Todo hombre que aspira a ser un caudillo algún día imita a otro que deambuló por los pasajes de la historia antes que él. Santiago Abascal tampoco es original en esto. Copia otros modelos anteriores, bebe de otras fuentes y referentes, plagia sin pudor. Lo hemos visto estos días durante el debate de su fallida moción de censura contra Pedro Sánchez. ¿Y en qué personaje histórico se ha fijado el Caudillo de Bilbao para construir su descabellado proyecto político para España que no deja de ser una mezcla de bulos, disparates y esa extraña verborrea o neolengua que sus votantes se aprenden de carrerilla, como androides sin voluntad propia? ¿En Gil-Robles, en Jose Antonio, en Ramiro de Ledesma? En efecto, se inspira en todos ellos a la vez, pero sobre todo en un siniestro personaje que se empeñó en alargar el franquismo otros cuarenta años más y que pasó sin pena ni gloria por la Transición española: Blas Piñar.

Al igual que el que fuera líder de Fuerza Nueva, Abascal pretende construir una España mítica, imaginaria, en blanco en negro, como aquellos documentales del NO-DO. No solo imita el tono grandilocuente, rimbombante, mitinero y cursi de Piñar, sino también ideas concretas con las que el presidente de Vox ha tejido su propia filosofía populista mezcla de falangismo y “trumpismo” de nuevo cuño. “Nos están vedados los grandes medios de comunicación social, incluso del Estado”, se quejaba Blas Piñar en uno de sus más célebres discursos. Esa denuncia la repite hoy, una y otra vez, el propio Abascal, que ha llegado a vetar a la prensa crítica a los actos públicos de Vox. “No estaremos en el juego equívoco que divide a los españoles del asociacionismo político. Pero si llegamos a entender claramente o se nos dice de forma definitoria que el Estado nacional está caducado compareceremos en la vida pública como partido político auténtico que va a luchar”. Obviamente, en las palabras de Piñar estaba la sacrosanta unidad de la nación española, así como la intención de dar la batalla, la lucha, ese Mein Kampf que todo buen ideólogo de la extrema derecha lleva dentro de sí.

Pero hay más, mucho más. “Los que adularon a Franco son ahora sus primeros hipercríticos [defensa del régimen anterior que también hace Vox]. Por eso, inmediatamente después de su liberación, como si les faltase tiempo, no para reconciliarse, sino para la revancha, los que salían de las cárceles tomaban las riendas de los cuadros de acción del Partido Comunista, del FRAP y de ETA”.  Una vez más, la obsesión filoetarra, la idea de que solo la extrema derecha falangista puede derrotar a los enemigos de España.

Las palabras de Blas Piñar se parecen a las de Abascal como dos gotas de agua. “La propaganda subversiva se repartió sin demasiadas complicaciones, hubo grupos de manifestantes en sitios diversos, se levantó el puño, se ofendió gravemente a Franco y al Rey, se lesionó a un capitán de la Policía Armada”, continúa el discurso del fundador de Fuerza Nueva. Es curioso cómo la ultraderecha, cuando le interesa, abraza la figura del monarca y se convierte en su más firme defensor.

Así proseguía el heredero ideológico de Franco, que jamás llegó a tener opciones de llegar al poder tras la muerte del dictador en 1975: “Y por experiencia de lo que hoy sucede en los países subyugados por el comunismo, todo puede terminar otra vez en el asesinato y en el martirio, en el desorden y el caos. Olvidar todo esto, cuando de oficio se tiene la custodia del bien común, de la paz y del futuro, es una blasfemia contra la Patria, un desprecio a la lección todavía reciente que nos ofreció la Providencia”. Otra vez el lenguaje inflamado, exaltado, hiperbólico. Otra vez la invocación contra el comunismo, el punto principal de todo programa ultra.

