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Ley “trans” y Ley “antiprostitución”: tiene razón Carmen Calvo

Julián Molina Illán
Julián Molina Illán
Psicólogo, Fisioterapeuta, Enfermero, Filólogo, e Historiador del Arte.
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análisis

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Como sé que leer mis artículos es muy duro, y por el respeto que me producen mis amables lectores (pocos, pero firmes en su propósito…) he decidido recrear dos artículos en uno con el fin de ahorrar a éstos algo de sufrimiento. Empezaremos con la Ley “trans”.

Tengo la sensación de que hay un problema de comunicación. Y probablemente no tanto porque personas como Carmen Calvo no sepan explicarse, sino porque otras personas se empeñan en no entender. Nadie discute la Autodeterminación de Género. Por supuesto, es de sentido común que nadie puede pretender decirle a una persona qué género tiene, o imponerle a otra persona un género con el que no se identifica y que no le gusta. El problema viene por otra parte. El machismo es una suerte de ideología de género que pretende que la sociedad está divida en dos géneros, el masculino y el femenino. Cada uno de estos géneros tiene unas determinadas características que se expresan socialmente en forma de roles y esto conlleva la diferenciación de las tareas, y en casos extremos (por desgracia muy presentes hoy día en el mundo) de los derechos de las mujeres con respecto a los hombres. Demasiado tiempo llevan las mujeres y la lucha feminista tratando de eliminar esta estructura de roles basada en el género para que ahora venga una Ley y diga que lo importante es el género. Es inaceptable que se alimente el hecho de que una persona quiera ser tratada específicamente como mujer, o como hombre, en vez de como ser humano. El autentico avance social es respetar la libertad de la diferencia no intrusiva (es decir, que no afecte a los demás) y admitir sin ningún problema que, por ejemplo, un hombre con barba, chupa de cuero, barriga y moto, se llame Amparo. También hay que respetar que ese mismo hombre pueda querer tener tetas, llevar tacones y pintarse los labios. Pero lo que es inadmisible es que se diga ¡por Ley! que lo importante es el respeto a la feminidad del hombre consistente en tener tetas, llevar tacones, y pintarse los labios. ¿Acaso ser mujer consiste en tener tetas, llevar tacones y pintarse los labios? Por supuesto que uno puede hacer lo que quiera mientras no afecte a los demás. Pero esto ya está reflejado en nuestras leyes. El problema es que esta Ley podemita lo que dice es que lo importante es eso. Y por último, aunque para mí no es lo más importante, el que una persona pueda cambiar de género de manera fluida a su conveniencia puede tener repercusiones jurídicas, administrativas y sociales.

Después está la cuestión de la tutela. Creo que tampoco lo hemos entendido. No se trata de que una persona sea mujer u hombre porque lo diga un médico o un psicólogo. Por supuesto que nadie puede decirle a nadie cómo se siente o cómo debe sentirse. La idea es ejercer un “acompañamiento”, un “asesoramiento” durante el tiempo que sea necesario antes de tomar decisiones terribles para la salud, alguna de ellas irreversible. ¿De verdad creemos que un chico o una chica de 15 o 16 años no puede cambiar de opinión posteriormente? ¿Acaso no es posible que ese cuerpo que se detesta en la adolescencia pueda ser aceptado más adelante? ¿Somos conscientes de la radicalidad y de la monstruosidad metabólica que supone un cambio de sexo quirúrgico, u hormonal? ¿Acaso no es razonable esperar unos años recibiendo mientras tanto un asesoramiento sobre las consecuencias de esos cambios, y, tal vez, de la no necesidad de esos cambios radicales y muchas veces definitivos? No se trata de que una persona deje de sentirse como se siente, sino de ayudarla a aceptarse como es. Y si hay que hacer un tratamiento de cambio de sexo se hace, pero dando un tiempo para que la persona pueda pensárselo realmente bien y comprenda, de verdad, las consecuencias. Cuando yo era joven solo llevaban tatuajes los presidiarios y los legionarios (a menudo eran la misma cosa…). Hoy día lleva tatuajes casi todo el mundo ¿una moda tal vez? ¿Sabemos que los tatuajes son casi irreversibles? Pues eso.

Hablaremos ahora de la Ley “antiprostitución”. Tampoco nos enteramos. Hay que perseguir ¡CON SAÑA! cualquier abuso o imposición que se haga sobre la mujer, y este sentido, perseguir al proxeneta que abusa y al putero que se aprovecha del abuso. Esto es lo que pensamos los socialistas. Por supuesto lo ideal, y en eso estamos, es que nadie tenga que verse en la tesitura de tener que vivir de su cuerpo (y seamos francos, hay mucha gente que vive de su belleza aunque se escude en otras cuestiones: modelos, presentadores de televisión, cantantes, etc). Perseguir el abuso no quita que una mujer, y no vamos a entrar aquí en el porqué, decida voluntariamente y sin presiones recibir en su casa a un grupo de hombres (amantes, no puteros) que colaboren en su manutención y bienestar ¿Se le puede llamar a esto prostitución o puterío? Yo creo que no. Pero el proxenetismo y el abuso, que es lo que se da en la mayoría de los casos, hay que perseguirlo. ¿Qué clase de personas seríamos si no lo hiciéramos? Un saludo a todo el mundo, y en especial a Carmen Calvo.

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1 COMENTARIO

  1. Hablar sobre identidad de género es algo sin sentido porque un sentimiento no define a la persona que lo tiene. Hombre se define con un hombre; cama se define con una cama; gorila se define con un gorila. Un sentimiento de gorila no define un gorila porque es un sentimiento, una experiencia. Cualquiera puede tener un sentimiento de gorila pero no define lo que es porque un sentimiento no es un objeto, ni un ser vivo, es un sentimiento. Las personas tenemos sentimientos pero estos no son definibles en objetos porque son experiencias. Querer definir una identidad de un género con un sentimiento es como querer definir un animal con una intuición, una incoherencia. Todo esto es tan simple como absurdo. Pero hay mucha gente que cree que con un sentimiento puede definir lo que es, pero eso no es posible con un sentimiento; se hace con un objeto: hombre, cama, gorila

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