Amar no es un privilegio heterosexual.
Tener relaciones sexuales tampoco.
En esta sociedad tan materialista es necesario establecer el siguiente axioma no negociable con respecto al colectivo lgtbi:
Mismos impuestos, mismos derechos.
A aquellos que se arrogan la virtud de ser «tolerantes» y «comprensivos», hay que decirles que nadie necesita su permiso ni su tolerancia para ser lo que es.
Tolerar es prepotente, pues se hace desde la superioridad.
La inmanente condición, que no la orientación, afectivo-sexual, no sólo sexual; es como el color del pelo o la piel, intrínseca e incuestionable.
Por tanto, sobran las «buenas voluntades», los «no te preocupes, yo te acepto» y tantos aburridos «sí, pero que no sea mi hijo ni la profesora de su clase».
Sí, pero…
Existen unas conductas en determinadas personas con inseguridades en su identidad afectivo-sexual, que proyectan su miedo y su deseo reprimido en homosexuales o lesbianas que tienen cerca, fantaseando con la idea de atraerles, desarrollando una actitud paranoide sumamente ridícula e inmadura.
Como si a un@ heterosexual le gustaran tod@ l@s del otro género y fuera persiguiéndol@s babeando tras ell@s.
Es otra manera de represión: descalificar y prejuzgar.
Algunos se preguntan con una especie de indignación cuyas raíces se bañan en la estulticia más profunda:
¿Por qué no hay un día de los heterosexuales?
O ya rozando la retórica manifiesta de la imbecilidad, afirman enfadados que ser homosexual parece que está de moda.
O a qué viene tanto «orgullo» y tanta fiesta.
Es más que probable que sean los mismos «encefalogramas desérticos» que no entienden para qué hay un día de la mujer trabajadora.
Lo cierto es que el «día del orgullo gay» bien podría celebrarse con una marcha fúnebre, motivos no faltarían porque la represión hacia la diversidad sexual tiene una larga lista de asesinatos, torturas y agresiones de toda índole.
Y no, no es tampoco una cuestión de modas, sino la realidad cotidiana de aproximadamente un diez por ciento de la población en todas las culturas.
Porcentaje que se mantiene a través de la historia.
Hay que dar gracias a las sectas religiosas por su gran contribución a las persecuciones de homosexuales y cómo no, al fascismo en todos los ámbitos históricos, por su doble moral farisea.
¿O son lo mismo?
Creencias que necesitan manipular la vida de los demás para tener sentido.
Gran parte de ellos maltratadores, criminales y a la vez practicantes de sexo con iguales.
Conductas esquizoides y muchas veces pederastas, ensuciando aquello que tocan.
Cuanto más beligerante se manifiesta una persona contra la homosexualidad, más muestra que le afecta, posiblemente por sus propias pulsiones reprimidas.
Aviso a navegantes.
A esos que agreden por las calles, buscando un chivo expiatorio de sus represiones y su cobardía.
Los que odian ver en otros su propio reflejo.
Todos ellos requieren «curarse» de su heterosexualidad y su hipocresía.
¿Quién «necesita» la aprobación ajena para enamorarse, amar o crear un fuerte vínculo afectivo?
¿Quién, en su sano juicio, se prohíbe la ternura, la belleza de la pasión o la profundidad de los sentimientos?
Que dos cuerpos vibren al unísono, ya es un milagro.
Que un beso encendido sea el referente de tantos significados emocionales, quiere decir que estamos implicados en la vida, en los amaneceres, a través de otros labios.
Comprender con la razón y el corazón que con una mirada alguien nos precipite irremediablemente al presente, es como escuchar el mar en brazos de una sirena.
Volar entre nubes bajo un cielo añil.
Cogerse de las manos y caminar.

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