Europa nos mira con ojos de bendición y complacencia. Se ha llegado a escribir en uno de los principales rotativos nacionales que no debe preocuparnos excesivamente la injerencia del exterior, puesto que con ella, y con cuanto supone de evolución y de cambio político, están de acuerdo la inmensa mayoría de los españoles. Se nos dice, incluso, que son constantes las llamadas telefónicas del presidente de la República francesa al palacio de la Zarzuela y que Giscard lleva muchos años atento a los asuntos de España, como por ejemplo, digo yo, al de dar cobijo a los terroristas de ETA, a los que ha protegido con descaro”. Aquí se aprecia, sin duda, un enquistado antieuropeísmo que también ha pasado por vía de la transmisión generacional a los genes de Vox. Precisamente en el reciente debate parlamentario sobre la moción de censura Abascal dejó claro que “Europa deshumaniza” y que los jerarcas de Bruselas son algunos de los grandes culpables de los males de España. El fascismo sufre una alergia grave ante la idea de la unidad europea.

“¿Os dais cuenta de cómo se está aprovechando este momento de España para tratar de confundirnos, para presionar a la clase dirigente y para influir en la cabeza que rige los destinos del Estado? Se está jugando con el futuro, con la paz y con el bienestar de los españoles” (una vez más la conjura del enemigo invisible, la conspiración judeomasónica, la trama contra España que no existe más que en el delirio del fascismo. Si en 1978 el enemigo era el bloque soviético ahora es Venezuela, el misterioso Soros y las organizaciones supranacionales como la OMS que están hundiendo a España).

“El liberalismo, que no tiene mística, y corrompe con la droga, el erotismo y la pornografía, deja a los pueblos sin valor para enfrentarse con sus enemigos mortales porque, en suma, no queremos las dos libertades de actualidad en Europa: la del aborto y la del terror”. Ahí van varios fetiches y obsesiones fundidos que Abascal ha recuperado del baúl de los recuerdos: la interrupción del embarazo (un derecho fundamental de la mujer), el rojerío que corrompe a la juventud, la amenaza de todo lo que no sea tradición y nacionalcatolicismo. “Ya sabéis que el aborto ha sido legalizado en muchos países, y no hace mucho en Francia, durante la presidencia del católico Giscard, que hace unos días fue recibido por el Papa, para hablar entre otras cosas del tema español y no sabemos si también de los miles de niños franceses a los que se asesina con toda legalidad en nombre de las libertades democráticas”. Aquí estremece pensar cómo se han adaptado ambos discursos y si con Blas Piñar las víctimas eran los niños franceses violados ahora son los españoles que caen en manos de los pederastas de la ideología de género. Mismos argumentos, diferentes leyendas. Y prosigue el discurso de Blas Piñar: “Nosotros no queremos libertad para el asesinato, y menos para el que se perpetra sobre quien, como un niño en el vientre de su madre, no tiene ninguna posibilidad de defenderse. Por eso nos repugna la actitud de la democracia cristiana de Italia, que ha admitido el aborto con tal de que se declare delito no punible, desconociendo con esta lamentable contradicción la naturaleza misma del Derecho Penal y creyendo sin duda que de este modo salva su escrúpulo de conciencia”.

Por supuesto, la férrea defensa del franquismo es el argumento principal del populismo fascista de antes y el de ahora. “Nosotros proclamamos abiertamente nuestro franquismo, cuando públicamente, en España y fuera de España, se quiere enterrar el recuerdo y la obra de Francisco Franco”, decía Piñar. Ahora Abascal se refiere a Sánchez como el gran profanador de tumbas por haber exhumado los restos del dictador del Valle de los Caídos. “¡Pobres de aquellos que en España, con supuesta buena fe, mientras el enemigo prepara amenazante su puño para destrozarnos, aflojan los estímulos morales diciendo que ha llegado la hora de la reconciliación y de la concordia nacionales, de la paz y del entendimiento de todos los españoles! ¡Como si fuera posible que la reconciliación y el entendimiento sean unilaterales!”. ¿Les suena de algo este brutal guerracivilismo?

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