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Letter to the room full of mirrors (Hotel Aromar 2_2)

Jaume Prat Ortells
Jaume Prat Ortells
Arquitecto. Construyó hasta que la crisis le forzó a diversificarse. Actualmente escribe, edita, enseña, conferencia, colabora en proyectos, comisario exposiciones y fotografío en diversos medios nacionales e internacionales. Publica artículos de investigación y difusión de arquitectura en www.jaumeprat.com. Diseñó el Pabellón de Cataluña de la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2016 asociado con la arquitecta Jelena Prokopjevic y el director de cine Isaki Lacuesta. Le gusta ocuparse de los límites de la arquitectura y su relación con las otras artes, con sus usuarios y con la ciudad.
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análisis

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I was bathing my eye…just a 1000 foot above those same old tired skies and…you know, that sound there and after that, everywhere, Bathed me to a physical. And he Blurted out the sound burnt the side of his inner wall also passing by and the liquid rainbow melted EROS all through his rooms and rooms of ears that he was hiding from Ethel the Queeny. And he thumbed a lift from his head and heads straight to anywhere to tell his woman, the world; that it was physical…GASP.

Extracte de Letter to the room full of mirrors (Jimi Hendrix, 2 de septiembre de 1968)

     Una mañana de finales de verano, 2020, 8:00. No me han dado hora para desayunar porque no hay suficiente gente alojada como para establecer turnos. He bajado el primero, detectado una sombra fresca en la terraza y salido afuera. Bebo café. Escribo. Vuelvo a entrar. Los reflejos tienen resaca. El mar se te echa encima. La luz capta hasta el más mínimo matiz de verde, que destaca sobre el azul, y, de manera sutil, se convierte en el color dominante.

     Hará un tiempo alguien me dijo que lo rugoso se recuerda y lo liso se olvida. Llevo desde ayer intentando explicar cómo en este espacio puede suceder justo lo contrario. Imágenes mentales: Una fotografía de Suzuki-san de la Biblioteca de Cottbuss de Herzog & de Meuron que tomó ubicado en el eje que separa la parte del edificio en color de la que está en blanco y negro. Importante que en esta parte de la fotografía haya personas para evitar creer que esta composición tan radical sea producto del Photoshop. Luego, el Paraíso del Danteum de Terragni (y Lingheri, dicen), uno de mis proyectos favoritos de todos los tiempos, un espacio hecho de columnas de luz y reflejos, etéreo y profundamente matérico a la vez, porque toda la estructura es de vidrio. El Danteum me da la pista de hasta qué punto pueden llegar a calar los materiales lisos. Y de la dificultad extrema de que esto pase. Recuerdo, también, mis relecturas de El horror cristalizado, libro donde se explica que el material del Pabellón de Alemania de Mies van der Rohe y Lilly Reich eran los reflejos, de los que aquella reconstrucción infame que podemos encontrar ahora en Montjuïc prescindió al presentar las superficies de travertino sin pulir en una relectura cruda, mate, del proyecto original más acorde con nuestra sensibilidad actual, completamente alejada, sin embargo, de las intenciones originales de los arquitectos. Terminaba mi crítica escribiendo sobre cuán innecesaria es aquella reconstrucción a la vista de los magníficos homenajes que la historia nos ha ido brindando periódicamente en otros proyectos.

El Hotel Aromar es un proyecto de BowDesign + XC arquitectes + Joan Puigcorbé + Miquel Subiràs. XC arquitectes son Xavier Vilagran y Cristina Lloret. Fotos: Jaume Prat.

     La planta baja del Hotel Aromar (todo el proyecto de reforma, de hecho) se suma a estos homenajes como uno de los más potentes. Me explico:

     Olvidaos de las relecturas del Pabellón de Alemania como vivienda ideal. Su función es la de recibidor, la de salón de bienvenida que, por experiencias previas de Mies y Reich, por su volumen de trabajo, por la rapidez de ejecución requerida, por la propia concepción del programa, se dotará de un cierto aire doméstico para recibir a los huéspedes en sentido amplio, es decir, reunirlos, refrescarlos, y alimentarlos. Recibir es la especificidad de nuestra planta baja, a sumar a la intención inicial de devolver el edificio al lugar. Una obertura radical. La memoria del primer Aromar es el ancla. El resto del proyecto es una exploración de su relación con el entorno. La exposición máxima a todos los matices del lugar se da en esta planta baja, la parte más radical del proyecto.

