La herida que no vive de la luz
espesa de la bilis del carroño,
olvida que debajo de la cruz
descansan los alambres del otoño,
las madres que no dan la bienvenida,
los niños que perdieron el ombligo,
los muertos que trafican con la vida,
los vivos que no cumplen el castigo.
Cicatrizan los verbos transitivos,
los remiendos sin fe y sin adjetivos
de los sastres que visten a los jueces.
¿Cómo quieres que crea en el destino
si la sangre azul ya no sabe a vino
y caducan los panes y los peces?
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