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Los altos cargos del PP que declaran por los papeles de Bárcenas toman el pelo a los españoles

López del Hierro niega ser el López Hierro que supuestamente donó dinero a la caja b del PP

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análisis

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En el PP está ocurriendo un extraño fenómeno paranormal. Todos aquellos altos cargos cuyos nombres, apellidos o iniciales figuran en los papeles de Bárcenas como sobrecogedores, es decir, como beneficiarios de comisiones en negro, terminan alegando ante el juez que no tienen nada que ver con esas identidades. Ya ocurrió con Mariano Rajoy hace unos meses, cuando el ex presidente del Gobierno declaró ante sus señorías de la Audiencia Nacional que no sabe quién es ese tal “M punto Rajoy” que aparece en los registros contables de Bárcenas. Y como la cosa coló y los magistrados no pidieron más explicaciones, esa misma estrategia judicial la están siguiendo otros cargos populares que han sido citados por los tribunales para que aclaren si cobraron o no sobresueldos.

Así, Javier Arenas niega ser el “Javier Are” de los papeles barcenianos; Trillo rechaza ser el Federico que consta en las anotaciones; y el súper ministro de Aznar Rodrigo Rato desmiente que sea el “Rodrigo R.” o “R. Rat.” de los polémicos registros contables. El último que ha seguido la vía abierta por Rajoy ha sido Ignacio López del Hierro (marido de la exministra Dolores de Cospedal) quien en su comparecencia ante la Justicia ha negado que los extractos “López H” y “López Hierro”, correspondientes a supuestas donaciones de 114.000 euros, tengan nada que ver con él. “No soy ninguna de esas dos personas que figuran ahí”, asegura con rotundidad. La declaración de López Hierro va en la línea de lo que ya dijo Cospedal ante la comisión parlamentaria que investigó la financiación ilegal del PP, donde la ex ministra de Defensa zanjó la cuestión alegando que “López H y López Hierro no es mi marido”, ya que personas con ese apellido y relacionadas con el Partido Popular “hay muchas”.

Estamos sin duda ante un incidente sobrenatural que quizá tenga algo que ver con los efectos secundarios de la pandemia. El mal del negacionismo arraiga fuerte, se extiende por toda la sociedad en sus diversas variantes, y por lo visto en el PP ha calado una especie de mutación negacionista que lleva a los militantes del partido a negar su propia identidad y a no identificarse con su filiación. O quizá el virus esté provocando un extraño episodio de clonación genética que da lugar a muchos dirigentes populares con el mismo cuerpo y el mismo nombre. Quién sabe. El caso es que en Génova 13 no había solo un “M Punto Rajoy”, sino muchos, múltiples registradores de la propiedad con sus barbas canas, las gafas de culo de vaso, el frenillo y el Marca debajo del brazo que eran fabricados en serie como androides de una novela de Philip K. Dick y que ejercían como presidentes del partido y del Gobierno. Si Franco tenía un doble para que no lo liquidaran en un atentado, Rajoy tenía decenas de múltiples o repetidos. Y así claro, es imposible saber quién es el que aparece en los papeles de Bárcenas.     

Todo lo cual nos lleva a pensar que en el PP nadie es quien es o quien dice ser, un fenómeno que deberían investigar nuestros brillantes científicos jubilados del CSIC que estos días luchan contra la precariedad y la falta de recursos, dos grandes males endémicos de nuestra ciencia, para sacar adelante una vacuna española que nos libre de los trombos de la multinacional AstraZeneca, más bien AstraCínica.

Los replicantes del PP se suceden con los mismos nombres y apellidos, nadie puede fiarse de esta gente, ya que uno cree que está hablando con López Hierro cuando en realidad no es él sino un suplantado, un clónico, alguien con su misma identidad y rostro o jeta. En el PP se vive un misterioso desdoblamiento cuántico de la realidad, mundos y vidas paralelas, y los documentos oficiales no sirven para nada, los libros de contabilidad y los estatutos internos se los pasan por el forro y cuando llega el momento de declarar ante un juez sobre los actos jurídicos documentados por la Tesorería del partido todos invocan el “yo no soy ese o esa que figura ahí”, “no firmé tal cosa”, “yo no sé nada” o “a mí qué me cuenta, pregúntele usted a otro”.

En el PP de Aznar y Rajoy el principio de seguridad jurídica estalló por los aires, nada era lo que parecía porque allí había mucha gente con los mismos nombres y apellidos (una piojera de fulanos idénticos unos a otros) y porque lo firmado no tenía ninguna validez. Los extractos y asientos contables eran meramente decorativos; la contabilidad del dinero y a quién se le daba la pasta era algo testimonial sin ningún efecto legal. Todo en el Partido Popular quedaba en un inmenso montaje, una farsa, una filfa, y allí nadie estaba seguro de quién era quién, como en V, aquella serie de los lagartos marcianos que se travestían de humanos, o en La invasión de los ladrones de cuerpos, la magnífica película de Don Siegel en la que unas vainas de origen extraterrestre replicaban a la gente con las mismas caras e identidades, pero en plan vegetal. ¿Cómo puede fiarse un votante de buena fe de estos seres mutantes del PP que van cambiando de pelaje y condición?

Hoy los dirigentes de la época Gürtel se sienten impunes y hasta se permiten hacer risas y bromas cuando declaran ante sus señorías los jueces, que terminan tragándose la fantástica historia de que rajoys había muchos y que gente que se llamaba López Hierro ni te cuento, probablemente cientos, miles, de tal manera que es imposible saber quién se lo llevaba crudo o muerto. No es la primera vez que a la Justicia le convencen estas explicaciones y argumentos esotéricos casi de ciencia ficción, ya que algo parecido ocurrió en el caso de los ordenadores y discos duros de Bárcenas que fueron destruidos una noche, a martillazo limpio, para que no quedara ni rastro de los supuestos delitos. Tampoco en aquella ocasión vieron nada raro los señores togados, de modo que carpetazo al asunto.

Todo lo que ocurre en el PP resulta fascinante (replicantes, clones, mucha gente con los mismos nombres y apellidos, material informático que se autodestruye solo) mientras la Justicia da total credibilidad a la novela de ficción. Alguien debería cerrar ya este asunto penoso e insufrible que pretende tomar por tontos a los españoles. Por cierto, ¿Pablo Casado será Pablo Casado?  

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