     El Hotel Aromar, recuerdo, se compone a partir de las plantas de habitaciones. Los hermanos Bosch Reitg, arquitectos del proyecto, no podían desperdiciar la oportunidad de disponer unos buenos espacios para recibir, estar y relacionarse en contacto con el paseo marítimo. Parte de la estructura de muros quedará apeada. Allá donde la gente reposará el techo sube, tomando espacio a la planta primera, dando a los estares una dimensión burguesa heredera directa de las experiencias art-déco. El paso se mete en el hotel mediante una serie de espacios semiexteriores que, mediante un cambio de nivel, se convierten en espacios estáticos para formar las terrazas del comedor. Parte de la huella del edificio se ajardinará en un recorrido paisajístico que, de existir, seguiría siendo moderno hoy en día. El hotel se inaugurará y, lentamente, empezará a morir de éxito. La planta baja será su víctima principal. Es fácil trazar el desastre. Los espacios semiexteriores se incorporan a un interior que crecerá perdiendo emoción y calidad espacial. Luego se recrecerá la huella del hotel a base de añadidos construidos directamente sobre el paseo con cimientos provisionales, pies derechos livianos y uralitas. Finalmente, cuando décadas después de que el Ayuntamiento no haya protestado, se habrá creado una servitud y la situación devendrá definitiva e irreversible. El Aromar ha ganado una gran cantidad de espacio a costa del interés del conjunto. Uno de los requerimientos principales de la reforma consistía en convertir esta planta baja en algo interesante sabiendo que, esta vez sí, el proyecto original era irrecuperable. Impensable.

El Hotel Aromar es un proyecto de BowDesign + XC arquitectes + Joan Puigcorbé + Miquel Subiràs. XC arquitectes son Xavier Vilagran y Cristina Lloret. Fotos: Jaume Prat.

     La reforma resuelve esta situación tan sólo con dos elementos y dos acciones. La primera acción es seguir apeando todo lo que se pueda, dejando la mayor cantidad posible de muros de carga soportados sobre pilares de muy diversa condición y tamaño. Sólo se salvan las cocinas y las zonas de administración, que se embolsan y se trasladan tan atrás como sea posible. La segunda acción consiste en cargarse la doble altura del comedor para poder disponer del modo más puro el primero de los dos elementos: el ya citado plano del suelo, plano que encuentra su eco en el plano del techo. Dos planos blancos, tersos, brillantes, el de abajo de mármol de Macael, el de arriba de un plástico que, termotensado sin apenas subestructura ni juntas, presentando un funcionamiento acústico sorprendentemente eficaz, dispone un potentísimo plano de color blanco que flota y tensa el espacio. Estos dos planos blancos aprisionan, convocan el lugar, definido ahora en horizontal gracias a la pauta que marcan en los troncos de los pinos, en los montantes, en los pilares de los edificios vecinos, en las farolas, pauta que, funcionando casi como un código de barras, se superpone a la horizontal absoluta, inevitable, del horizonte, con sus cambios de luz, con todos los matices del azul, una horizontal discontinua cuando hay mal tiempo y el mar se riza, o una horizontal perfecta, hockneniana, cuando pega el sol y el sol es profundo, o una horizontal que se llega a anular en los días de bruma. El paseo, los árboles, los edificios de al lado, el mar, el cielo, son el límite del proyecto. El plano inferior de la planta baja se puntúa con los muebles hechos de otras piedras, el poderoso mostrador de ónice atrás y su eco en la barra de bar de cuarzo rosa delante, todos tan pulidos y reflectantes como el mármol. Esta tensión de la planta baja es el arma principal del proyecto, el punto de mayor distancia respecto del proyecto original y una inteligente maniobra que puede ayudar a financiar un proyecto tan ambicioso ganando casi una planta entera de habitaciones sin incremento de volumen: cuando la situación es irreversible la solución sólo puede ser radical.

