La vida nos depara situaciones extremadamente difíciles de asumir en las que se nos arrebata de nuestros guiones a personas que nos son importantes y con las que hasta ese momento, de una manera u otra, hemos convivido y compartido: familiares directos, indirectos, amigos, pareja.

Tal es el caso de los presentes asesinatos terroristas en Barcelona o los también recientes atentados de París, Niza o Londres.

Para los familiares o allegados de esas víctima comienza un sendero que como sociedad y las diferentes administraciones o sistemas de salud no podemos obviar. Si bien es cierto que en la actualidad los servicios de emergencias ya ponen a disposición profesionales de la psicología expertos en catástrofes para acompañar en estas situaciones de duelo a los familiares de las víctimas, hemos de tener claro que esta intervención, en muchos casos, requerirá de un espacio de tiempo superior al de esta primera intervención.

La psicología experta en este tipo de intervenciones, recomienda claramente a los familiares de las víctimas “expresar las emociones”. Que si hay tristeza, que se exprese, que lloren si es lo que les pide en ese momento su estado, que no se inhiban, que no se limiten por la falsa creencia de tener que mantenerse fuertes y no mostrar fragilidad o vulnerabilidad. Pero, de igual manera, “no provocar aquellos estados que no sintamos como verdaderos”.

La misión de la intervención psicológica en estos casos es la de trabajar para que los familiares acepten la situación. Es normal que los familiares de las víctimas, en una primera instancia, nieguen la realidad acogiéndose a la esperanza de no ser los directos implicados. Es normal sentirse y estar tristes, desganados, con sentimientos erróneos de culpa, desconectados de los hábitos de vida que llevábamos hasta ese momento. Y por supuesto que estas respuestas, normales en ese momento, no representan ningún tipo de patología sino que son las respuestas esperadas a un acontecimiento externo inesperado que en nuestro fuero interno desmonta nuestras estructuras de vida con el arrebato imprevisto de un ser querido.

“Si los síntomas persisten es aconsejable acudir a un profesional”

La familia, amistades, compañeros de trabajo, de hobbies, vecindad o cualquier sistema social cercano a los familiares de las víctimas son fundamentales en la aceptación de la realidad y la recuperación de la normalidad en sus vidas. Ahora bien, si los síntomas persisten de manera extrema y más allá de las dos semanas aproximadamente, es aconsejable actuar acudiendo a un profesional que nos ayude a no caer en lo que se denomina técnicamente el “duelo patológico”.

Nuestra relación con familiares de víctimas implicará que tomemos responsabilidad de estar a su lado, escucharlos sin interrumpir, dejar que se expresen, respetar sus silencios y sus procesos de pensamiento, emotividad o cualquier tipo de comunicación.

Cada persona es distinta y vive su realidad a su manera. De ahí la importancia de respetar sus comportamientos. Que se expresen como mejor decidan: hablando, callando, llorando, haciendo. Simplemente con que sepan que estamos a su disposición para escuchar, abrazar o empatizar será más suficiente. Así sucedió espontáneamente en Las Ramblas de Barcelona cuando un amigo de una de las víctimas improvisó un acto de respeto y las personas que coincidieron en ese momento y lugar de manera improvisada y espontánea se le acercaron a transmitirle su acompañamiento a través de un abrazo.

A veces, un gesto consciente es más que suficiente para acompañar.

No se trata, por tanto, con afán de ayudar, de minimizar la intensidad de lo que están viviendo. Su sufrimiento es importante, tanto como ellos lo vivan, y no es conveniente restarle intensidad ni modificarlo. Así solo estaremos introduciendo una limitación en el proceso de aceptación de la realidad.

Mi más sentido pésame a todos los familiares y amistades de las víctimas.

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