sus deseos. Dijo que si salía el No se iría a casa, pero nadie duda de que seguirá hasta el final de su mandado aunque a el país le genere aún más incertidumbre, frustración y polarización. Santos es el rey de la miseria política.

había dicho que se iría si perdía. Pero no lo hará

La corte de aduladores, escribidores a sueldo e inútiles asesores políticos  que hasta hace unas horas asesoraban al presidente Santos, asegurándole que el mundo sería de color rosa tras la firma de la paz, son también los grandes derrotados en esta cita electoral. Entre estos vendidos al mejor postor, por dinero, claro está, se encuentran León Valencia, Natalia Springler, Claudia López y tantos otros que la lista sería interminable.

Los partidos tradicionales, como el liberal, el conservador, Cambio Radical, la Alianza Verde y el Partido de la U, han hecho un papelón en el proceso y se ha demostrado que la sociedad colombiana va en la dirección contraria a sus políticas de alianza y venta de sus escaños al Presidente Santos. Los colombianos han desoído sus llamados y han votado contra unos acuerdos que supuestamente garantizan la paz a cambio de la impunidad de los terroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Se ha escrito una nueva página en la historia de Colombia y los partidos tradicionales no supieron estar a la altura de circunstancias. Tampoco supieron comprender los anhelos de millones de colombianos.

Los colombianos han desoído sus llamadas

La izquierda colombiana, liderada por el Polo Democrático, el Partido Comunista de Colombia y la Marcha Bolivariana, que defendieron siempre el Sí sin hacer ninguna crítica al ejecutivo de Santos acerca de la forma y el fondo del proceso, son una de las grandes derrotadas en un plebiscito que dio los resultados no esperados para la mayoría de los ciudadanos.

Los medios de comunicación vendidos al poder sin ninguna vergüenza y que defendieron el Sí sin disimularlo, aparte de no haber permitido durante el proceso electoral previo ninguna pluralidad ni expresiones a favor del No, son  también los grandes damnificados del resultado expresado por los colombianos en las urnas. Los diarios El Tiempo y El Espectador, la revista Semana y los diarios digitales La Silla Vacía y y lasdosorillas.com, junto con un sinfín de emisoras de radio y televisión, por citar tan solo algunos ejemplos, han hecho el ridículo de una forma pasmosa, prestándose al juego del poder como vulgares zalameros y aduladores.

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La ausencia de una masa crítica en los medios, mientras se deslizaban los llamados al voto Sí de la forma más rastrera, incluso invocando la amenaza del regreso de la guerra, ha sido la tónica dominante. La mayor parte de los columnistas y analistas colombianos ha dado un espectáculo bochornoso, jamás visto por quien suscribe estas líneas, y se prestaron a la descarada adulación hacia el Presidente colombiano. Qué vergüenza, mejor dicho qué sinvergüenzas.

Los grandes poderes económicos, es decir, el Establecimiento, salen claramente derrotados en las urnas. Habiendo apostado sin ambages de duda por el poder, que en este caso representaba el Presidente Santos y sus mediocres adláteres, esta vez el tiro les salió por la culata y los votantes les dieron la espalda. Habiendo mentido, engañado, manipulado, explotado y utilizado al país en beneficio propio, sin ninguna consideración en el reparto de la «tarta», ahora tras décadas de latrocinio los colombianos parecen despertar del largo letargo y también les han otorgado un voto de castigo, un auténtico tortazo en la cara para una elite que se cree un destino elegido por la providencia divina.

La comunidad internacional se ha llevado otro chasco de campeonato

La comunidad internacional, representada por las Naciones Unidas, la Unión Europea, los Organización de Estados Americanos y un sinfín de organizaciones, se ha llevado otro chasco de campeonato. Pero no menos ha sido el de países que, como Alemania, Chile, España, Noruega y Suecia, han estado apoyando un proceso que era como el viaje hacia ninguna parte, un mal acuerdo que nunca tuvo el consenso de la sociedad colombiana y que concitaba grandes rechazos en la nación. ¿Es que acaso sus diplomáticos y consejeros políticos no se enteran nada o viven en otro mundo? ¿Es que nuestra diplomacia es más estúpida que la de otros países que se mantuvieron en un segundo plano a la espera del desenlace?

Y, finalmente, las empresas encuestadoras son otras de las grandes derrotadas en este plebiscito. Ninguna de las encuestas y sondeos de opinión publicadas durante la campaña electoral fue capaz de prever el desenlace fatal que iba a tener para el gobierno Santos la consulta. Ni siquiera lejanamente lo atisbaron, quizá porque estaban tan ensimismados con los miles de millones de pesos que recibieron en la ingente publicidad colocada por el Estado para legitimar el desaguisado que nunca imaginaron tan magno naufragio. Los analistas y sociólogos colombianos en vez de ser tan cobistas, lisonjeros y pelotas deberían dedicarse al trabajo por el que se les paga: hacer encuestas, y no entregarse a la burda manipulación en aras de satisfacer a un poder inmensamente corrupto y plegado a los más espurios intereses.

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