     El segundo elemento que forma la planta baja es la clave del espacio. La batería de elementos apeados presenta muy diversas dimensiones y disposiciones inciertas. Todos estos elementos se revisten de cilindros de acero inoxidable pulido que lo reflejan todo: a nosotros, a los muebles, la luz natural, la artificial, el mar, los árboles, los edificios vecinos, los peatones. Todo lo que se pueda imaginar se puede reflejar.

     La planta baja del Aromar es un bosque de reflejos entre dos planos reflectantes. Si en Cottbuss el uso del blanco y negro separaba radicalmente el proyecto en dos partes, aquí el blanco y negro es aquello que convoca el exterior y lo invita a entrar. Los colores son los del público. Son los del lugar. Los colores son la capa del uso que anima y activa el espacio. Son el movimiento, el dinamismo. Son una arquitectura hecha para las personas, que cuantos más colores vistan más enriquecerán el espacio. Los reflejos son aquello que convoca el espacio y lo hace aparecer. Los reflejos se arrugan y se despliegan, cambian con la luz y con la posición, verticalizan el espacio cuando te sientas, lo mueven cuando te mueves, separan los ámbitos sin renunciar al espacio único, funcionan como reloj gracias a los cambios de luz, te clavan en tu butaca o te acompañan cuando circulas. Los reflejos recuperan la arquitectura de Mies y Reich, la actualizan y nos permiten volver a emocionarnos sintiendo algo parecido a lo que se sentía dentro del Pabellón de Alemania origina sin ningún tipo de voluntad mimética ni ninguna voluntad de copia. Convertir el ónice, el cuarzo rosa, el alabastro en lámparas ofrece, finalmente, una curiosa solución de síntesis respecto del único elemento del Pabellón de Alemania que Mies y Reich reformaron en obra: la lámpara de vidrio, que mandaron tapar al no gustarles el efecto que creaba, fusionada aquí con el ónice, porque tenía que haber ónice, en virtud de su translucidez. Los reflejos nos recuerdan al Paraíso del Danteum, a aquel espacio etéreo y matérico a la vez, más corpóreo todavía porque la luz es contraluz y nos llega a la altura de los ojos, multiplicada por el acero: flotamos en un limbo que nos recuerda dónde estamos y nos invita a salir, o a sentarnos y estarnos un rato entre estos dos planos. Luego se hace de noche. Las luces, bajas, puntuales, te ralentizan e impiden que te mates si subes a la habitación con alguna cerveza de más. Es decir: te orientas.

El Hotel Aromar es un proyecto de BowDesign + XC arquitectes + Joan Puigcorbé + Miquel Subiràs. XC arquitectes son Xavier Vilagran y Cristina Lloret. Fotos: Jaume Prat.

     Jimi Hendrix escribió su Carta desde la habitación llena de espejos entre las 4:30 y las 6:00 de la madrugada del 2 de septiembre de 1968 en Denver, Colorado… solo. Flotando. Aquella mitología de los días perdidos, de conciertos anulados en ciudades cualquiera y estrellas del rock que, anónimas a plena luz del día, perdidas en el bar del hotel, sólo se pueden reencontrar escribiendo. Me imagino a un Hendrix todavía vivo, un Hendrix de vuelta de todo, un Hendrix que quizá habría recuperado la guitarra después de años luchando para reivindicarse como músico total, sentado en una de las butacas blancas, solo, con aquel anonimato de los lugares concurridos cuando están vacíos, escribiendo en esta planta baja, a esta misma hora, con el sol apuntando por el este y los reflejos con resaca, y la brisa y la barra del bar con muchas botellas vacías. Hendrix piensa que SÍ, que esta luz, que estos REFLEJOS le recuerdan aquella chica noche en el hotel lleno de espejos y que podría escribirle otra carta: El mismo espíritu, el mismo amor por la luz, los reflejos que, cuando devuelven una imagen distorsionada a una mente como la suya, son la verdad. Y pide otra copa y papel con membrete y bolígrafo de propaganda y empieza a escribir.

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