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Los derechos humanos en el Madrid de Ayuso

Diego Castrejón
Diego Castrejón
Una infancia marcada los abusos sexuales de los que fue víctima. Un paso por prisión. Una imagen pública condicionada por la denuncia de la corrupción política en Andalucía. Diego Castrejón, ha vivido en carne propia la dureza de ser un excluido y como el poder pone en marcha, los mecanismos para expulsar del espacio público a todos aquellos que se atreven a plantar cara a la corrupción. Periodista, activista en defensa de los derechos humanos, Diego Castrejón, ha consagrado los últimos diez años de su vida a estudiar los procesos de exclusión social, así como a defender el derecho de participación y a ser reconocidos de los sectores más estigmatizados de la sociedad. Hoy es el coordinador de la Red Iberoamericana para la defensa de los derechos humanos.
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análisis

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En el año 1992 se publicaba El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama.  En la obra se anuncia la victoria del modelo liberal, en la lucha mantenida con el pensamiento Marxista. Victoria que reconocía a las concepciones políticas y económicas, defendidas por el liberalismo, como las únicas válidas para el desarrollo de la civilización occidental.

Más allá de sus tesis, refutadas por todo tipo de pensadores; lo importante en la obra de Fukuyama, no es tanto lo que dice sino como lo dice. El neoliberalismo ya existía antes, pero en él se inaugura una forma de decir las cosas. Fukuyama, no duda en establecer un discurso equivoco, interesadamente ambiguo y en ocasiones intencionadamente falaz. Maneras de exponer realidades alteradas, que han sido la base de la comunicación del ultraliberalismo al que se ha abonado el PP de Isabel Díaz Ayuso, y que han barrido en las urnas de la Comunidad de Madrid.

Los sociólogos del derecho, Adam Podgórecki y Vincezo Ferrari, hablan de la necesidad de descubrir los métodos y las formas con las que el poder, en sus diferentes dimensiones, usan a los derechos humanos y a los derechos fundamentales para desplegar sus acciones. La libertad, valor absoluto que ocupa el centro mismo de la concepción de los derechos humanos, ha sido manipulada, de manera clara, en toda la campaña electoral de Madrid, y esta circunstancia, unida a otras protagonizadas por Partido Popular y Vox, pueden marcar, desde la perspectiva de los derechos humanos, el tiempo que parece abrirse después de los comicios madrileños.

En Madrid, ya existen situaciones de vulneración de derechos fundamentales, sobre todo asociadas a temas como la vivienda o la sanidad. En este sentido, estos aspectos han merecido mención especial en el último informe global de la situación de los derechos humanos en el mundo, publicado por Amnistía Internacional.  Estas situaciones, que están limitando la realidad de la vida de un número importante de madrileñas y madrileños, no son las únicas a la que la defensa de los derechos humanos debe prestar atención en los próximos años.

Desde una concepción fuera de la dogmática del mundo jurídico, la existencia de los derechos humanos, encuentran su legitimación en la continua aparición y reaparición de la desigualdad. Madrid es una de las regiones, dónde la desigualdad social se hace más evidente de Europa. Situaciones como la que se vive en la Cañada Real, desaparecida por completo de la campaña, constituyen la existencia de un tercer mundo interior, en este Madrid que es España dentro de España. La deshumanización de las personas que componen los sustratos más bajos de la pirámide social, los continuos discursos ofensivos contra las personas pobres, la criminalización de colectivos completos, como es el caso de los MENAS, el negacionismo con respecto a la violencia de género;En definitiva, el establecimiento de una política de invisibilización que supone el nivel cero de la normalidad que impone el discurso ultraliberal adoptado por Ayuso en la campaña, y centran la manifestación de la violencia objetiva en la constitución del sistema social que se puede implantar en Madrid. Al hacer desaparecer las realidades de estos colectivos, se hacen desaparecer los derechos que les son propios.

Los derechos sociales, económicos, culturales y ambientales; la defensa de la dignidad de los colectivos más vulnerables, la lucha por mantener los avances en igualdad de género y la continua monitorización de las formas de manipulación de los discursos en materia de derecho humanos, deben ser algunos de los ejes centrales del activismo social en los próximos dos años.

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